'Época de idiotas': un ensayo optimista, síntesis de Ortega y Tocqueville con las propuestas de Francisco
Con un estilo muy literario, el profesor Armando Zerolo esboza la evolución histórica de Occidente, y opta por cejar en la actitud prometeica de la Modernidad: «Lo que nos toca ahora es vivir pacíficamente el abandono»
Sin duda, el título de este libro llama la atención. Y, conociendo quién lo ha escrito —que es profesor de Filosofía Política y del Derecho en la Universidad CEU San Pablo—, el lector necesita saber qué significa «época de idiotas». ¿Somos todos nosotros idiotas? ¿Es esta una época nefasta, la peor de la historia? No obstante, y como repite a lo largo del libro, Armando Zerolo no es un hombre caracterizado por emitir valoraciones negativas, pesimistas, apocalípticas sobre nuestro tiempo. Él no transita, precisamente, las vías de los profetas de calamidad. Por tanto, ¿qué pretende decir con que esta es una «época de idiotas»?
El libro comienza con dos pequeños apartados que merecen leerse, a fin de comprender mejor el contenido del resto de páginas. Para empezar, el prólogo de Higinio Marín, que quizá supone una reseña mejor que estas escasas líneas. Luego, la introducción del propio Zerolo. Estos dos apartados —diálogo implícito entre Marín y Zerolo y, por ende, aplicación concreta de alguna de las tesis del libro— no sólo facilitan claves, sino que contrastan con el estilo habitual de los demás capítulos. Porque este no es un libro sistemático, no es un ensayo al uso; antes que nada, su estilo es muy literario.
encuentro / 162 págs.
Época de idiotas
«El hombre antiguo construye sobre sus muertos. El primer cultivo es el de los cadáveres, la primera zanja que horada la tierra bruta siembra un cuerpo para conservar lo que ha sido sin que deje de serlo. De la semilla nace el hogar, lugar del fuego, hoguera que consume para calentar, primera imagen de lo que es la vida. Cuerpos que se desgastan construyendo para permanecer, paradoja del leño que arde para dar calor», leemos al inicio del capítulo inaugural. «Ametrallo a la audiencia con palabras de plomo, vacío sus cráneos con la cuchara de mi dialéctica, y sustituyo sesos por ideas», describe su tarea docente.
Por otro lado, Zerolo mezcla impresiones y anécdotas personales —sobresale una Castilla «tierra de paso», polvorienta, de paisajes inabarcables, carretera nacional y campanarios—, con referencias a películas y con síntesis de historia o de situaciones que se viven hoy. Y añade la guía de varios autores, entre los que cabría destacarse José Ortega y Gasset, María Zambrano, Luis Díez del Corral, Giuseppe Capograssi, Alexis de Tocqueville, Romano Guardini, Hans Urs von Balthasar y Francisco.
Aunque sus citas a Francisco resultan menos numerosas, es evidente su influjo en bastantes aspectos. Por un parte, su denuncia genérica de los nacionalismos; por otra parte, su apuesta por un ecologismo que implique «el cuidado del mundo y de sí mismo […] con una fuerza renovada y una conciencia superior». Según el autor, en la actualidad emerge la «conciencia de un gran poder: el poder de humillarse». Y explica: «¿No fue acaso una gran humillación el ecologismo? Rendir las fuerzas de la técnica, las ansias de explotación y la fiebre del crecimiento ante la evidencia de que los ríos, los mares y los bosques suponían un límite a nuestras fuerzas». Este es uno de los rasgos en que más notoria se antoja su intención de retomar el concepto de límite que la Modernidad pretendía superar. En lo relativo a los nacionalismos, Zerolo no especifica si, bajo esta denominación, se refiere a opciones políticas que recelan de los excesos de la globalización y la llamada gobernanza mundial; o si únicamente denuncia movimientos separatistas, identitarios y expansionistas.
Armando Zerolo, tras bosquejar un análisis de los caracteres o ethos propios de cada época —donde se incluye una deliciosa contemplación del teocentrismo medieval—, muestra su postura: «Me resisto a volver atrás, a detenerme en el punto de escándalo que produce el descontrol, y a destruir la ‘máquina’ porque no sabemos usarla bien … Estoy convencido de que … lo que nos toca ahora es vivir pacíficamente el abandono». «Donde algunos ven el problema, yo veo la solución», insiste Zerolo. Y continúa: «Porque descubrir la debilidad de la naturaleza humana es descubrir la fortaleza de la condición humana».
En cierto modo, en esto consiste ser «idiota»; «el nuevo tipo histórico que se hace pequeño para que suceda lo grande … que no pretende saberlo todo porque está radicalmente abierto al infinito». Según Zerolo, este «no es tiempo de burgueses satisfechos que no necesitan nada ni a nadie». Al contrario, «es tiempo de idiotas, de aquellos que han recuperado la conciencia adulta de ser como niños». O, con un símil que emplea varias veces —prestado de Ullrich Beck—, se trata de ser como orugas: se entregan a la metamorfosis sin saber que luego serán mariposas.