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Portada de «La sumisa» de DostoyevskiGalaxia Gutenberg

'La sumisa': obra maestra del cuento y la literatura rusa

Galaxia Gutenberg recupera en la traducción de Juan Luis Abollado una obra maestra de Dostoyevski. Un cuento esencial en la estela de «Memorias del subsuelo» que logra superar a este último

Las pequeñas obras de los grandes genios de la humanidad se sitúan en el mapa cronológico de la historia jalonados por sus hermanas mayores. Por eso, al cuento La sumisa (1876) de Fiódor Mijáilovich Dostoyevski, se le introduce las más de las veces franqueado por las monumentales novelas El adolescente (1875) y Los hermanos Karamázov (1879-1880). Sin embargo, La sumisa brilla con luz propia; auténtica obra maestra –¡una más!– del maestro de la literatura rusa. De esta sofisticada pieza literaria dijo el escritor y editor Mijaíl Saltykov-Shchedrín, «sencillamente te dan ganas de llorar mientras lees; hay muy pocas joyas así en toda la literatura europea».

galaxia gutenberg / 112 págs.

La sumisa

F. M. Dostoyevski

Con la brevedad del centenar de páginas que hacen de esta historia más extraordinaria si cabe, Dostoyevski nos cuenta la confusa relación de amor entre un usurero propietario de una casa de empeños y una joven huérfana maltratada por sus tías que es pedida en matrimonio y casada con el primero.

En las páginas de este cuento confluyen al menos una preocupación y una fascinación del escritor. Dostoyevski trató el suicidio en numerosas ocasiones en esa herramienta de trabajo abierta al público que fue, durante casi una década, Diario de un escritor (1873-1881). De una parte, las distintas oleadas de suicidios que se produjeron entre la juventud rusa en 1873. De otra, el suicidio de una joven de diecisiete años y de una humilde costurera de San Petersburgo. La conmovedora nota de suicidio de la primera –más tarde reflejada en La sentencia–, pero sobre todo el hecho de que la segunda saltara desde la ventana con un icono en sus manos, inspiraron a finales de octubre de 1876 la trama del relato que nos ocupa.

De sus notas, atesoradas durante una larga carrera literaria que estaba tocando a su fin, recuperó su atracción por la figura del usurero, verdadero protagonista del relato, representante del arquetipo del egoísmo y del «hombre del subsuelo». Un hombre que se niega a verse como los demás le ven, cuyo monólogo interior resuena en las páginas de esta novela proyectándose a sí mismo como el hombre noble y magnánimo que no es –¿no es acaso esta construcción del personaje la que apreciamos en Una historia ridícula de Luis Landero? Cuyo título, por cierto, llama a este otro relato del ruso: El sueño de un hombre ridículo–. Un hombre, en definitiva, que busca una pizca de comprensión y amor mediante el inconsecuente e imposible método de la dominación; y que cree amar, cuando todo lo más que puede es enorgullecerse del trofeo logrado con el matrimonio y autopagarse del heroico rescate que hace de la joven.

Muy pronto la joven sumisa se rebelará ante la situación. Ambos personajes se confrontarán en un duelo de silencios, miradas, culpas y desprecios –de una sutileza y alcance psicológicos de los que solo Dostoyevski es meritorio– solo interrumpidos por el veneno mental que borbotea del usurero, desembocando en uno de los desenlaces más rotundos y bellos de la historia de la literatura rusa.