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Portada de «Historia de los abuelos que no tuve» de Ivan JablonkaAnagrama y Libros del Zorzal

'Historia de los abuelos que no tuve': el shtetl de Parczew, ¡paz a sus cenizas!

Ivan Jablonka emprende una rigurosa y exhaustiva investigación sobre su historia familiar que recupera el alma de quienes murieron en silencio

Unas palabras preliminares de Jules Michelet y Georg Perec, extraídas de Historia de la Revolución Francesa y W o el recuerdo de la infancia, respectivamente, marcan el tono de la obra de Ivan Jablonka (París, 1973). Histoire des grands-parents que je n'ai pas eus –que fue publicada en 2012 por la editorial Seuil y que ha sido recientemente traducida al castellano por Agustina Blanco para las editoriales Anagrama y Libros del Zorzal– responde al deseo del historiador francés de recuperar el alma de quienes murieron en silencio, recordar su muerte y afirmar su vida, y resarcir la culpabilidad que lo atormenta por no haberlo intentado antes.

Javonkla emprende así una rigurosa y exhaustiva investigación sobre la historia familiar en 2005; viaja a Polonia y rastrea, también por Israel, Argentina y Estados Unidos, el destino de sus abuelos paternos (Matès Jablonka, artesano del cuero, y la costurera judía Odesa Korenbaum), dos judíos comunistas, vinculados afectivamente a Parczew, que emigraron a la capital francesa en 1937, vivieron en el París obrero del distrito de Ménilmontant, no como inmigrantes judíos sino como extranjeros ilegales bajo control del Ministerio del Interior que intercambiaba información con la Prefectura de Policía de París, y fueron asesinados en Auschwitz en 1943.

El autor de Laëtitia o el fin de los hombres regresa a la aldea judía con motivo de la reunión que mantiene en Varsovia con una persona que prepara su tesis doctoral sobre la violencia antijudía tras la guerra; visita entonces el cementerio judío de Parczew, en el que yacen los soldados polacos prisioneros de la guerra y 280 judíos del ejército polaco que fueron fusilados en febrero de 1940 por los verdugos alemanes hitlerianos. Parczew es un shtetl situado en los confines de Polonia, Ucrania y Bielorrusia que, según Rachel Ertel en Le Shtetl. La botarga de Juvencio de Pologne (1982), no es solo un lugar habitable, sino una estructura socio-económica y una red de relaciones interindividuales y colectivas, que constituía también «una forma de ser propia y de estar en el mundo, un modo de vida específico, un espacio judío».

anagrama y libros del zorzal / 424 págs.

Historia de los abuelos que no tuve

Ivan Jablonka

Como precisa el profesor de Historia en la Universidad París XIII, después de la Gran Guerra y el colapso de los Imperios Ruso, Alemán y Austrohúngaro, la sed de conocimiento se transformó en esta aldea judía en efervescencia política; tras la invasión de los alemanes en 1915 hasta 1918 –año de surgimiento del Estado de Polonia bajo la dirección del socialista Józef Pilsudski–, a pesar de las promesas de igualdad y de autonomía cultural de los invasores alemanes, el artesano del cuero y la costurera tuvieron que convivir como muchos de sus coetáneos con las consecuencias de la guerra (saqueos, hambruna, epidemias de cólera), y fueron represaliados y encarcelados por el gobierno polaco por ser comunistas.

Tras investigar los informes sociopolíticos del voidovato de Lublin que recoge la actividad de los judíos durante el periodo de entreguerras, Jablonka se adentra en el juicio a que fue sometido su abuelo en 1934, acusado de pertenecer a la célula local del Partido Comunista Polaco (KPP) –en 1919 se unió al Komintern o Tercera Internacional que agrupaba a los comunistas bajo la influencia de Moscú– y de ser uno de los responsables de las Juventudes Comunistas (KZMP) que se encargaba de la edición y reparto de panfletos. Aunque tras la Primera Guerra Mundial, Polonia había ratificado bajo la presión occidental el tratado de las minorías que reconocía la religión judía, dichas minorías fueron castigadas: los baños fueron clausurados por insalubridad y la mikve, confiscada y convertida en oficina administrativa del nuevo Estado polaco; los judíos polacos sufrieron discriminaciones fiscales, fueron excluidos de la contratación pública y despedidos de la actividad económica. Así, en 1919, mientras los tanques bolcheviques entraban en Parczew, los comunistas fueron a la huelga para facilitar la labor a los soldados de la revolución e impedir que las clases pudientes polacas apagaran la gran luz del Este con el apoyo de Francia.

Mediante la recopilación y reescritura de numerosos testimonios orales y epistolares, el visionado de fotografías familiares, la consulta de numerosos archivos (Centro de Documentación Judía Contemporánea, CDJC), la lectura de abundante bibliografía y de los censos de población previos a la Guerra que se custodian en el Archivo de París y a partir de los trabajos de investigación en el Archivo el «fondo de Moscú» –confiscado por los alemanes en 1940 y enviado a Berlín, incautado por los soviéticos en 1945, devuelto a Francia en la década de los noventa, y almacenado en un anexo en el Archivo de Fontainebleau–, en el que figuran dos millones y medios de expedientes del periodo de entreguerras, el historiador francés reconstruye la historia del shetl judío al que llegó Isaac L. Perez a finales de XIX.

Son numerosos los acontecimientos históricos que evoca el autor mientras reconstruye la vida de Matès e Idesa: el antisemitismo latente durante el periodo de entreguerras debido a los endeks, nacionaldemócratas que representaban la extrema derecha bajo el liderazgo de Roman Dmowski; la instauración del sistema de enseñanza primaria y del aprendizaje de alemán como lengua extranjera; la ley de 1927 que obligaba a los artesanos a tener un certificado de aptitud, que permitía eliminar a los candidatos judíos; la incorporación masiva de miles de militantes al partido clandestino KPP para combatir el antisemitismo a partir de 1933; la formación en la clandestinidad de pequeñas células independientes que eran vistas como enemigas de la nación por ser secuaces de una Rusia que había subordinado a Polonia y que, derrotada por los ejércitos de Pilsudski, anhelaba vengarse; el flujo masivo de refugiados a suelo francés (italianos y alemanes que huían del fascismo y nazismo; judíos procedentes de Alemania y de Europa del este, expulsados de sus países, a los que se sumaron a partir de 1938 y 1939 ciudadanos de las antiguas Austria y Checoslovaquia anexionadas por Hitler y españoles que huían del régimen de Franco); el papel de algunas asociaciones que prestaban apoyo jurídico, financiero y social a los presos políticos, como El Socorro Popular –filial del partido comunista francés, que patrocinaban Romain Roland y Pail Langevi–, el Centro de Relación entre el Comité para el Estatuto del Inmigrante, que velaba por los derechos de asilo o de trabajo de los refugiados, y la Liga de Derechos Humanos, que ejercía presión sobre el Ministerio del Interior.

También la ruina europea bajo la mano de Hitler y la llegada de refugiados a Francia; la violación de los Tratados de Versalles y de Saint-Germain con la anexión de Austria por Hitler; la muerte del Frente Popular en Francia y el endurecimiento de las medidas adoptadas para la persecución de los ilegales bajo el gobierno de Édouard Daladier; la orden de expulsión de los judíos refugiados, decretada por el director de la Seguridad Nacional ante el temor de que surgieran problemas de orden racial; el Comité para la Defensa de los Derechos de los Israelitas en Europa Central y Oriental –denominado Comité Gourevitch–, al que confiaban su suerte los refugiados; el decreto-ley de 1938 que permitía que no fuera expulsada de Francia ninguna persona a la que se le hubiera denegado el visado ante tres consulados distintos; el cierre de fronteras de las últimas democracias europeas y de Estados Unidos; el alistamiento obligatorio de los extranjeros residentes en Francia desde hacía diez años en los regimientos regulares en abril de 1939 y en la Legión Extranjera, «ejército de mercenarios con disciplina de hierro, remanso de criminales anónimos, creado en el siglo XIX para colonizar Argelia» con el fin de evitar que el contacto con los extranjeros mancillara a los verdaderos legionarios; el acuerdo, tras la invasión de Polonia por Hitler el 1de septiembre de 1939, entre Francia y Polonia que prescribía la inscripción de todo ciudadano polaco en el combate contra el nazismo; la legislación del mariscal Philippe Pétain, jefe de Estado de la Francia de Vichy y colaborador con el nazismo durante la ocupación alemana del país durante la II Guerra Mundial, discriminatoria contra los extranjeros desde julio de 1940 y contra los judíos a partir de octubre; la función de los consejos judíos y de los miembros de la Judenrat como pieza esencial en el mecanismo del Holocausto al servicio de los alemanes (recaudación de fondos a partir de las multas para el abastecimiento de la Wehrmacht; limpieza de las propiedades confiscadas; alimentación de los prisioneros de guerra que son conducidos a los campos de concentración; enterramiento de cadáveres, etcétera).

O las medidas adoptadas contra los extranjeros durante el régimen de Vichy, instaurado el 11 de julio de 1940, como la prohibición del acceso de los judíos a cargos legislativos, judiciales, a la función pública y a las profesiones ligadas a la cultura; la prohibición a partir de febrero de 1941 de acudir a lugares públicos, de salir después de las ocho de la noche, llamar por teléfono o tener una bicicleta; la obligación a viajar en el último vagón del metro y a hacer las compras entre las tres y cuatro de la tarde; la construcción del archivo judío de la Prefectura de Policía, que firma André Tulard, y destruido con la liberación de Paris; las redadas de mayo, agosto y diciembre de 1941; a partir del 23 de julio de 1942 la obligación a que los judíos mayores de seis años porten la estrella amarilla y las deportaciones masivas; la formación de centros de aglomeración de personas mayores, enfermos, niños y parturientas, como el Velódromo de Invierno (Vel d’ Hiv), antes de su deportación a Auschwitz; las ayudas sociales del dispensario «La madre y el hijo», producto de la Colonia Escolar que habían fundado en 1926 David Rapoport y Jules Jacoubovitch, donde se reorganizaron los judíos bajo el nombre de Comité Amelot, el primer grupo de resistencia en Francia; la instauración el 17 de febrero de 1943 del Servicio de Trabajo Obligatorio para contribuir con el esfuerzo de Guerra alemán; o la renovación del judaísmo en la Polonia democrática con la ley de 1996 que permitió la devolución de los lugares de culto y de los antiguos cementerios a las comunidades judías; la restauración de la sinagoga, la organización de festivales de cultura yidis, la inauguración de monumentos de la memoria, o la consagración de espacios para la investigación.

A pesar de que las purgas de la Unión Soviética, la disolución del KPP y el pacto germano-soviético del 23 de agosto de 1939 resquebrajaron las convicciones de muchos comunistas, Matès Jablonka siguió siendo comunista en París, tierra de libertad para un judío de Parczew; dejó de ser el héroe polaco de la revolución perseguido y se convirtió en un judío de la diáspora que lucha contra el nazismo. El 11 de mayo de 1939 el matrimonio fue arrestado. Tras el internamiento de Matès en el campo de concentración de Septfonds y su desmovilización el 28 de septiembre de 1940, durante el régimen de Vichy consiguió eludir las redadas y se trasladó a vivir solo a un cuarto-taller, sin electricidad ni agua caliente y lleno de ratas, ubicado en el pasaje de Eupatoria, aunque consiguió reunirse con su mujer e hijos un año después; en Eupatoria los encontró la policía el 25 de febrero de 1943; tras ser registrados y cacheados, ambos fueron internados en el campo de concentración en Drancy, no sin antes lograr confiar el cuidado de sus hijos (Suzanne y Marcel) a una vecina polaca, no judía, que los entregó a la familia Courtoux. El 4 de marzo de 1943 Matès llegó a Auschwitz II Birkenau, donde fue seleccionado para formar parte del Sonderkommando, el equipo encargado de la retirada de los cadáveres de las cámaras de gas; se convirtió así en uno de los enterradores del Krematorium II, la unidad de producción y destrucción de cadáveres racionalmente organizada, que fue dinamitada en 1944 ante la llegada de los soviéticos.

Historia de los abuelos que no tuve es la «piedra de toque de una literatura que satisface las exigencias del método», que combina la fidelidad a los acontecimientos históricos con la objetividad y la formulación de hipótesis a partir de los hechos investigados. Un libro de historia, con el que su autor ya ha sido galardonado con el Premio del Senado para libros de historia, el Premio Guizot de la Academia Francesa y el Premio Augustin Thierry. Con esta obra conmovedora, el autor de En camping-car, que se confiesa socialdemócrata y burgués, pretende reparar el mundo, rescatar la memoria de la vida de millones de seres desaparecidos y olvidados, y restaurar la justicia y el amor allí donde la injusticia y el odio se impusieron. Ofrece un documento de gran honestidad y rigor intelectual a través del cual expresa su fidelidad al judaísmo y vuelca la tensión que imponen la búsqueda de la verdad, la historia y el arte de contar.