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Portada de «Tiempo de incertidumbre» de Tobias HürterTusquets

'Tiempo de incertidumbre': de cómo el mundo dejó de estar determinado

Tobias Hürter compendia la ciencia, la vida y las relaciones entre los físicos más grandes que ha dado la historia

Jamás el mundo asistió a un salto adelante de tal magnitud en la comprensión de la materia. Nunca coincidieron tantos genios de la física en una misma época, que además fue la más convulsa de la historia. Y ello se constituye en un relato que merece salir de los libros de texto de ciencia para que los nombres que todos los científicos aprendemos signifiquen más que una ley o una ecuación. El verdadero reconocimiento que les debemos es conocer algo de sus vidas, de sus relaciones y sus disputas.

El autor de este interesantísimo libro asume la complicadísima tarea de combinar las biografías, la ciencia y las complejas relaciones humanas de un puñado de genios y, por tanto, personas que no se ajustan a la normalidad. Este afán pasa por explicar conceptos físicos que no están al alcance de la mayoría de los lectores y en algún caso que no han sido perfectamente comprendidos por casi nadie. En esta tarea tiene que elegir el nivel de profundidad explicativa, en particular de la teoría cuántica y el balance entre anécdotas, trasfondo histórico y apuntes biográficos. Y debe ser justo asignando a cada protagonista su papel y reconocimiento en el desarrollo de las nuevas teorías físicas. En general mi sensación es que lo consigue.

tusquets / 405 págs.

Tiempo de incertidumbre

Tobias Hürter

El libro, organizado cronológicamente en numerosos capítulos breves, está dedicado mayormente a la teoría cuántica. Quizá esto debería quedar más claro en el subtítulo y el resumen de la contraportada porque en la misma época se produce otro cambio de paradigma no menos importante, que es el del modelo cosmológico. Esta otra gran aportación del primer tercio del siglo XX apenas se menciona, a pesar de que muchos de sus protagonistas eran los mismos que desarrollaron los debates en torno a los modelos atómicos. No cabe duda de que el libro hubiera engordado bastante más de haber incluido a los Hubble, Lemaître, Hoyle y compañía, pero hubiera ensalzado aún más los logros de una época irrepetible.

Asumido que el tema es la teoría atómica, el título es un gran acierto. Al final, todo lo que la física desentrañó sobre la estructura de la materia en esos años se resume en una palabra: incertidumbre. La física clásica presentaba el mundo como un mecanismo de relojería en el que todo estaba predeterminado por causas concatenadas que llevaban hasta el inicio de los tiempos. El futuro estaba escrito y la física se consideraba próxima a estar completa.

Pero, comenzando por la teoría de los cuántos de Planck, la teoría de la relatividad de Einstein, los estudios de la descomposición radiactiva de Madame Curie, y otros hallazgos, la física se asoma a un nuevo modelo que desafía la propia existencia de la realidad y la capacidad de poder conocerla. Y una revolución así no convenció a todos.

Los científicos se enfrentaron en bandos que discutieron durante décadas con fragor y no poca crítica personal. El bando de los rebeldes cuánticos estaba comandado por Niels Bohr mientras que los resistentes a la aceptación de algunos de los nuevos postulados tenían a Einstein a la cabeza. Einstein nunca aceptó la incertidumbre y estaba convencido de la existencia de una realidad última ajena a la observación, pero tuvo que ver cómo su posición era cada vez menos apoyada hasta quedarse con la única compañía de Shrödinger. El autor es capaz de desgranar todos los esfuerzos de ambos bandos por defender sus interpretaciones que incluían experimentos mentales refinadísimos que después eran contestados.

Nunca coincidieron tantos genios de la física en una misma época, que además fue la más convulsa de la historia

El mejor acierto del libro es cómo trata las relaciones humanas entre toda esta ingente cantidad de mentes maravillosas. Todos se conocieron, se trataron, se reunieron en numerosas ocasiones, viajaron constantemente por Europa para encontrarse y discutir en un nivel intelectual absolutamente admirable, mientras a su alrededor el mundo se desmoronaba una y otra vez enterrando viejas sociedades y alumbrando una nueva Europa.

Se reconstruyen pormenorizadamente muchas conversaciones en las que se defendían y configuraban las nuevas teorías. Por ejemplo, entre Heisenberg y Einstein sobre la realidad y la capacidad de la ciencia de describir la naturaleza: ¿Qué es la verdad científica?, ¿admite ésta a la belleza como criterio? El libro es una recopilación inagotable de citas bellísimas. O las discusiones nocturnas entre Bohr y Heisenberg durante meses agotadores, entorno a la interpretación de la incertidumbre. También los encuentros lúdicos en Copenhague, con fiestas y obras de teatro. Descubrimos muchos detalles de interés sobre de la vida privada y el carácter de todos ellos. Nos sorprenden los frecuentes líos amorosos, el libertinaje de Erwin Schrödinger, los problemas de Pauli con el alcohol, las excentricidades de De Broglie… todas ellas cuestiones interesantes porque nos hablan de la vida de personas extraordinarias.

Resulta interesante la descripción de la relación entre los físicos y las matemáticas. Casi todos se lamentaban por carecer de suficiente formación matemática. Niels Bohr apenas escribió alguna fórmula a lo largo de su vida y las conferencias de Broglie parecían más propias de un filósofo. Por eso se ensalzan figuras como la de Paul Dirac o Max Born, un matemático discípulo de Hilbert (el cual comentó en una ocasión que la física era demasiado difícil para los físicos), que le dio cuerpo matemático a la descripción del electrón y ayudó a conciliar la mecánica matricial de Heisenberg con la mecánica ondulatoria. Fue también Born el primero que interpretó las ondas estacionarias como probabilísticas tal y como hoy día les enseñamos a todos los alumnos de química, y quizá no tenga todo el reconocimiento que merece.

Como todo buen relato el libro busca un clímax que se da en torno a la interpretación de Copenhague, surgida sobre todo de la mente de Bohr y que se explica razonablemente bien a lo largo de varias páginas deliciosas. Clímax que tiene un punto espacio temporal: el quinto congreso Solvay acaecido en Bruselas en 1927, año mágico para la física que se refleja en la imagen que ocupa las páginas centrales del libro. Casi 20 premios Nobel reunidos para certificar que ya nunca volveremos a mirar el mundo de la misma manera. Es la ruptura de la causalidad, es el uso de la probabilidad y la estadística como una forma de solucionar una limitación gnoseológica para entender el indeterminismo real.

Siempre me ha apasionado este momento histórico y, aunque como dijo Bohr «la física no consiste solo en la investigación atómica, la ciencia no consiste solo en la física y la vida no consiste solo en la ciencia» creo que pocas teorías han tenido un impacto tan general sobre la cosmovisión como la teoría cuántica. Este libro ayuda a entender cómo surgieron estas nuevas ideas y todo estudiante de Ciencias debería leerlo.

En la parte final asistimos el desmoronamiento de toda la estructura académica física en Alemania con el ascenso de los nazis al poder, la diáspora de los científicos, el papel dudoso o incluso lamentable de algunos de ellos en apoyo al antisemitismo nazi, las relaciones humanas que se estropearon para siempre. Y termina con la explosión nuclear como símbolo de la corrupción ética a la que nos lleva la guerra. Pero prefiero quedarme con la belleza de un tiempo en el que la física más compleja se hacía mediante conversaciones entre genios que paseaban por una playa o un monte, antes de que llegaran las grandes instalaciones donde la física experimental fue desplazando a los teóricos que tenían como laboratorio su propio cerebro.