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Portada de «Esperando al diluvio» de Dolores RedondoDestino

'Esperando al diluvio': sacrificios de sangre y agua en la última novela de Dolores Redondo

En las páginas de este libro de claras reminiscencias bíblicas, se dan cita la vida y la muerte, la violencia y la inocencia, la paz y la guerra

En las páginas de este libro de claras reminiscencias bíblicas, se dan cita la vida y la muerte, la violencia y la inocencia, la paz y la guerra. En sus cerca de 600 páginas, Esperando al diluvio nos sitúa inexorablemente ante el enigma mismo de la condición humana, de su origen y de su destino pero, sobre todo, nos planta delante del misterio del corazón del hombre y de sus actos más depravados.

En esta ocasión, la autora de la Trilogía del Baztán retoma el caso del famoso criminal británico John Biblia y, a partir de una historia basada en hechos reales, construye una narración verosímil para darle desenlace: Biblia será descubierto en el contexto de las históricas riadas de Bilbao en 1983. Ciertamente, nunca se atrapó a Bible John, asesino en serie de mujeres jóvenes que comenzó sus andanzas a finales de la década de los 60 en Glasgow. Sin embargo, como Redondo no se rinde y cree poderle dar caza, al menos literariamente, le encarga tal trabajo de investigación y captura al ficticio policía Noah Scott Sherrington, quien le sigue la pista tenazmente a John desde que casi lo apresa en un lago de su Escocia natal.

destino / 576 págs.

Esperando al diluvio

Dolores Redondo

En torno al peculiar Noé de esta historia (Noah) se congregan una serie de personajes, que son su «arca» particular de representantes de la sociedad española y europea del momento. De una manera u otra, todos acaban afectados por la barbarie homicida de John Clyde, que es el nombre verdadero que le otorga Redondo a Bible John. Las figuras que rodean a Noah escenifican igualmente las turbulencias de la España de la Transición. En efecto, miembros de la entonces recién creada Ertzaintza, terroristas del IRA en connivencia con sus homólogos de la ETA y obreros vascos que no renuncian a sus derechos intervienen en la historia del diluvio, dándole tono histórico a este relato.

El «noir» de esta novela se deja sentir desde los primeros compases y no desaparece en ningún momento del desenvolvimiento de la historia, pues está latente y patente a partes iguales en el desarrollo de la narración. Pero, sin duda, lo más negro de la trama de esta tormentosa obra es el desciframiento de la motivación de John Biblia al cometer sus crímenes.

Psiquiatría, antropología e investigación criminal se reclaman mutuamente para entender el modus operandi de este peculiar homicida. Las explicaciones profundas del porqué de la actuación de Biblia van siendo presentadas por Redondo persistente y lentamente, a granos pero no a granel, desde las primeras páginas de Esperando al diluvio. Solo al final de la historia se tienen todos los elementos para comprender con penetración psicológica suficiente la mente de Biblia. El dato fundamental que se obtiene es que algo real ocurrió en la vida de John que lo traumó profundamente y dio origen a sus crímenes. Algo pasó con el pequeño Clyde cuando no era aún el joven Biblia.

En la infancia de este niño se sembraron las semillas de destrucción que más adelante se acabarían cosechando con sangre y que, en la trama de Redondo, terminarían siendo purificadas con el agua del diluvio vizcaíno de 1983. Cosas terribles le sucedieron al niño John. Su obsesión con la sangre, con la violación de sus víctimas, que siempre tenían la menstruación en el momento de su muerte, y la recolección de objetos de sus presas abatidas son factores cuya interrelación no puede ser fruto de una mera obsesión morbosa o simple depravación mental. Hay algo más. Scott Sherrington está seguro de ello y, por eso, también recurre a los servicios de la doctora Elizondo, psiquiatra bilbaína, quien ofrece valiosas claves interpretativas para entender la praxis asesina de John.

Los investigadores de Redondo en este relato llegan a la conclusión de que lo que subyacía a la actuación de Biblia era un trauma hondísimo de su infancia, relacionado con los abusos sexuales que sus tías cometieron sobre él cuando era niño. Ciertamente, el quicio sobre el que pivota el entendimiento de la performance criminal del homicida de Glasgow es ese trauma primigenio. A partir de ese momento, su vida va a ser una continua imitatio cum variatione del momento fundacional de su herida de muerte, así como un intento permanentemente frustrado de volver a la vida anterior al trauma. Después de su primer asesinato, cuando estaba a punto de cumplir trece años, John trató de suicidarse; sin embargo, no murió en el intento y, desde entonces, Clyde reinterpreta todo y se cree un personaje elegido por la Divina Providencia para una misión especial: «se había convertido en un experto en descifrar señales cuando Dios le mandó la primera el día en que cumplió trece años».

Como enseña el antropólogo René Girard, cuando la violencia campa a sus anchas en la sociedad, la comunidad, de modo no consciente, asesina a uno de sus miembros aleatoriamente y concentra en un solo rostro un odio que, en el fondo, es el de todos contra todos. Solo así se puede salvar el ser humano de sus conflictos internos: el «todos contra todos» queda sustituido por el «todos contra uno».

Con posterioridad, la cultura del hombre en sociedad consistirá en revivir ese linchamiento de la víctima original asesinada por el pueblo; para tal rememoración se necesitarán víctimas sustitutorias, sacrificadas ritualmente. Todo ello es interpretado, generación tras generación, como ceremonia religiosa exigida por Dios. Pues bien: ese parece ser el mecanismo operante en John Biblia, si bien a nivel de individuo concreto. De alguna manera, Clyde intentaba liberarse del trauma inscrito en su ser desde niño y, para ello, repetía las mismas operaciones de abuso sexual que sus tías cometían sobre él, singularmente cuando estas tenían la regla.

La violencia sufrida por John reclamaba víctimas para expulsarla y salvarse de su sufrimiento. La primera fue la niña Lucy; el resto serán solo variaciones de esa víctima original. El hecho de que John adornara a sus familiares con objetos extraídos de sus chicas muertas evidenciaba una maniobra psicológica de «proyección»: las mujeres eliminadas por John eran víctimas sustitutorias en quienes este veía «proyectadas» o reflejadas a sus abusadoras. En realidad, los ataques de Biblia se dirigían a las hermanas de su madre, origen de su herida incurable y violencia interna.

El «noir» profundo de Esperando al diluvio ya se revela en su mismo título; en el fondo, no hay esperanza. Solo diluvio. Sin embargo, en la novela de Redondo también se encuentra escondida otra lección: que mientras esté el arcoíris, símbolo de la alianza de Dios con Noé, el mundo no será destruido. Mientras hay vida, hay arcoíris y Noah, que está sentenciado a muerte y solo puede seguir viviendo por un corazón trasplantado, lo sabe mejor que nadie. La esposa del Noé bíblico es una sombra desconocida, pero la mujer del Noah británico es una fuerte luz vasca, un faro que encuentra en medio de la tormenta de distintas vidas truncadas mortalmente. El arcoíris de Noah, en el fondo, es el amor de Maite, con quien este esperará, en compañía, la llegada de otro diluvio, que será el definitivo: la muerte.