'La fábrica de los niños transgénero': denuncia social y análisis clínico y mediático de un fenómeno ideológico
Dos especialistas en psicología y psiquiatría identifican el auge del transexualismo infantil con patologías inducidas por un entorno que se caracteriza por el «odio al ser humano» y a su dimensión corporal
La aparición de este libro en Francia, el año pasado, supuso un contundente aldabonazo cuyo eco se escuchó, desde el primer día, en España y en casi toda Europa. Y no es el primer título que se ha publicado al respecto. Precisamente Deusto (Grupo Planeta) tradujo en 2021 Un daño irreversible: la locura transgénero que seduce a nuestras hijas de Abigail Shrier, cuya edición original era muy reciente (Regnery Publishing, 2020). Y hace doce meses, José Errasti y Marino Pérez Álvarez —profesores de Psicología y, en el caso de Pérez Álvarez, además especialista en Psicología Clínica y catedrático— ponían a disposición de los lectores de este mismo sello editorial Nadie nace en un cuerpo equivocado: éxito y miseria de la identidad de género. Con La fábrica de los niños transgénero (Cómo proteger a nuestros menores de la moda trans), Ediciones Deusto, de mano de Roger Domingo, ofrece una nueva obra que analiza la pleamar de transexualismo —o transgenerismo— que afecta, de manera muy notoria, a los niños y adolescentes de las naciones desarrolladas.
deusto / 110 págs.
La fábrica de los niños transgénero
Lo primero que debe considerarse de este libro es que no existe ni una sola referencia de orden religioso. Quienes pretendan encontrar argumentos teológicos o de humanismo cristiano en estas páginas —y son apenas un centenar, en cada una de las cuales no caben ni 300 palabras— se equivocan de largo. Y puede que esto sea parte de una de las grandes virtudes de la profesora Céline Masson y la doctora Caroline Eliacheff, especialistas en trastornos psicológicos y psiquiátricos —sobre todo, infantiles—, y directoras del Observatorio de Discursos Ideológicos sobre la Infancia y la Adolescencia (también conocido como Observatoire de la Petite Sirène).
Su planteamiento sobre el transexualismo infantil no requiere de creencias específicas, por lo que puede compartirse desde las más distintas convicciones. Firma el prólogo de esta edición española la abogada feminista Paula Fraga, integrante de la Alianza contra el Borrado de las Mujeres. En este sentido, debe tenerse en cuenta que Masson y Eliacheff no se centran en cuestiones de otro orden; no discuten la transexualidad adulta, ni la homosexualidad. Pero advierten de que el sexo es una realidad biológica objetiva y, dado que se halla en los genes, es imposible cambiarlo. Y aquí radica otra virtud del libro: el empleo del lenguaje.
En un contexto en que se confunde términos o conceptos como género, sexo, identidad sexual, orientación (o apetencia) sexual, las autoras señalan que los promotores de la agenda trans caen en recurrentes contradicciones. «¿No resulta paradójico afirmar que los órganos sexuales no definen el género y, a contrario sensu, querer adecuarlos al género elegido, suscribiendo así la idea de una representación anatómica del género?», señalan Masson y Eliacheff. Según ellas, no es realista decir que, al nacer, se nos «asigna» un sexo; lo que sucede es que, sin más, se constata una realidad genital. Por eso, «hablar de ‘cirugía de reasignación sexual’ es un uso incorrecto del lenguaje», en tanto que «estas operaciones son mutilaciones sexuales, y no operaciones estéticas como pretenden los militantes, puesto que se trata de amputar órganos externos e internos destinados a la reproducción y al placer».
El libro, no obstante, se centra en la génesis ideológica y raíces sociológicas de lo que, a fin de cuentas —o eso entendemos conforme avanzamos en la lectura—, es un transtorno —o desorientación temporal que se diluye sin mayor problema— que no debiera tratarse a base de una muy peligrosa ingesta de hormonas y la irreversible intervención quirúrgica. Por eso, en un momento dado, las autoras comparan el auge de la denominada «disforia de género» con la anorexia. Pues lo que subyace es un conflicto con el propio cuerpo. En consecuencia, Masson y Eliacheff llegan a plantear que «la transidentidad es la manera moderna de expresar un profundo malestar de raíces múltiples, como en lo fueron la toxicomanía en la década de 1970 y los trastornos del comportamiento alimentario en la década de 1990». Las autoras describen cómo los lobbies ideológicos están implantando el transgénero infantil, cuáles son sus dolosas consecuencias y cómo los gobiernos que parecían más progresistas en esta materia se están dando cuenta de que deben echar freno y marcha atrás.
En el libro se cuenta con suficiente base de investigaciones y estadística, y una actitud cauta, si bien lanza una alerta acerca del crecimiento exponencial de este fenómeno —que se basa en la irracionalidad y el chantaje emotivista. En el agudo epílogo a la edición española, que firma José Errasti, leemos: «la unidad clínica de la Generalitat catalana dedicada a los problemas de identidad sexual y de género atendió a 19 personas durante el año 2012; nueve años más tarde la cifra superaba las 1400». No sólo se trata de niños y adolescentes con carencias emocionales y sociales, sometidos a aberrantes influencias que Internet vuelve más nocivas y virulentas. Se trata de una atmósfera ideológica y de civilización que las autoras identifican como «odio al ser humano» y que entronca la ideología LGTB+ o queer con el transhumanismo. Una «mutación antropológica» como no se había concebido hasta la fecha.