'Retratarte': lo que cuentan los retratos
No estamos ante un estudio del retrato, ni ante un análisis histórico artístico de las obras seleccionadas. Carlos del Amor hace hablar a sus protagonistas, introduciéndonos de su mano en distintas épocas y escuelas
A primera vista podríamos pensar que estamos ante un ensayo sobre el género del retrato, o bien ante el análisis y estudio comparativo de una selección de pinturas que abordan este tema. Lo cierto es que lo que se propone el autor es dar vida a los treinta y cinco protagonistas de las obras seleccionadas, a la vez que presentar a sus autores. De esta forma, Carlos del Amor trasciende las cuestiones puramente formales, inherentes a la Historia del Arte, para adentrarse en la humanidad de los retratados.
Este planteamiento determina la estructura de este ensayo, dividido en capítulos independientes determinados por las distintas pinturas, sin una trama común, casi a modo de microrrelatos. A lo largo de estas páginas el autor nos abre a diferentes escuelas, como la italiana, la alemana, la española, la francesa o la vienesa, a partir de maestros de la talla de Ghirlandaio, Piero de la Francesca, Caravaggio, Durero, Juan Pareja, Renoir o Klimt, por citar únicamente algunos de los más significativos. Ya estos nombres denotan un marco cronológico amplio, un viaje en el tiempo y en el espacio, desde el Quattrocento italiano hasta el arte actual.
La sucesión de épocas no es, sin embargo, el criterio para ordenar el argumento del libro, como se advierte al comenzar con Renoir, pintor impresionista de la segunda mitad del siglo XIX, y terminar con Ghirlandaio, uno de los máximos representantes del renacimiento italiano del siglo XV. Esto da idea de que el autor no pretende un desarrollo de estilos o lenguajes artísticos, sino que propone un diálogo con los personajes.
Carlos del Amor pone de manifiesto su dominio de diversos recursos literarios, por lo que monólogos, discursos, diálogos o relatos de ficción están al servicio de la interpretación de las pinturas. La introducción de las imágenes no hace sino potenciar la presencia de los personajes ante el lector, despertando emociones y sentimientos encontrados, en la medida en que se juega con realidad y fantasía, pasado y presente, dolor y gozo para escribir las distintas historias. No queda fuera la recreación de los sentimientos de los pintores al captar a sus retratados, siendo una de las más hondas la que se pone en boca de Van Gogh al retratar a su madre en 1888: «Si te tuviese delante, madre, te diría todo lo que no te he dicho durante estos años, todo lo que me he ido callando y que de alguna manera ha tejido en mi una especie de tristeza…».
espasa / 266 pág.
Retratarte
El escritor reclama nuestra atención sobre frentes y perfiles, sonrisas y tristeza, niños, jóvenes y ancianos, poniendo de manifiesto la captación psicológica derivada del retrato. Se trata de un enfoque totalmente original que busca conmover y despertar preguntas en el lector sobre los personajes que contempla, tal como apreciamos en el comienzo del Autorretrato de Alice Neel (1980): «Cómo me estáis mirando? ¿Qué pasa por vuestras cabezas? Os veo desconcertados, algo incómodos o quizá sorprendidos». Las respuestas no se agotan en las páginas del libro, pues el lector más curioso tratará de documentarse sobre referencias citadas en las distintas presentaciones, cómo en el Retrato del arquitecto José Ratés (h. 1660-1670), cuando su autor, Juan de Pareja, nos sitúa en el ámbito de Felipe IV y de Velázquez.
Tampoco se olvida el argumento del pintor y sus modelos, como los casos de Alex Katz y Ada o de Henri Matisse y Laurette. En este último caso, Carlos del Amor trata de imaginar el instante en que la dama posa ante las exigencias del maestro: «No te muevas, quédate así. Me gustaría captar el momento de relajación, de descanso e incluso de hastío. Soy probablemente consciente de que quizá estés harta de mi». En otros casos, Carlos del Amor pone de manifiesto el ejercicio técnico de los artistas, poniendo en boca de Paula Modersohn-Becker, al realizar su autorretrato en 1906, que «ahí están reflejadas todas las horas invertidas en la Escuela de Anatomía de París, estudiando huesos y músculos, intentando acertar con las proporciones». Frente a esto, encontramos otras pinturas que huyen del parecido con la realidad para subjetivar el retrato.
Desde el punto de vista de la Historia del Arte se echa en falta algo más de rigor a la hora de constatar fuentes o de introducirnos en el análisis de la pintura, quizá hubiéramos equilibrado en mayor medida siglos y escuelas, pero entendemos que esto no es objeto de este texto, sino que se trata de una selección personal por parte del autor, con una exposición muy original, que nos abre a horizontes insospechados a partir de cada una de las pinturas, reflejando así la riqueza del arte como expresión de cada hombre y cada época.