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Portada de «Barioná y el hijo del trueno» de Jean-Paul Sartre

Portada de «Barioná y el hijo del trueno» de Jean-Paul SartreVoz de Papel

'Barioná y el hijo del trueno': el brillo de la vida y la esperanza

La primera obra dramática de Sartre fue representada en un campo de concentración nazi y tuvo como tema central el misterio de la Navidad

Noviembre de 1940. En el Stalag de Tréveris, los capellanes franceses consiguen permiso de los mandos alemanes para celebrar la Misa del Gallo. Uno de los prisioneros del campo propone, que, además de la misa y un concierto, en la noche del 24 de diciembre se represente un auto de Navidad. Este prisionero no es otro que el filósofo Jean-Paul Sartre (1905-1980), capturado en Padoux meses atrás.

Durante un mes y medio, Sartre escribirá, dirigirá, ensayará y finalmente representará en un barracón infame una pieza dramática centrada en el misterio de la Navidad. Una obra «de un prisionero, interpretada por prisioneros y para prisioneros» tan cargada de fe, esperanza y caridad como una esponja embebecida de Evangelio. La titulará Barioná, el juego del dolor y la esperanza, y varios teólogos la describirán como uno de los relatos más atinados y conmovedores del nacimiento de Cristo. Que su autor fuera ateo, anticristiano y emisario del nihilismo resulta una curiosa paradoja – o un misterio.

Portada de «Barioná y el hijo del trueno» de Jean-Paul Sartre

voz de papel / 140 págs.

Barioná y el hijo del trueno

Jean-Paul Sartre

Barioná es el jefe de los judíos de Bethsur, una aldea próxima a Belén. Esta languidece y se marchita: la tierra no da fruto, los jóvenes se han ido y apenas nacen niños. Por si fuera poco, Roma continúa exigiéndoles el pago del tributo. Ante tanta adversidad ininterrumpida, el feroz zelote no ve otra salida que hacer jurar a su pueblo que no engendrará más niños. Así no perpetuarán el sufrimiento. En unos pocos años, todos morirán y no quedará rastro de ellos. La decisión de Barioná se revela más mortífera e inquebrantable cuando se entera de que su mujer, Sara, está esperando un hijo.

Al convertir a su pueblo en un «pueblo para la muerte», Barioná renuncia a la esperanza. Piensa que la vida es «una trampa» que no tiene sentido ni valor: «mi sabiduría me ha dicho: la vida es una derrota, nadie sale victorioso, todo el mundo resulta vencido, todo ha ocurrido siempre para mal y la mayor locura del mundo es la esperanza (...) tenemos que acostumbrar nuestras almas a la desesperanza». Él, como los demás, también había anhelado la venida del Mesías, pero se ha desengañado: «Si un Dios se hubiese hecho hombre por mí —le confiesa al procurador Lelius–, le amaría excluyendo a todos los demás, habría entre Él y yo algo así como un lazo de sangre, y no tendría vida suficiente para demostrarle mi agradecimiento: no soy un ingrato. Pero, ¿qué Dios sería suficientemente loco para eso?».

Su terrible y exaltadora acusación contra la existencia lo lleva a lanzarse a una desesperación mayor: emprende el camino hacia Belén para matar al niño desvalido que ha nacido en un pesebre y al que todos empiezan a reconocer como el prometido Mesías.

Con emotividad y un estilo lleno de lumbres poéticos, Sartre articula un conflicto dramático que gira en torno a la decisión más radical a la que puede aspirar la libertad humana: aceptar la esperanza o rechazarla. En esta obra –y sólo en esta, hasta donde sabemos– Sartre planteará que la libertad humana, la capacidad de llevar a cabo nuestro proyecto de vida, sólo tiene sentido bajo la esperanza, que a su vez adquiere su fundamento en la encarnación de Dios; en el Nacimiento de Cristo.

Sartre planteará que la libertad humana, la capacidad de llevar a cabo nuestro proyecto de vida, sólo tiene sentido bajo la esperanza

Es conmovedora la ternura con la que el autor describe las escenas de la Natividad. El asombro, la reverencia – ¡y también el amor! – con los que María y José contemplan al Niño, un «Dios muy pequeñito al que se puede estrechar entre los brazos y cubrir de besos» resultan inolvidables. Varios de los cientos de prisioneros que asistieron a la representación de Barioná en aquel barracón del campo de concentración se convirtieron al cristianismo, y otros muchos recordaron durante años las palabras que Sartre escribió sobre el sufrimiento y la grandeza de la redención.

Debemos a José Ángel Agejas la recuperación del manuscrito original –una proeza que acometió hace más de veinte años– y a Voz de Papel su publicación en español con el título Barioná y el hijo del trueno. La nueva edición, ampliada y revisada, incorpora un estudio introductorio en el que se analizan los elementos de la obra que guardan relación tanto con el pensamiento y vida de Sartre –la como pérdida del padre y de la fe – como con nuestra sociedad. El sentimiento de vacuidad y la falta de significado parecen estar detrás de las bajas tasas de natalidad y el número de suicidios que sufrimos. Barioná nos interpela a todos, creyentes o descreídos: de nosotros depende abandonar nuestra mirada crepuscular y considerar el porvenir un comienzo y no un ocaso.

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