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Portada de «Unas palabras antes del apocalipsis» de Adrien CandiardEncuentro

'Unas palabras antes del apocalipsis': el final del mundo es un concepto nuclear de las creencias católicas

En un contexto de fatalismo climático, amenaza bélica mundial y visión inmanente, el fraile dominico Adrien Candiard repasa con detenimiento el anuncio de fin de los tiempos que se lee en el evangelio de Marcos

Vivimos en una época en que se dan varias reacciones ante incertidumbres y fenómenos que producen desasosiego. Por un lado, un alarmismo de ribetes fatalistas que induce a los ciudadanos corrientes a renunciar a sus comodidades, sus hábitos e incluso sus libertades, so pretexto de que, sólo mediante estos sacrificios, se logrará salvar el planeta. Por otra parte, hay quienes desean —o lo dicen con una ironía que trasluce hartazgo— «que caiga el meteorito» para que de verdad llegue el fin el mundo. Luego están quienes se hallan plenamente convencidos de que los últimos tiempos están ya en acción; las trompetas del Apocalipsis resuenan, pero nada más que unos pocos son capaces de escucharlas.

El dominico Adrien Candiard (París, 1982) —residente en Egipto, de fluido manejo de la lengua castellana, autor de La libertad cristiana: de Pablo a Filemón (Ediciones Encuentro, 2022), y especialista en islam— aborda esta cuestión, empezando por una declaración sin paños calientes: «Como hermano de la orden de predicadores, sacerdote católico, es evidente que no ignoro las crisis por las que está pasando la Iglesia, ni su descenso numérico aparentemente impensable en Occidente». Y añade: «No tengo necesidad de recurrir a largos discursos para recordar que las plagas que se han abatido sobre la humanidad, los jinetes del Apocalipsis, frustrados por algunos decenios de relativa inactividad, cabalgan con más alegría que nunca sobre el conjunto del planeta».

encuentro / 96 págs.

Unas palabras antes del apocalipsis

Adrien Candiard

A partir de estos mimbres, se establece la tesis de Candiard. La cual no contiene —más bien, al revés— ninguna pretendida interpretación sobre signos de los tiempos para esclarecer las metáforas del último libro del Nuevo Testamento —cuya autoría se atribuye al apóstol Juan. De hecho, la mayor parte de textos que cita Candiard —y son pocos— proceden del evangelio de Marcos, del denominado discurso escatológico de Cristo. En este discurso, el Nazareno parece que habla de dos momentos, o que traslada dos anuncios. El primero podría entenderse que se refiere a la destrucción del Templo de Jerusalén, que acaecería unos cuarenta años más tarde, cuando las legiones de Tito aplastasen la rebelión judía. La segunda parte del discurso se suele interpretar en clave más genérica, pues columbra el final del mundo. Sin embargo, y como sugiere Candiard, es probable que ambas partes del discurso insistan en una misma idea que, además, es la que hila el Apocalipsis de Juan: se trata de una revelación válida para todas las épocas, empezando por los coetáneos de Jesús.

Esta observación de Candiard se concreta en recordar lo que siempre ha creído la Iglesia: un día llegará el fin del mundo. Y no meramente un final físico, astronómico. Será un final de unas características muy unidas a dos conceptos cristianos: el Pecado Original y la Redención. La maldad humana conduce a una hecatombe. De modo que el Apocalipsis no es tanto un castigo divino, sino una conflagración final entre una humanidad que, en su mayoría, rechazará la Redención, y Dios en su empeño por salvar a los hombres. Aquí el autor insiste en las palabras de Jesucristo: «Nadie sabe el día ni la hora».

Sin embargo, y como se advierte en este libro, en la actualidad incluso dentro de la propia Iglesia se ha desechado esta noción teológica. Prueba de ello es la escasa perspectiva trascendental con que se ha vivido la pandemia de la Covid, y la visión tan inmanente de acontecimientos como las guerras o la contaminación medioambiental. En este sentido —y aunque da la impresión de que Candiard no dice nada nuevo—, aquí estriba la oportunidad de este opúsculo. Recuerda una verdad de fe para los católicos, en una atmósfera tan repleta de desesperanza como de carencia de visión propiamente cristiana. Porque el Apocalipsis habla de esperanza: un Cielo nuevo y una Tierra nueva. De hecho, el proceso del fin de mundo es la propia historia humana desde que Adán y Eva fueron expulsados de Edén.

En el libro hay algunas consideraciones que, en consonancia con los argumentos fundamentales, podrán compartir más o menos lectores. En todo caso, resulta de provecho la reflexión general del autor: el ser humano se encuentra en disposición técnica de acabar con la vida en este planeta. Sumiéndolo en la polución, resecándolo o inundándolo de armas atómicas. Dicho de otro modo; el incentivo hacia el mal que supone el Pecado Original se refuerza con una potencialidad nunca antes conocida. Por otro lado, también habrá lectores que no asuman algunas valoraciones propiamente históricas de Candiard, como el pasaje relativo a Francisco de Asís en las Cruzadas, o el abultado dato de que la Peste Negra acabara con la mitad de la población en Europa. No faltará quien añada otras objeciones de este cariz que, no obstante, en nada alteran el contenido global de este librito.