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Portada de «El político» de AzorínFondo de Cultura Económica

'El político': manual de habilidades sociales basado en la sencillez, la sagacidad, la constancia y el realismo

Antes de que apareciera el género de autoayuda, la literatura española solía mostrar una aguda visión psicológica para desenvolverse en la vida pública: desde Gracián hasta Azorín

El alicantino José Martínez Ruiz (1873–1967) es más conocido por su seudónimo Azorín —vinculado a una trilogía que publica entre 1902 y 1904—, por su extensa tarea periodística y por su estilo. Autor de una larga lista de libros —novela, ensayo, análisis literario y una profusa diversidad temática—, y hombre que anduvo en un anarquismo juvenil y un conservadurismo adulto —salpimentado con su adhesión a casi todos los cambios de régimen en España—, su estilo parece esconder o balancear un ánimo inquieto.

Su estilo más sólito y asentado se define por la brevedad, claridad y concisión, pero aderezadas por sutilezas de sabor diverso: un punto de lirismo sobre lo que podría entenderse como anécdotas o detalles banales, una tarea de buceo en el léxico, y unas pizcas de ironía o incluso mordacidad de regusto más dulce que agrio. Lo tenue de su estilo también afecta, en muchos casos, a la escasa intensidad diegética —a veces la trama es una excusa para mostrar pinturas de personajes, ambientes y la fugacidad de la vida— y a la suavidad de los tonos nostálgicos o evocadores. Ni cae en el diletantismo, ni se regodea en la tragedia.

El político es un prontuario de casi medio centenar de consejos —seguidos por un «Epílogo futurista»— en que es fácil detectar la ironía simpática y la sosegada aceptación de la suciedad —o mera imperfección— que supone dedicarse a la república. No encontramos aquí la gravedad y astucia del Breviario de campaña electoral —opúsculo cuyo título original divide a los filólogos (De petitione consulatus o Commentariolum petitionis), y que Eduardo Fernández tradujo para Rialp (2017) Cómo ganar las elecciones— que Quinto Tulio Cicerón escribió para su célebre hermano.

Aquí localizamos afirmaciones que siguen sorprendiendo por su agudeza. Algunas observaciones parecen encajar en nuestros actuales mandatarios: «Lo que el político debe procurar ante todo es que los espectadores no vean que él duda de sí. La indecisión, la perplejidad, no se deben ofrecer al público … Si el político duda de sí ¿cómo no han de dudar los que le miran?». Otros pasajes sería deseable que los pusieran en práctica quienes nos legislan: «Mézclese en la vida menuda de los labriegos y aprenda en ella las necesidades, dolores y ansias de la nación toda». Como toda obra de esta naturaleza, la aparente contradicción salta de capítulo en capítulo: «No se prodigue ni en la calle, ni en los paseos, ni en espectáculos públicos. Viva recogido. Al hombre de mérito se le estima tanto más cuanto menos podemos apreciar los detalles pequeños, inevitables, que le asemejan a los hombres vulgares».

Con una notable —e incluso explícita— influencia de Baltasar Gracián, Francisco de Quevedo, Benito Feijoo y Saavedra Fajardo, entre otros, El político resulta una lectura útil para cualquier persona que desee desenvolverse entre sus conciudadanos. Mediante un repetido recurso a la sagaz vulpeja, Azorín perfila los modos como se debe funcionar en la vida pública. Hay muchas dosis de lo que hoy se podría llamar «inteligencia emocional» o «habilidades sociales», y que incluye desde la eubolia y el arte del manejo de los tiempos, hasta la templanza, la moderación, la constancia y la ductilidad.

Dicho de otro modo: es una versión de Oráculo manual de Gracián, pero expuesto «con brevedad y sin confusión», como el autor asegura al comienzo. Al mismo tiempo, Azorín nos dice: «yo, al cabo de leer muchos libros y de tratar a muchas gentes, he visto que sé muy poco». Esta aparente humildad y simpleza es un trampantojo que nos debe servir de advertencia: El político es un libro que ha de leerse despacio, y luego releerse. Y, si es posible, llevar a la práctica con la misma actitud con que está escrito. Al concluir este escueto manual, el lector debe retener la pregunta postrera: ¿qué es el honor?

Azorín redactó El político en 1908, si bien las primeras páginas ya aparecieron el último día de 1907 en el Diario de Barcelona. Publicó el libro ese mismo año en Madrid (Librería de los Sucesores de Hernando), y en 1919, incluyendo el «Epílogo futurista», Rafael Caro Raggio realiza la segunda edición. En 1910 y en 1931 aparecen sendas traducciones al italiano en Florencia. Espasa–Calpe imprime este librito en cinco ocasiones entre 1946 y 1984. Actividades Reunidas Aitana acomete en 2017 en Elche una esmerada edición conmemorativa e institucional, promovida por las Cortes Valencianas, y con introducción histórica y notas biográficas a cargo de Pedro Egea Bruno. Francisco José Martín es el responsable de una concienzuda edición en Biblioteca Nueva (2007), y Fondo de Cultura Económica lo publica en formato cómodo y precio muy asequible.