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«El Grupo Tácito» de Juan Antonio Ortega Díaz-AmbronaCEU Ediciones

'El Grupo Tácito' o la semilla democristiana de nuestra Transición

Juan Antonio Ortega Díaz-Ambrona reconstruye la historia del think tank, comité de redacción y grupo político que, buscando la concordia democrática de los españoles, anticipó el centrismo del presidente Suárez

En su fase final, el franquismo arrojaba un patente desfase entre el desarrollo económico y el político. La parálisis impuesta por los gobiernos «tecnócratas», comandados por el almirante Carrero Blanco, originó voces disidentes y la decisiva desafección de una parte muy relevante del mundo católico. Surgieron entonces desde dentro del sistema los «aperturistas», que abogaban por la liberalización del régimen y encontraron un punto de encuentro, también generacional, con los integrantes de la «oposición tolerada». En tanto no se autorizaban las anunciadas y tantas veces pospuestas «asociaciones políticas», un remedo de partidos con el que podían llegar a transigir los nostálgicos, unos y, sobre todo, otros debían explotar lo que Cristina Palomares (véase su libro de mejor contenido que título Sobrevivir después de Franco) denominó el «uso de canales alternativos para la discusión de los asuntos políticos». Esas vías paralelas para explorar la libertad consistieron en encuentros privados, periódicos y revistas, grupos de estudio y clubes (normalmente articulados en torno a una publicación), sociedades mercantiles y asociaciones culturales. Aunque de participación relativamente reducida, estas iniciativas no dejaron de representar un meritorio y absolutamente indispensable retorno de la sociedad civil.

«Pienso que cuando se estudie el tránsito del franquismo a la democracia los artículos y actividades de Tácito resultarán un material muy esclarecedor». Así se expresaba en la Transición Juan Antonio Ortega Díaz-Ambrona, que medio siglo después recoge su propio guante para historiar aquella empresa de pedagogía de la democracia alumbrada en el seno de la Asociación Católica de Propagandistas y a iniciativa de su entonces presidente, Abelardo Algora. Aquella agrupación, al principio poco más que personal, reunió, en especial, a juristas y diplomáticos. Y debió su nombre tanto al historiador romano como a la lectura entre líneas de sus mensajes. Pocas veces en aquel régimen autoritario fue tan cierta aquella máxima de Paul Valéry de que «la literatura la crea el lector».

Ortega Díaz-Ambrona, incluido por aquel entonces entre los «100 españoles para la democracia» de ABC y más tarde ministro en los gabinetes de Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo, resulta sin duda el testigo privilegiado para reconstruir aquel grupo inicialmente conformado para la reflexión sobre la actualidad y, sobre todo, para la orientación de la opinión pública española y de su clase política. Aborda, en consecuencia, la experiencia de Tácito en tres facetas distintas: el grupo que firmó bajo ese pseudónimo casi doscientos artículos políticos entre 1973 y 1976; el posterior embrión del primer «Partido Popular», germen del Centro Democrático y antecedente de la UCD que condujo a la victoria electoral a Suárez en 1977; y la cantera política más relevante para los gobiernos de los dos primeros presidentes de nuestra democracia.

ceu ediciones / 285 págs.

El Grupo Tácito

Juan Antonio Ortega Díaz-Ambrona

Firmante ya de dos imprescindibles relatos autobiográficos, Memorial de Transiciones (1939-1978) y Las Transiciones de UCD. Triunfo y desbandada del centrismo (1978-1983), el autor encara ahora una reconstrucción monográfica de Tácito, más inclinada quizá al tono académico y algo menos cosida por el finísimo sentido del humor de los anteriores. Es así que a la competencia propia del protagonista que recupera sus recuerdos une el recurso a una amplia panoplia de fuentes documentales, en su mayor parte depositadas en el valioso Archivo General de la Universidad de Navarra.

Con gran acierto, Ortega Díaz-Ambrona reconstruye la fundación, singladura y particularidades de lo que «funcionó de entrada como un híbrido de think tank, comité de redacción y de tertulia política». Caracterizado por los «modos versallescos» de sus componentes, Tácito facilitó durante seis años cruciales de «pretransición» un artículo semanal para el diario Ya, que pronto reproduciría el grueso de la cadena de prensa de la Editorial Católica. La mayoría de estas piezas saldrían de la pluma de José Luis Álvarez, Gabriel Cañadas, quizá el gran descubrimiento personal de este libro, y del propio Ortega, redactor, entre otros muchos, de «Los sucesores», texto por el que Tácito comparecería ante el Juzgado de Orden Público.

Una reconstrucción monográfica de Tácito, más inclinada quizá al tono académico y algo menos cosida por el finísimo sentido del humor de los anteriores

Una cuestión nada sencilla, la de la «militancia» en Tácito o paso por sus filas, motivos de la adhesión o desenganche y matizada adhesión ideológica de sus integrantes, se resuelve con especial pericia. Resulta muy atinado el repaso que se aborda de los por muy distintas razones- autoexcluidos Federico Silva, Joaquín Ruiz-Giménez y José María Gil Robles o de quienes, dotados de más fino olfato político como Alfonso Osorio, se ligaron transitoriamente a la empresa. A este respecto resulta significativo que el citado Osorio, antes renuente a desligarse de la idea de unas «asociaciones» dentro del Movimiento, vertebrara después el primer Gobierno de quien acababa de abandonar la Secretaría General del Movimiento. El Suárez recién designado presidente no deseaba verse asociado a sus anteriores amigos políticos, básicamente «azules». De entre los miembros permanentes destacarían nombres como José Manuel Otero Novas, Landelino Lavilla o Marcelino Oreja, más tarde ministros.

Quizá fuera la distinta comprensión de lo que cada uno entendía por «democracia cristiana», así como las razones de «oportunidad» maquiavélica (en el más técnico de los sentidos), lo que determinó la génesis de las formaciones originadas por Tácito (Partido Popular y Centro Democrático). En cualquier caso, la conquista de ese espacio político acabó por capitalizarla un Adolfo Suárez que antes había desplazado a personalidades sobresalientes como José María de Areilza y Manual Fraga.

La lectura de estas páginas confirma la tesis ya expuesta por el profesor Powell de transición «desde arriba», hoy tan injustamente denostada. De ahí la zumbona alusión de Ortega a la inclusión en algún artículo del momento del necesario «jabón al pueblo español tan maduro» (sic).

Estamos, de cualquier modo, ante un libro muy pertinente para poner en valor, como dice su dedicatoria, aquella «escuela de persuasión y respeto para una España democrática, abierta y reconciliada». Un reconocimiento que, haciéndoles justicia, trasciende a los propios tácitos.