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Portada de «La vejez como experiencia humana» de María Rodríguez y María ArriolaFundación Notariado

Los honores de la vejez a través del arte

Los cuadros que conforman este catálogo La vejez como experiencia humana en las pinturas del Museo Nacional del Prado aportan una mirada renovada y enriquecida sobre la ancianidad

Con motivo de la celebración del XII Congreso Notarial El envejecimiento de la sociedad: principal desafío del siglo (Málaga, 19-20 de mayo), la Fundación Notariado ha promovido la creación de un catálogo titulado La vejez como experiencia humana en las pinturas del Museo Nacional del Prado. Las especialistas encargadas del proyecto, María Arriola y María Rodríguez, profesoras de la Universidad CEU San Pablo, han realizado una cuidada selección de pinturas en las que se revelan los distintos perfiles de la vejez, como la vulnerabilidad, el decaimiento de las facultades o la dignidad que enviste una vida lograda.

«Nuestra sociedad ha perdido la capacidad de pensar en la vejez sin asociarla a la decrepitud», decía en una entrevista Pedro Olalla, autor de esa gran oda a la ancianidad que es De senectute política (Acantilado, 2018). Desde tiempos de Abraham, alcanzar la senilidad ha sido considerado una bendición. Sin embargo, las consecuencias de este logro nos resultan hoy poco atractivas. Para los que solo estiman la edad florida, la senectud es poco más que una fase inútil y fastidiosa que hay que mantener lo más lejos posible.

La vejez como experiencia humana en las pinturas del Museo Nacional del Prado

María Rodríguez y María Arriola

Iniciativas como la de la Fundación Notariado nos obliga a mirar esta etapa con ojos más compasivos: los de los artistas que nos cuentan que la senectud, aunque no exenta de dificultades, también puede ser fecunda. Velázquez, Ribera, Goya, Murillo, Sorolla o Fortuny, entre la casi veintena de maestros recogidos en el catálogo, tratan temas como el deterioro físico, la convivencia intergeneracional, los cuidados de los mayores y las ganas de seguir formándose o disfrutando. Aunque algunas obras ahonden en sus efectos dañinos -fragilidad, debilidad o soledad-, la mayoría muestra la belleza que hay en la edad provecta. Los ancianos son, por sabiduría y experiencia, referentes y maestros para las generaciones posteriores. Tiziano se pinta a sí mismo despojado de oropeles pero revestido de dignidad: un collar de oro y un fino pincel que lo acreditan como pintor y caballero son los únicos elementos que el anciano artista incluye en su autorretrato.

Otras obras exploran la necesidad universal de afecto y calor cordial, que en la vulnerabilidad de la vejez se hace más patente. José Alea Rodríguez nos invita a entrar en su Sala de un hospital, donde una anciana recibe con alegría la visita de sus familiares. Con el cariño de amigos y familiares, cuidados y alimento espiritual, las limitaciones físicas o psíquicas resultan menos penosas. Esto es lo que parece pensar el anciano marinero que, sin fuerzas ya para faenar, es atendido por su nieta en el cuadro de Luis de Bertodano. Decía Santiago Ramón y Cajal que «el viejo es, aunque otra cosa parezca, extraordinariamente emotivo y caviloso». En la vejez, la ternura se acrecienta, los rencores se desanudan y los pequeños goces se magnifican. No son pocos los ancianos ansiosos de pensar y aprender, como el simpático protagonista del dibujo Aún aprendo de Goya, que a pesar de su fragilidad y su torpe caminar mantiene el espíritu despierto y activo.

En el catálogo La vejez como experiencia humana en las pinturas del Museo Nacional del Prado se han recogido pinturas habituales en la exposición del Museo, a la par que otras conservadas en los depósitos de la pinacoteca o cedidos a otras instituciones. El comentario de cada obra comienza con una contextualización enfocada a la identificación de las figuras y los pormenores recreados, sin dejar al margen detalles de las biografías de los maestros que enriquecen el significado último de las pinturas. La labor docente de las autoras se manifiesta en estos análisis, provechosos e interesantes para cualquier lector. En el Viejo desnudo al sol de Mariano Fortuny, subyace la impronta dejada por su abuelo paterno, que lo cuidó y fomentó su carrera como pintor. En el terrible Saturno que decoraba la planta baja de la Quinta del Sordo, se ha querido ver la melancolía de un Goya septuagenario.

El catálogo forma parte de las iniciativas que la Fundación Notariado, bajo la coordinación de Jorge Prades, ha puesto en marcha para para resituar el papel que los mayores desempeñan en nuestras sociedades, reclamar su valía y propiciar acciones políticas que nos garanticen a todos una vejez venturosa.

El catálogo puede consultarse online de manera gratuita a través de este enlace.