'Anoxia': loa a la fotografía mortuoria
Una novela con la muerte en el centro y su modo de vivirla desde este lado. Miguel Ángel Hernández condensa en ese último adiós al ser querido el duelo, la pérdida, la memoria y la culpa
El mundo del arte es una constante en la obra de Miguel Ángel Hernández, no en vano es profesor de esta disciplina. En esta su última novela desarrolla el argumento dentro del campo de la fotografía artística. Dolores Ayala dirige un estudio de fotografía en un pueblo de la costa murciana. El negocio se sostiene más por mantener la memoria viva de su difunto marido que por necesidad o beneficios económicos, en una época en la que la expansión de la fotografía doméstica casi parece haber acabado con la profesional. La novela comienza con una llamada en la que le encargan el más extraño de los trabajos: fotografiar a un muerto en el tanatorio. A través de ese trabajo conocerá a Clemente Artés, un anciano que ha pasado toda su vida fotografiando la vida y especialmente la muerte.
El tanatorio es el «no lugar» por excelencia, un sitio donde pasamos de puntillas, ni nos lo apropiamos ni nos añade nada. Esas salas universalmente repetidas donde no podemos evitar ir con más o menos intensidad emocional, pero siempre lo abandonamos con ese sentimiento de extrañeza de no haber estado en ninguna parte. Anoxia sucede en gran parte en tanatorios y ese sentimiento de alteridad empapa sus páginas. La mirada del fotógrafo sobre la muerte es fría y calculadora, también estética y de un sentimentalismo contenido para descubrir la belleza en algo tan complicado de asimilar como es el adiós definitivo a un ser querido.
anagrama / 280 págs.
Anoxia
La muerte, el duelo y la memoria son los temas principales de esta novela, tanto desde un punto de vista estético, por la profesión de Clemente y más adelante la de Dolores, como desde la experiencia personal, pues los personajes han perdido a seres queridos y tienen diferentes modos de enfrentarse a esa pérdida. En un tiempo en el que parece que la última de las fronteras se convierte en algo a evitar o enfrentarse maquillándolo (de ahí la funcionalidad aséptica de los tanatorios, la estética zen de las urnas funerarias), se agradece un libro que afronte el asunto con valentía y ningún tipo de eufemismo.
La muerte también aparece en la anoxia, o falta de oxígeno, que sufrió el Mar menor a finales de 2019 y provocó la muerte de miles de animales, pues es en ese momento en el que está ubicado la novela. La fuerza de las lluvias torrenciales que arramblaron con las viviendas y que provocaron aquella matanza de peces y demás seres marinos. Me parece que las escenas, que son fotografiadas por Dolores, tienen mucha fuerza narrativa y de algún modo sirven de contrapeso para los mundos interiores en los que se desarrolla el resto de la novela: casas vacías, hospitales, los tanatorios, que paradójicamente provocan en el lector una sensación de anoxia (yo diría más bien asfixia, pero ya que estamos con el tema) que es difícil de eliminar.
Miguel Ángel Hernández es un autor con un prestigio literario merecido gracias a un buen número de novelas. En esta se le aprecia la experiencia y una dominación de la técnica. Siendo una novela con innegables méritos, tiene también algunos aspectos concretos que transmiten la sensación de excesiva rapidez en la escritura o en la edición. Los diálogos me parecen poco trabajados, con reiteraciones y lugares comunes en cuanto a la manifestación de ideas y sentimientos (cada día valoro más la elipsis narrativa). Desde el punto de vista argumental hay un aspecto, puramente narrativo, que tampoco me funciona: se transmite la sensación de que algo misterioso se va a desvelar casi desde el principio, pero se estira tanto el desvelamiento que cuando sucede ya se ha perdido la expectación.
Miguel Ángel Hernández ha escrito una novela con un tema original, valiente y con mucho interés. Su hechura correcta y tradicional puede interesar a amantes del arte, y especialmente de la fotografía. La ubicación de la novela en una Murcia posvacacional, desbordada por el torrente y asfixiada en su mar crea un interesante balance con el tema de la muerte.