'Gente muy fría': cómo conocí a Sarah Manguso
Alpha Decay publica la primera novela de la poeta y ensayista Sarah Manguso, una de las grandes promesas de las letras estadounidenses
Sobre la pista de Sara Manguso (Massachusetts, 1974) me puso Raphael Bob-Waksberg, escritor y creador de la serie BoJack Horseman (para los que no os suene por su nombre, es esa de dibujos animados para adultos cuyo protagonista es un caballo). Hace cosa de un año, Raphael tuiteó la foto de un libro sobre un cielo azul con el comentario: «Sarah Manguso es una de las mejores escritoras que tenemos y su nueva novela Very cold people es increíblemente buena». Mejores escritoras. Increíblemente buena. Ante esos claims dignos del mejor marketing editorial me vi desarmada. Además, todos sabemos que cuando un autor al que admiras señala un libro, la tonta —es decir, yo— mira rápidamente cómo hacerse con él.
Pero como a mí me gusta seguir la corriente, pero también ir un poco a la contra, entonces decidí que de esta autora lo que yo tenía que leerme era 300 arguments (2017), una especie de antología de aforismos y pensamientos con trescientas entradas que Raphael también recomendó en su momento. «Toda historia de éxito puede relatarse como una sucesión de fracasos». «La felicidad empieza a deteriorarse en el momento en que se le pone nombre». «Aspirar a la fama es aspirar a una vida llena de conversaciones de ascensor». Y podría rellenar la reseña entera con entradas de aquel libro: lo disfruté mucho y recomiendo su lectura.
Ha sido ahora cuando, gracias a la editorial Alpha Decay, por fin he podido disfrutar de Gente muy fría (2023), en excelente traducción de Julia Osuna Aguilar.
alpha decay / 186 págs.
Gente muy fría
Ruthie, la protagonista de esta novela, vive con sus padres en Waitsfield, un gélido pueblo ubicado en el estado de Massachusetts. A lo largo de las páginas del libro somos partícipes de su transición desde la niñez a la entrada en la etapa adolescente; unos años que estarán marcados por la escasez, la miseria («Bebíamos leche en polvo y nunca tirábamos comida») y los abusos en todas sus acepciones. Con todo, los componentes que más mella harán en el relato sin duda serán la falta de comunicación que existe entre sus personajes, sobre todo entre madre e hija; y también el complejo de clase, un virus que al parecer inocularon a los habitantes del pueblo a finales del siglo XX y que se ha seguido replicando en el presente. «Él era dueño de esa clase de autoridad que se te otorga con solo decir tu apellido» (la Ruthie adolescente, refiriéndose a un vecino).
Marcados por este contexto implacable, los personajes que encontramos en Gente muy fría están profundamente heridos, en ocasiones próximos a asemejarse a autómatas, y a lo largo de toda la novela se esforzarán por esconder su dolor de la vista de los demás y de sí mismos. Será entonces cuando la pericia literaria de Manguso, a golpe de elipsis y confesiones a medias, haga que sea el lector el que tenga que sacar sus propias conclusiones.
Y es que una de las cosas que más me han atraído de esta obra ha sido su prosa, próxima a la taquigrafía, un estilo que contribuye a transmitir constantemente esa atmósfera de frialdad y suspensión de los sentimientos que tan bien encaja con el escenario en el que se desarrollan las escenas. Y la elección de la palabra escenas no es arbitraria: la novela no se desarrolla siguiendo la típica estructura lineal, sino que muestra más bien una concatenación de fotografías al estilo carveriano, con un fraseo que recuerda a Vonnegut y una crudeza que me trajo a la mente los relatos de Lydia Davis (cuya única novela también acaba de reeditar la editorial). Pero entre los huecos que deja ese ritmo taquigráfico también he visto espacios para que brote la poesía, disciplina que la autora es evidente que domina: «En las mañanas de invierno la luz se extendía sobre el paisaje como un caldo aguado».
Aunque, como decía, el libro no cuenta con una trama clásica per se, la realidad es que su estructura, más fragmentaria que convencional, no jugó en su contra: hay algo en la forma de escribir de Manguso que cautiva al lector, quien sabe que, aunque en un primer vistazo a las páginas pueda parecer que en ellas no está pasando mucho, la realidad es que en las instantáneas que se presentan está ocurriendo la vida entera.
Me he dejado para el final un pensamiento con el que me sentí muy identificada del ya citado 300 arguments: «No envidio a los buenos autores. Envidio a esos que piensan que puede que ellos sean buenos». Pues bien, este no es el caso de Sarah Manguso, que es muy buena pero probablemente todavía no lo sepa. Sin embargo, gracias a la editorial Alpha Decay ahora podrán ser muchos los lectores que se enteren.