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Portada de la novela de «Sin novedad en el frente» de Erich Maria RemarqueEdhasa

'Sin novedad en el frente': novela imprescindible para nuevos tiempos de guerra y miedo

Edhasa reedita el clásico de la literatura bélica de Erich Maria Remarque con motivo de la reciente adaptación cinematográfica por parte de Netflix

Empezaré esta reseña destripando el final del libro, porque me parece importante para que se comprenda la naturaleza de Sin novedad en el frente, de Erich Maria Remarque (Edhasa): el protagonista muere, y lo hace de una manera horrible.

En una trinchera alemana excavada en los campos de Bélgica durante la Primera Guerra Mundial. Solo, en los últimos alientos de la contienda, después de haber sobrevivido a las situaciones más infernales.

Edhasa / 255 págs.

Sin novedad en el frente

Erich Maria Remarque

Su muerte resultó apenas anecdótica. Ni siquiera mereció una nota a pie en un informe militar. «Sin novedad en el frente», decía el parte de guerra de ese día.

Erich Maria Remarque cambió su apellido y lo afrancesó tras combatir en la Primera Guerra Mundial. Su verdadero nombre era Erich Paul Remark.

Soldado alemán, participó en la Gran Guerra, fue herido y regresó al frente tras su convalecencia. Su experiencia en las trincheras desarrolló en él un profundo antimilitarismo y un rechazo absoluto a cualquier ideología nacionalista.

El auge del nazismo lo forzó a abandonar su país y buscar refugio en Estados Unidos. Sin novedad en el frente, sin ser una novela autobiográfica, recoge muchas de sus vivencias y puntos de vista.

La historia de Paul Bäumer y sus camaradas Tjaden, Müller, Albert Kropp y Katczinsky, todos antiguos compañeros de escuela, exuda una profunda humanidad en medio de una existencia absolutamente deshumanizada.

Los cinco amigos combaten como voluntarios. Todos tienen entre 19 y 20 años. Ninguno sabe muy bien por qué han acabado en las trincheras. No comprenden la guerra, esa «gran catástrofe de la humanidad», se han convertido en «bestias humanas» cuyo único objetivo es matar al enemigo.

Sólo un hospital muestra verdaderamente lo que es la guerra

«Somos cadáveres insensibles que, mediante un truco de magia, mediante un peligroso encantamiento, podemos todavía correr y matar», dice el protagonismo. Una afirmación que hace sin lamentos ni cinismo. Se limita a exponer una verdad.

El protagonista, Paul Bäumer, incapaz de describir con precisión lo que es una guerra, hace una afirmación lapidaria: «Sólo un hospital muestra verdaderamente lo que es la guerra». Porque sólo los horrores de los hospitales de campaña son comparables con los horrores de las trincheras.

Sin novedad en el frente describe la vida en la trinchera sin censura. El miedo, la enfermedad, las explosiones, los gritos de dolor, los cuerpos reventados por las explosiones, la desesperanza de la guerra.

Remarque logra que el lector experimente ese mismo miedo y comprenda que en una guerra morir no es lo peor que puede sucederte.

La guerra descrita por Remarque es una guerra hiperrealista. Aquí no hay épica, no hay búsqueda de honor ni gloria, salvo aquellos fanáticos que en las retaguardias de Berlín o París empujan a sus jóvenes más valiosos a morir desmembrados en un cráter belga mientras ellos siguen disfrutando de los placeres de la vida en la capital.

Con unas solas líneas de texto, Remarque consigue transmitir el horror de la guerra. Puede valerse para ello de un joven soldado temblando de miedo acurrucado en el fondo de un refugio durante un ataque de artillería.

O puede servirse de los gritos de un caballo quemado por una bomba: «Nunca había oído gritar a un caballo y apenas puedo creerlo. Es la desolación del mundo, la criatura martirizada, un dolor salvaje y terrible el que grita. Nos hemos puesto pálidos. Detering se levanta. ‘¡Desgraciados, matadlos de un tiro!’».

Remarque tampoco necesita recurrir a los intercambios de artillería para transmitir la verdad de la guerra lejos del glamour de las medallas, los uniformes y las banderas. Otro ejemplo: «La disentería nos corroe los intestinos. Las letrinas están constantemente llenas de hombres en cuclillas. Deberían mostrarles a nuestros compatriotas esos rostros grisáceos, miserables, vencidos, esos cuerpos doblegados».

En Sin novedad en el frente no todo son combates en las trincheras. Tan importante como la supervivencia en el frente es la vida en la retaguardia.

Cuando no están en las trincheras, Bäumer y sus camaradas matan las horas entre cartas, tabaco y buscando por todos los modos lograr una ración extra de comida que haga más amena su existencia sin sentido.

Porque todos ellos han perdido el sentido de sus vidas. Su único objetivo es vivir un día más y, tal vez, lograr que les hieran en un pie o en una mano para que los declaren inútiles para el combate y los manden a casa.

Convencidos de que nada hay que puedan hacer ellos para sobrevivir, se entregan a la fatalidad del destino como forma para aceptar lo que pueda suceder: «Del mismo modo causal en que resulto herido, conservo la vida. En un refugio a prueba de bombas pueden destrozarme, y, en campo abierto, puedo sobrevivir a los bombardeos sin ser herido durante diez horas. Cada soldado permanece con vida gracias al azar. Y todo soldado cree y confía en el azar».

Por no tener, ni siquiera tienen esperanza en poder reinsertarse en la vida civil una vez acabe la guerra. No creen que sepan hacer otra cosa que no sea disparar un fusil o clavar la bayoneta en la barriga de un soldado enemigo sin que se atasque.

«Eso sí sabemos hacerlo: jugar a cartas, maldecir y hacer la guerra. No es mucho para jóvenes de veinte años…, es demasiado para jóvenes de veinte años».

La reciente adaptación cinematográfica realizada por Netflix de este clásico de la literatura –adaptación que ha logrado cuatro Oscar en los Premios de la Academia–, ha vuelto a poner de actualidad este gran clásico de la literatura bélica, o más bien, antibelicista.

Para aprovechar el tirón de la película –nadie puede culparles, más bien darles las gracias– Edhasa ha reeditado la novela en edición de bolsillo con el cartel cinematográfico en la portada. ¿Una operación de marketing? Evidentemente, pero también un buenísimo pretexto para recuperar una novela que todos deberíamos leer en estos nuevos tiempos de guerra y miedo.