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Portada de «Atenas 403. Una historia corta» de Vincent Azoulay y Paul IsmardSiruela

'Atenas 403': leer el pasado ateniense mirando hacia nuestro presente

Azouley e Ismard nos llevan de la mano a las entrañas de la crisis de la democracia ateniense para descubrir cómo pueden ser las recetas para solventar nuestras propias crisis

La Guerra del Peloponeso enfrentó durante décadas a dos ciudades irreconciliables en sus modos de vida y pensamiento. Los atenienses sufrieron una dura derrota a manos de Esparta. Las consecuencias no se hicieron esperar en el interior de aquella polis griega: una treintena de magistrados aprovecharon el desastre para acabar con aquella democracia restringida durante un año y conseguir la instauración de un gobierno oligárquico y arbitrario. Han pasado a la historia como los Treinta Tiranos encabezados por el aristócrata Critias, un exiliado que regresó en la primavera del año 404 antes de Cristo. De hecho, la ciudadanía se redujo considerablemente durante estos largos doce meses porque algo más de dos tercios de los atenienses perdieron la condición de ciudadanos.

Frente a ellos se situaron los defensores de la tradición democrática, que se organizaron para protegerla de estos tiranos. Lo que también nos lleva a apuntar lo obvio: la democracia ateniense, más allá de algunos parecidos, poco tiene que ver con la democracia tal y como la pensamos hoy. Fue un período de stasis o, como podríamos traducir, de guerra civil entre tiranía y democracia. En palabras de Tucídides, la mayor crisis que conmocionó el mundo antiguo. Fue Trasíbulo quien armó a un grupo de voluntarios que, entre negociaciones y batallas, lograron imponerse en el otoño del 403. La bandera de la democracia volvía a ondear en el Pireo. Lo curioso es que la política de los demócratas buscó la concordia con los derrotados y se selló con una procesión que ascendió armada hasta la Acrópolis para rendir culto a la diosa Atenea antes de la asamblea ciudadana.

Vicent Azouley (Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales) y Paul Ismard (Universidad de Aix-Marseille) se unen para contarnos esta historia fascinantemente convulsa de la que intentan sacar algunas lecciones para el presente. La interrelación entre ambos es atractiva porque uno es historiador y el otro antropólogo. El libro se lee de un tirón por la fuerza de las diferentes historias de vida que se recogen en estas páginas. La clave de bóveda se encuentra en esa idea del coro de la tradición teatral griega. No está mal escogida la metáfora porque Sófocles escribió en este tiempo sus reflexiones sobre el coro, aunque las hayamos perdido. Sin embargo, toda la fuerza de la metáfora se desluce a la hora de aplicarla constantemente en el ensayo. Por momentos, parece que los autores estiran demasiado el tropo como para tomárselo en serio. Al final, terminamos por no saber si existía un coro o varios semicoros enfrentados buscando sobrevivir en el caos del momento.

siruela / 480 págs.

Atenas 403. Una historia coral

Vicent Azouley y Paul Ismard

Aunque la fragilidad de la metáfora utilizada tiene mucho que ver con la complejidad de los conflictos de aquellos años que se hacen realidad en la rica narración coral. Hay todo tipo de personajes por estas páginas. Algunos más conocidos, como Sócrates o Lisias, y otros completamente desconocidos, como el esclavo Geris, el burócrata Nicómaco o la sacerdotisa Lisímaca, que protagonizan algunos de los mejores y más vívidos capítulos de la obra. En total, son diez personas que colorean un tiempo de enfrentamiento y que permiten identificar una sociedad diversa en circunstancias e intereses. Azouley e Ismard nos llevan de la mano a las profundas entrañas de la crisis de la democracia ateniense para descubrir cómo pueden ser las recetas para solventar las nuestras propias.

Atenas 403 se abre con una cita del poeta Joseph Brodsky que explica desde dónde se quiere escribir esta historia: «la verdadera tragedia no es cuando muere el héroe, sino cuando muere el coro». Los atenienses, o más bien algunos que tenían la autoridad suficiente para controlar la situación, quisieron cerrar la guerra civil con una reconciliación que favoreciese la regeneración de una comunidad maltrecha. La labor no fue sencilla. Nunca lo será en contextos traumáticos. Pero lo consiguieron en parte. Aquella Atenas se mantuvo en pie, de una forma u otra, hasta que las legiones romanas entraron en la ciudad en el año 86 antes de Cristo. Y la contestación que dieron a las tropas invasoras demostró que la identidad política ateniense aún era enérgica.