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Portada del libro «Sangre y petróleo» de Mohamed bin SalmánPlaneta

'Sangre y petróleo': el implacable príncipe saudí que quiere ser Alejandro Magno

La historia del príncipe heredero saudí Mohamed bin Salmán para conquistar el mundo ha dejado tras de sí un reguero de sangre y petróleo a la búsqueda de un sueño imposible

Érase una vez un joven príncipe del desierto obsesionado con Alejandro Magno. Vestía un impecable thawb y se tocaba con una tradicional kufiyya que le daba un innegable aire de respetable realeza.

Este príncipe se llama Mohamed bin Salmán, es el heredero al trono de Arabia Saudí y tiene un sueño que se llama NEOM, una ciudad que parece sacada de una novela de Philip K. Dick y que pretende construir al precio de sangre y petróleo que sea necesario.

Sangre y Petróleo, de los periodistas del Wall Street Journal Bradley Hope y Justin Scheck, ofrece un relato estremecedor de los tejemanejes de Bin Salmán para convertirse en el hombre más poderoso del mundo.

Península / 448 págs.

Sangre y petróleo

Bradly Hope y Justin Scheck

Los autores realmente no desvelan nada que no se supiese ya, o se sospechase, pero la intensa labor de investigación realizada les permite construir un perfil muy completo del personaje.

Un personaje que, con su sonrisa inocente, sus maneras educadas y sus sueños de adolescente millennial logró embaucar a medio mundo de las altas finanzas y de la política internacional para participar de su gran idea: la construcción de NEOM.

NEOM es un sueño futurista. Un capricho de alguien que tiene acceso a una fortuna inagotable y que no sabe en qué gastarla

¿Qué es NEOM? NEOM es un sueño futurista. Un capricho de alguien que tiene acceso a una fortuna inagotable y que no sabe en qué gastarla. Un espejismo en un desierto inhabitable. El reino inalcanzable de quien aspira a ser un dios inmortal capaz de vivir cientos de años.

La referencia a la edad no es una concesión literaria. En conversación con varios accionistas del proyecto Bin Salman anunció con total seriedad que tenía un equipo de médicos investigando en técnicas para alargar la vida. Los habitantes de NEOM vivirían cientos de años. Él mismo, cuando sea Rey de Arabia Saudí, aspira a reinar 300 años.

NEOM es una ciudad que ya se está construyendo en Arabia Saudí. Bin Salmán pretende que sea la nueva imagen del país, alejada del extremismo religioso, de la dependencia de los petrodólares y de las costumbres bárbaras ancestrales.

Bin Salman aspira al refinamiento, a construir un país modelo de desarrollo tecnológico, cultural y social. La carta de presentación de ese nuevo país sería NEOM.

Mohamed bin Salman la imagina como una urbe altamente tecnificada, con playas de arena que brilla y montañas nevadas donde se pueda esquiar en pleno desierto. Una ciudad con coches voladores y una luna artificial construida por la NASA.

Una ciudad desde donde poder viajar al espacio en escapadas turísticas y viajar a Egipto por un puente que conectaría ambos países.

Bin Salman gastó 450 millones de dólares en la casa de subastas Christie’s de Nueva York para adquirir el Salvator Mundi de Da Vinci

Una ciudad donde, por supuesto, la estricta ley islámica wahabita que rige en Arabia Saudí no se aplicaría. Se podría beber alcohol, las mujeres podrían vestir como quisieran, bailar en discotecas y la justicia respondería ante él mismo.

Otro de sus grandes proyectos: un gran museo de arte de estilo occidental con una gran obra de referencia mundial. ¿Qué mejor que un Da Vinci raro y extraviado para cumplir esa función? Bin Salman gastó 450 millones de dólares en la casa de subastas Christie’s de Nueva York para adquirir el Salvator Mundi del maestro italiano.

Pero en algún momento cambió de idea y el cuadro acabó colgado en su yate personal, el Serene, o tal vez lo lanzó al mar. Hay muchas especulaciones sobre ese particular.

Mohamed bin Salmán también quiso pasar a la historia del islam e impulsó la mayor ampliación de la mezquita de La Meca, proyecto que acabó en tragedia cuando se desplomó una de las grúas matando a cientos de peregrinos.

Convirtió Arabia Saudí en centro empresarial y financiero mundial con el evento Davos del Desierto.

Inició una frenética actividad de relaciones públicas con encuentros con Mark Zuckerberg, Bill Gates, Tim Cook o Jeff Bezos.

Públicamente expresó su voluntad de revertir las leyes islámicas más extremistas: «El 70 % de nuestros ciudadanos tiene menos de 30 años y, siendo honestos, no vamos a perder 30 años más de nuestras vidas aguantando ideas extremistas. Las vamos a destruir hoy, ya mismo».

El proyecto de NEOM, la Visión 2030 (por él impulsada para refundar la economía saudí y desligarla del petróleo) y sus reformas liberales encandilaron a los grandes líderes políticos y empresariales de todo el mundo. Mohamed bin Salmán era el líder reformista que Arabia Saudí necesitaba.

Obsesionado con El Príncipe de Maquiavelo, Mohamed bin Salmán diseñó una hoja de ruta para conquistar el poder

Pero pronto llegó el desencanto. Obsesionado con El Príncipe de Maquiavelo, Mohamed bin Salmán diseñó una larga hoja de ruta para conquistar con paciencia el poder en Arabia Saudí.

De partida, tenía el viento en contra. Ni siquiera estaba en la línea de sucesión. Pero, pacientemente, logró apartar del camino al trono a tíos y primos hasta situar a su padre como Rey y a él como heredero.

Su ambición no tenía límites. Necesitaba un flujo de dinero infinito para construir NEOM y sus demás proyectos por valor de cientos de miles de millones de dólares.

Pero pronto su ambición desmedida lo reveló ante el mundo como lo que realmente era: un autócrata hambriento de poder, dinero y sangre.

En noviembre de 2017 encarceló en una prisión de oro, el hotel Ritz de Riad habilitado como centro de reclusión, a docenas de familiares. Todos ellos, influyentes políticos y empresarios de Arabia Saudí. Todos ellos rivales.

Ya no era el primo raro y marginado de los Saúd que malgastaba el tiempo en videojuegos sin demasiado interés por nada en particular.

Ahora, el todopoderoso líder de la familia mandaba más que su padre el Rey

Ahora, el todopoderoso líder de la familia que mandaba más que su padre el Rey, no desaprovechó la oportunidad de vengarse de sus primos que se reían de él cuando era pequeño.

El motivo oficial de la operación fue combatir la corrupción endémica en el sistema político-económico saudí y recuperar miles de millones de dólares de dinero público malversado.

Los amigos occidentales de Bin Salmán levantaron una ceja. Pero pronto levantarían las dos.

El 2 de octubre de 2018 el periodista saudí crítico con los Saúd y columnista del Washington Post Jamal Khashoggi, exiliado en Turquía, acudió al consulado saudí en Estambul.

Lo estaban esperando. Lo drogaron, lo asfixiaron y desmembraron su cuerpo para hacerlo desaparecer. Los autores del asesinato eran miembros de los servicios de seguridad saudíes.

Con lo que no contaban era con que agentes de inteligencia turcos estaban escuchando con micros colocados en el consulado y grabaron todo el sonido del antes, durante y después del asesinato.

El presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, enfrentado a Bin Salmán, comenzó a filtrar con cuentagotas los audios a la prensa.

Todos los ojos se posaron sobre Bin Salmán. ¿Había ordenado el asesinato –el príncipe saudí, millenial, liberal, reformista y amigo de Occidente– de un periodista crítico y algo molesto?

La investigación de la CIA no dejaba lugar a dudas. La respuesta era «sí», aunque Bin Salmán siempre lo negó y atribuyó el asesinato a elementos de sus servicios de inteligencia excesivamente celosos en su trabajo que actuaron por su cuenta.

En cualquier caso, pandemia de coronavirus de por medio, Bin Salmán se las apañó para que sus socios y aliados hicieran la vista gorda, borrón y cuenta nueva. Lo importante eran los negocios.

Aunque los nubarrones del asesinato de Kashoggi siguen cerniéndose de vez en cuando sobre las aspiraciones de Bin Salmán, el joven y ambicioso príncipe saudí vuelve a centrarse sin distracciones en su gran obra: la futurista NEOM.