´Un ballet de leprosos´: Cohen sin engaño
El hasta ahora inédito y desconocido primer libro de Leonard Cohen, cuando era un desconocido aspirante a poeta perdido en Montreal. Un libro esencial para los seguidores más fieles del cantautor.
El cantautor canadiense y Premio Príncipe de Asturias de las Letras murió en 2016 a los 82 años. Durante su trayectoria musical grabó quince álbumes con canciones que se han convertido en memoria emocional de varias generaciones: Suzanne, Hallelujah, Chelsea Hotel No. 2… y muchos más.
Menos conocidos son sus libros de poemas, a pesar de que de allí salieron muchas de sus letras. Porque Cohen quiso ser escritor y como tantos otros letraheridos vivió los tormentosos comienzos intentando alimentar una voz personal entre las tormentosas aguas de evasivos editores, ceñudos críticos y distantes lectores. Cuatro libros de poesía y dos novelas aparecieron hasta 1966 con escaso interés general. Ya por entonces vivía en la isla de Hydra y se había dado a la bohemia dorada del Egeo. Entre artistas e hippies descubrió que sus poemas cantados con esa voz tan triste y acompañados con guitarra retumbaban en los corazones. Se pasó a la música y lo demás ya lo sabemos, pero nunca dejó la poesía y entre exitazos fueron apareciendo poemarios hasta el momento de su muerte.
Con la prosa fue más tajante, tras las novelas El juego favorito (1963) y Los hermosos vencidos (1966) dejó de publicar. Hasta ahora. Casi una década después de su muerte aparece en todo el mundo Un ballet de leprosos. Un libro que consta de una novela breve y una larga decena de relatos. Todo fue escrito entre 1956 y 1961, es decir, hablamos de sus primerísimas narraciones.
lumen / 269 págs.
Un ballet de leprosos
El asunto de los inéditos póstumos tiene cierto interés. Si un autor no publicó un libro en vida, ¿con qué derecho se le publica en muerte? Las leyes del mercado son férreas y si un escritor vende, se le vende. Siempre cabe la excusa del interés intelectual o académico. Aún recuerdo el revuelo que se montó con la publicación de la novela inédita de Baroja, Los caprichos de la suerte (2015) y sus compulsivas lecturas. Como si todos hubiéramos ya leído el casi centenar de libros que publicó en vida.
A Cohen se le publica lo que no logró publicar de joven y luego no le interesó hacerlo. Dios me libre de criticar la pertinencia de este libro, que he leído por propia voluntad y mucho interés. A su favor tenemos que el manuscrito se conservó durante más de sesenta intensísimos años, por lo que tan arrepentido de lo escrito no estaría. Y si nos ponemos estupendos, siguiendo esa lógica hubiéramos perdido a Kafka, a Emily Dickinson o a Santo Tomás de Aquino.
Tanto la novela Un ballet de leprosos como los relatos que la siguen tienen el interés de quien sabe adivinar un roble centenario en un brote verde. Son textos juveniles, inexpertos en su percepción del mundo aunque técnicamente trabajados. Apuntan alto, pero les falta la potencia de los años, la quemadura del tiempo. En las partes más líricas se perfila ese Cohen que luego enamora, pero en los diálogos se nos queda un poco corto. Es el elemento autobiográfico donde hay más interés. No es autoficción ni mucho menos, pero cuando se tienen veintitantos poco más puedes hablar que de ti mismo. El narrador aún no ha sabido camuflarse en sus escritos y muestra, aun sin pretenderlo, un yo muy real.
Muchos de los textos están protagonizados por un personaje al que se le considera «poeta» con un deje despectivo. Es huérfano de padre y vive con una madre judía y su abuelo, quien fuera importante rabino centroeuropeo y en su vejez roza la senilidad. El poeta, se llame como se llame, quiere salir del marasmo de la burguesa ciudad de Montreal en brazos de la noche, del jazz y del amor.
Los últimos textos fueron escritos desde el retiro griego. La grisura canadiense es sustituida por la luminosidad mediterránea. Las aspiraciones y frustraciones siguen siendo las mismas, pero el poeta se ve más en su entorno. En uno de los cuentos, «Relato en una isla griega», parece adivinarse incluso su primer encuentro con Marianne Ihlen, la mujer que tanto tiempo y tan tortuosamente le acompañó e inspiró una de sus más bellas canciones de adiós: «So Long, Marianne».
Un ballet de leprosos es un libro para fervientes admiradores de Cohen, que son muchos. Su interés radica en la persona que lo escribió antes de lo que allí se cuenta. Sus otras novelas están más hechas, mejor acabadas, pero en ellas el autor también ha sabido camuflarse mejor. Aquí, en cambio, lo encontramos completamente expuesto.