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Portada de «La teoría del Poder Constituyente» de Egon Zweig

'La teoría del Poder Constituyente': los fundamentos rupturistas del poder a partir de la Revolución francesa

Egon Zweig, primo de Stefan Zweig, se adentra en la nueva definición de estado y soberanía, que hoy ha acabado imponiéndose y desterrando toda apelación a una ley natural, ante el auge de la voluntad

Cualquier persona con algún interés en los libros sabe quién era el austriaco Stefan Zweig (1881–1942), aunque eso no implique también interés en este autor. Resulta que uno de sus célebres parientes próximos y coetáneos —aparte de Fritz, compositor musical, y Max, dramaturgo— era Egon Zweig (1870–1920), a quien no debemos confundir con otro familiar llamado Egon Michael Zweig, abogado y sionista que falleció en Jerusalén al año de declararse el Estado de Israel. En este caso, el autor que nos ocupa era jurista y académico que estuvo en las universidades de Viena y Heidelberg, y en la Biblioteca Nacional de París. Y la obra que comentamos —editada en 1909— contiene varios rasgos más que llamativos. Para empezar, esta es la primera traducción a una lengua distinta del original alemán. Y, aunque parece una obra olvidada, hace unos diez años la editorial de la Universidad de Oxford publicó un volumen monográfico sobre el ensayo de Zweig, a cargo de Duncan Kelly, quien también figura en este libro de Tecnos con un provechoso estudio.

Sin embargo, lo más relevante de La teoría del Poder Constituyente es el tema que desarrolla y, aún más, el contexto en que se escribió. En vida de Zweig, los dos grandes países germánicos (el II Reich Alemán y el Imperio de Austria y Hungría) seguían siendo monarquías cuyo gobierno dependía del rey (emperador) y en donde el principio democrático coexistía —algo precario, podría añadirse— con la pervivencia férrea del poder heredado. Y de esto va el presente libro, cuyo contenido se centra, durante gran número de sus capítulos, en la Revolución francesa y en figuras como el abate Sieyès, tras una parte introductoria en aparecen Aristóteles, Cicerón y el dictador inglés Cromwell. Zweig entra en profundidad en el cambio de paradigma. Con la teoría del Poder Constituyente, el estado deja de ser la extensión de una familia regia o la tradición de un país. Las instituciones se han de someter a la soberanía del pueblo, expresada a través del acto constitucional, el cual se arroga la paternidad única del estado nacional. Hasta aquí, parece que no hemos descubierto nada. Pero lo hemos expuesto todo: lo que hoy resulta casi evidente no siempre lo ha sido. ¿Acaso es algo evidente?

tecnos / 632 págs.

La teoría del Poder Constituyente

Egon Zweig

La teoría del Poder Constituyente, que influyó bastante en Carl Schmitt, contiene, por tanto, este doble interés. La exposición de la teoría constitucionalista —con un denso análisis histórico—, por un lado; y la constatación de cómo esa teoría aún no era moneda común antes de la Primera Guerra Mundial. En estas páginas se pone de manifiesto que el fundamento intelectual del Estado moderno no es un concepto basado en la naturaleza humana o ley natural —ni mucho menos, en referentes religiosos—, lo cual nos separa, en nuestra acentuada Modernidad, de casi todos los siglos anteriores a lo que sucedió en París en 1789. Asimismo, en estas páginas se observan también las diferentes familias ideológicas que alumbró la Revolución francesa y que, con mutaciones, hoy siguen en esencia vivas y operativas, y no se ponen de acuerdo sobre las lindes que separan —o, en ausencia de lindes, identifican— nación, estado, pueblo, constitución, poder constituyente.

Con todo, quizá el factor más importante de este libro sean sus ausencias: no hay mención al constitucionalismo español —será Cádiz el verdadero modelo constitucional, de monarquía parlamentaria, que se irá adoptando en Europa a lo largo del siglo XIX—, ni tampoco a la Escuela de Salamanca, cuya doctrina estaba prohibida en la Francia y la Inglaterra del siglo XVII. En definitiva, aunque es un libro idóneo para especialistas, cualquier lector que desee conocer mejor la génesis del modo como se ha entendido el poder y el estado, desde 1789 hasta hoy —con una creciente idea de ruptura y de voluntarismo—, puede obtener una visión más nítida.