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Por si te lo perdiste: diez lecturas para recuperar en verano

De la novela histórica a la romántica, del thriller a las memorias… Diez obras nacionales e internacionales que han dado que hablar, ideales para las vacaciones

El verano es la estación de los libros. Según la encuesta de hábitos de lectura del Ministerio de Cultura, un 64,88 % de los españoles lee en su tiempo libre. De hecho, casi la mitad de quienes dicen no leer alega falta de tiempo. Los meses de calor, coincidentes con las vacaciones, traen tiempo de sobra para dedicarlo a la lectura, ya seamos lectores habituales u ocasionales.

Junto con las maletas, muchos confeccionan con verdadera devoción su lista de libros de verano. Hay quien lo tiene más claro y quien busca recomendaciones. Aquí te proponemos diez lecturas que han dado que hablar en los últimos meses, todas ellas cortas o de mediano tamaño.

«No me acuerdo de nada» de Nora Ephron, Libros del Asteriode, 176 págs.

A Nora Ephron la conocimos en los 90 como guionista y directora, con cintas ya tan memorables como Cuando Harry encontró a Sally o Tienes un e-mail. Por suerte, en los últimos años hemos podido recuperar a esta ingeniosa mujer, fallecida en 2012, a través de sus libros, editados en España por Libros del Asteroide. No me acuerdo de nada es una especie de autobiografía a la manera de Ephron, con humor y con causticidad. El libro va ya por la sexta edición.

«No todo el mundo» de Marta Jiménez Serrano, Sexto Piso, 212 págs.

Estos relatos de Marta Jiménez Serrano han causado sensación en el primer semestre. De lectura fluida y entretenida, no dejan de ser un buen instrumento para calibrar las relaciones sentimentales de jóvenes y no tan jóvenes en tiempos como los que vivimos. La autora habla de la provisionalidad e inconsistencia de nuestros afectos e indaga en los mecanismos de autoengaño. Una lectura urbanita perfecta para la playa.

«Primera Sangre» de Amélie Nothomb, Anagrama, 152 págs.

Los libros de esta conocida autora francesa se leen como quien come una bolsa de pipas. Son libros de dimensiones siempre asequibles, breves, y no hay año en que Nothomb no saque uno o dos. Lo particular de la francesa es su modo confidente de narrar, muy cercano, del que siempre se puede extraer jugo. En este caso, Nothomb pone el foco en su familia, concretamente en su padre, y narra su infancia y el descubrimiento de unos peculiares parientes. Primera sangre propone unas vacaciones distintas en las Ardenas.

«La taberna de Silos» de Lorenzo G. Acebedo, Tusquets, 288 págs.

No sabemos quién es Lorenzo G. Acebedo, el seudónimo bajo el que se oculta un monje exclaustrado. Lo que sí sabemos es que no hace falta conocer al autor de este entretenido debut para saber que es necesario recomendarlo. El planteamiento del libro ya es de por sí jugoso: Gonzalo de Berceo trata de resolver un crimen en el monasterio de Silos. Esta novela bien escrita y bien trenzada es tan instructiva como divertida. Un viaje al siglo XIII y a los lugares en el que se forjó el castellano con un Berceo nunca antes visto.

«Chevreuse» de Patrick Modiano, Anagrama, 160 páginas

Modiano siempre propone planes interesantes, casa bien con la estación estival. El francés, un nostálgico irredento, vuelve nuevamente la mirada al pasado. Con componentes de thriller y novela de iniciación, narra una historia de los años 40 sobre un misterioso estraperlista que llama la atención del protagonista. De fondo, la vocación de escritor del propio Modiano, que con el tiempo lograría el premio Nobel de Literatura.

«Gravedad Cero» de Woody Allen, Alianza, 256 págs.

No es necesario presentar a Woody Allen. Tampoco haría mucha falta explicar por qué es necesario leerlo y por qué el verano es un momento excelente. Baste decir que en este libro se reúnen 19 cuentos, la mayoría cortos, que entroncan perfectamente con el conocido humor del neoyorquino, plagado de personajes extravagantes y situaciones realmente sorprendentes. Además, el director presentará en el Festival de Venecia, a principios de septiembre, su nueva película, Golpe de suerte. No está de más calentar motores.

«El retrato de casada» de Maggie O’Farrell, Libros del Asteroide, 400 págs.

Si hay una autora cuyo éxito ha pillado desprevenido a muchos, ésa es Maggie O’Farrell. Con Hamnet, una novela intimista de época, sorprendió seduciendo no sólo a la crítica sino a un gran número de lectores. O’Farrell se ha convertido en una sensación y El retrato de casada está siendo una reválida a la altura. Entre sus atractivos encontramos un tiempo y un lugar apasionantes: la Florencia del siglo XVI. Lucrezia, la tercera hija del duque Cosme de’ Medici, articula la narración.

«Gozo» de Azahara Alonso, Siruela, 226 págs.

Este es un libro sobre el tiempo libre, sobre su necesidad imperiosa en una época cargada de estímulos y productividad. «¿En qué momento mi vida empezó a ser accesible solo en vacaciones?», se pregunta la narradora desde la isla de Malta que da título al libro. Más reflexivo que narrativo, con píldoras de iluminación, Alonso desgrana asuntos como el trabajo o el turismo. Un libro de verano sobre el verano y sobre la urgencia de buscarlo en cada tiempo y lugar.

«Cómo (no) escribí nuestra historia» de Elísabet Benavent, Suma, 592 págs

Con más de cuatro millones de ejemplares vendidos, Elísabet Benavent se ha situado como la voz más reconocible de un nuevo tipo de novela romántica. En este caso, la historia gira alrededor de Elsa Benavides, una escritora en crisis que se obsesiona con liquidar a la persona que la llevó al éxito. El encuentro con Darío, un músico recién llegado de París, le da un nuevo pretexto para cambiar los planes.

«Literatura infantil» de Alejandro Zambra, Anagrama, 232 págs.

Este libro es más un diario de paternidad que una novela. En cualquier caso, se mueve entre géneros como pez en el agua. Alejandro Zambra, el escritor chileno que más prestigio ha adquirido en los últimos tiempos, cultiva una manera de decir las cosas tan honda como sencilla.

En este caso, la relación con el hijo recién nacido, con el padre del narrador, con la paternidad como idea y como práctica, es el nexo de unión de una obra digresiva.