'Relacionarte': la felicidad se juega en casa
Nacho Tornel canta al amor conyugal, dejando claro que la felicidad «se juega en casa» y que la felicidad familiar pasa por priorizar la relación de pareja
Tras el éxito de Enparejarte, el reputado mediador familiar Nacho Tornel acaba de publicar Relacionarte, una obra que supone un auténtico canto al matrimonio y a la vida conyugal en general. En el libro, el autor va analizando los diferentes círculos concéntricos que rodean a la pareja: hijos, familia de origen, amigos, aficiones y ámbito profesional.
Para ello, Tornel utiliza un estilo sencillo y desenfadado que, junto a los casos reales que el autor va intercalando a su exposición, hacen de esta obra una lectura tan amena como provechosa. En un mundo que rinde un culto cada vez más unánime a la originalidad y la innovación, sorprende gratamente encontrar un libro que, lejos de tener grandes pretensiones, busca simplemente aportar reflexiones y consejos basados en el sentido común sobre algo tan fundamental como la relación de pareja.
planeta / 219 págs.
Relacionarte
Hay dos ideas centrales que sobrevuelan durante toda la obra. La primera de ellas es que la felicidad «se juega en casa». Tornel lo resume con estas palabras: «Cuando te mueras, los que te van a recordar y a llorar con mucho cariño serán tus familiares cercanos, tu pareja, tus hijos, tus hermanos… Tus clientes, tus jefes, tus proveedores, tus socios… tendrán un duelo corto, en el mejor de los casos. Así que mira a ver dónde tienes la proa». Se trata, a buen seguro, de un recordatorio más que oportuno en los tiempos que corren.
La otra tesis fundamental del libro resulta quizá menos obvia, pero no por ello es menos importante: para una pareja, la relación entre los dos cónyuges debe estar por encima del resto de personas. «¿Incluso por delante de los hijos?», puede preguntarse el alarmado lector. La respuesta de Tornel es clara: «Es mucho más importante vuestra relación que vuestra función de padres».
Esta afirmación choca sin duda con la idea, muy extendida, de que no hay amor que pueda competir con el que un padre –y especialmente, se nos dice, una madre– sienten hacia sus hijos. Sin negar la intensidad y la fuerza del amor filial, Tornel justifica su afirmación con un doble argumento tan sencillo como contundente: «Tanto en el orden temporal, porque primero fue conoceros y elegiros y después la llegada de vuestros hijos, en el caso de que hayan llegado, como en el orden jerárquico, porque vuestro amor de pareja es la base de la existencia de vuestros hijos, que son fruto de vuestro amor».
El autor continúa explicando que muchas veces los padres, a menudo de manera inconsciente, relegan su relación a un segundo plano para centrarse en sus hijos. Ahora bien, esta decisión, a todas luces justificable por la atención y la energía que requiere la crianza, es totalmente contraproducente, ya que lo mejor para nuestros hijos es precisamente que sus padres se quieran y se dediquen tiempo. En otras palabras, «lo mejor que podéis hacer por vuestros hijos es cuidar mucho vuestra relación de pareja».
Esa primacía de la relación conyugal, para el autor, debe marcar asimismo el modo en que la pareja interactúa con el resto de sus círculos de relaciones. Un ejemplo es lo que sucede con las familias de origen, que son una fuente de amor y alegría pero que en ocasiones pueden generar fricciones e incluso serios problemas en el seno de la pareja. En esos casos, Tornel recomienda no perder de vista que, sin olvidar el amor y el respeto debidos a los padres, los cónyuges deben velar ante todo por la felicidad de su familia, que no es otra que el nuevo hogar que han construido entre los dos.
En el último capítulo del libro, el autor trata el que en su opinión es la fuente de la gran mayoría de los problemas de pareja: el individualismo, un veneno que se va introduciendo en la pareja de manera sutil, mediante constantes consignas que nos llegan de las redes, los anuncios y las películas y series más en boga. El remedio, de nuevo, se nos presenta con una sencillez apabullante: poner al otro en primer lugar y buscar su felicidad por encima de la propia. Una ardua lucha personal que nos acompañará durante toda nuestra vida, pero que a todas luces merece la pena por lo que hay en juego: nuestra felicidad y la de nuestros seres más queridos. Ahí es nada.