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Detalle de portada de «Tu rostro mañana» de Javier MaríasAlfaguara

En el primer aniversario de la muerte de Javier Marías

El primer aniversario de la muerte de Javier Marías se conmemora con lo que más importa: nuevas ediciones de sus libros. Los autores viven en su obra y en este caso lo vemos muy vivo

Se ha cumplido un año de la muerte de Javier Marías y, sorprendentemente, se le sigue haciendo caso. Prueba de ello son los numerosos artículos que estamos viendo en prensa estos días y, aún más importante, las reediciones conmemorativas que se está haciendo de su obra. DeBolsillo, bajo un título que no dice demasiado, Tres novelas esenciales, reedita las novelas que hicieron a Marías saltar a la fama, allá en los años noventa Todas las almas (1989), Corazón tan blanco (1992) y Mañana en la batalla piensa en mí (1994). Tal vez más novedosa, y también más incómoda de leer por su tamaño, es la edición conjunta de su obra magna, Tu rostro mañana (2002-2007), que finalmente aparece bajo un único volumen de más de setecientas páginas.

Si nos ha sorprendido que Marías siga presente entre nosotros no es porque dudemos de su calidad, ni mucho menos, sino porque su muerte no ha seguido el patrón que vivimos cuando nos abandona un gran autor. Suele ocurrir que tras los sentidos funerales culturales (columnas de prensa principalmente, pero también especiales de radio y referencias en los telediarios), se proceda a un respetuoso y largo silencio sobre su persona y su obra. Como si necesitara tiempo para desaparecer de la memoria colectiva y así macerar en las aguas del silencio. Con el tiempo se verá si resucita teñido del aura inmortal de los clásicos o se queda bien muerto y olvidado, a la espera en el mejor de los casos de algún futuro rescate académico.

Pero no fue así con Javier Marías. Tal vez la originalidad estriba en que su muerte nos llegó de improviso. Nadie se la esperaba, pues no tenía vocación de escritor trágico, de los que se adivina morirán jóvenes o de sorpresa. De él se esperaba un lento languidecer, con libros mejores o peores, y unas buenas memorias, para pasar sus últimos años en un silencio de gran pope de las letras, recibiendo premios y como mucho escribiendo sus columnas semanales. Ni siquiera tuvo una enfermedad larga, ni aparentemente grave.

Más allá de consideraciones biográficas, pienso que el adiós de Marías nos dejó con ganas de más. Con él se esfumó el más internacional de los escritores españoles, por estilo, por temática y por éxito. También se fue el único que aparecía en las quinielas del Nobel (el único «novelable»). Se marchó, en fin, uno de los pocos que han sabido vender por millares libros bastante complicados.

Porque el estilo de Marías no es fácil. En sus novelas suceden muy pocas cosas y la acción siempre va por dentro. Escribe con prosa elaborada y reflexiva, centrada en el interior de los personajes mediante el uso del monólogo interior y el flujo de conciencia. Todo ello mantenido mediante largas oraciones subordinadas. Logra así introducirnos en una atmósfera ficcional que no es opresiva pero sí densa, cuando nos sumergimos en el calmoso mar de los pensamientos de sus protagonistas. En definitiva, no es un autor fácil.

Marías es un autor libresco, mucho más volcado en su vida interior que en la acción. El otro lado de su gran amigo Pérez-Reverte, de constante inquietud tanto personal como literaria. Sorprende por ese motivo que no se haya abandonado en su obra a abstractas ficciones, sino que mantiene el tono humano y aferrado al suelo de quien conoce y aprecia al ser humano y a sus complejidades. La moralidad (y la ambigüedad moral), las relaciones humanas, los conflictos éticos y la traición son temas recurrentes en su obra. Otro de los grandes asuntos que le inquietan es el de la historia y su memoria. Sus personajes a menudo se ven atrapados en el pasado, obsesionados con eventos que ocurrieron hace años, lo que crea una sensación de peso histórico en sus historias. En definitiva, más densidad.

Parece ser que su obra está cerrada. Esto hace, mal que bien, que podamos enfrentarnos a ella conociendo el terreno que pisamos. Creo que hay que leer a Marías y tal vez esta pequeña conmemoración de su muerte y la aparición de nuevas ediciones nos ayude a ello. Si me preguntan por dónde empezar, lo haría por su primer superventas de calidad: Corazón tan blanco. De ahí se puede saltar a Tu rostro mañana, si se tiene tiempo y cabeza, pues sus tres partes merecen ser leídas del tirón. Diría que a partir de ese momento el lector sabrá si le interesa exprimir a Marías al máximo o se siente ya satisfecho con esa no poca literatura ya leída y seguramente disfrutada.