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Portada de «Al otro lado del valle» de Gervase Phinn

Portada de «Al otro lado del valle» de Gervase PhinnEdiciones del Viento

'Al otro lado del valle': diario de un inspector escolar en Yorkshire

Gervase Phinn se sirve de sus experiencias como inspector escolar en los verdes valles de Yorkshire para regalarnos una agradable lectura repleta de fino humor y personajes entrañables

Convendrán conmigo en que hay ciertas profesiones que gozan de una fama manifiestamente mejorable. En el mundo educativo, la figura que se lleva la palma en este sentido es la del inspector escolar. Pocas visitas causan tanto revuelo –cuando no congoja– en un colegio como la del inspector, a quien a menudo se ve como una suerte de censor enviado por las administraciones educativas para fiscalizar el desempeño de la escuela. Los directores y demás responsables de los colegios les presentan, cruzando los dedos, los documentos organizativos, confiando en pasar rápido el mal trago burocrático para poder volver a los afanes diarios del colegio.

Por ello, resulta más que bienvenido Al otro lado del valle, un delicioso relato autobiográfico en el que Gervase Phinn, un avezado inspector escolar inglés, nos presenta una visión de su gremio radicalmente diferente de lo que estamos acostumbrados en estas latitudes. El inspector Phinn se nos muestra como un amable y entrañable profesor que, precisamente por su amor hacia la educación y hacia los más pequeños decide aspirar al puesto de inspector, con la finalidad de ayudar a directores y colegios en el mejor desempeño de su trabajo.

Portada de «Al otro lado del valle» de Gervase Phinn

ediciones del viento / 315 págs.

Al otro lado del valle

Gervase Phinn

No es extraño que Al otro lado del valle haya alcanzado un notable éxito en el Reino Unidos, hasta el punto de constituir el inicio de una saga que han disfrutado decenas de miles de lectores británicos. Y es que se trata de un relato ciertamente agradable de leer, caracterizado por un tono alegre, optimista y vitalista que acompaña las andanzas del inspector Phinn por las variopintas escuelas de los verdes valles de Yorkshire.

A ello contribuye el elenco de entrañables personajes que presenta el autor, que dan vida a escenas escolares narradas con un fino humor británico que acompaña todo el relato. En estas escenas, caracterizadas por diálogos imperdibles, los niños muestran su desparpajo, agudeza y capacidad de reflexión, dando más de una sencilla lección tanto al inspector como a sus profesores.

Se trata, en definitiva, de una lectura muy recomendable, especialmente para aquellos que estén interesados en la labor educativa, sea desde la perspectiva que sea. Porque, en el fondo, la educación es la gran protagonista implícita de esta historia. Como muestra, este fragmento con el que tantos educadores se sentirán identificados: «Más tarde, de camino a casa en el coche, tuve la sensación de que la semana ya no era tan terrible después de todo, y que los problemas y la presión que habían asomado sus feos caretos uno tras otro habían quedado en el olvido al pensar en aquellos alumnos a los que había enseñado hacía tantos años. Eso me hizo recordar por qué me había metido en educación, y por qué aquellos que enseñan a los jóvenes asumen el papel más desafiante, satisfactorio y quizá el más importante de toda la sociedad».

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