'Unamuno contra Miguel Primo de Rivera': el comportamiento político de Unamuno en el marco de la dictadura
Colette y Jean-Claude Rabaté siguen ahondando en las fuentes primarias para entender mejor la figura de Miguel de Unamuno, ahora frente a la dictadura de Primo de Rivera
«Unamuno se entendió a sí mismo como un intelectual que debía estar en la primera línea de la historia para intentar reconducir los problemas del país. Nos encontramos ante el primer intelectual español consciente de su misión. Él intentó ser el auténtico faro en una España que buscaba figuras que atesoraban ese carácter comprometido con su tiempo. Su lucha contra la dictadura de Primo de Rivera fue incesante e incansable».
Miguel de Unamuno nunca pasa de moda. Y, probablemente, podríamos pensar que jamás lo hará. La unamunología - porque existe y es real como disciplina delimitada- es una extraña especialización que ocupa a decenas de estudiosos de la vida y obra del filósofo y miles de militantes ansiosos por profundizar en este bilbaíno a través de su oceánica correspondencia y sus jugosas obras. ¿Por qué tanto interés? Para mí, la razón es bastante sencilla: pese a sus ambivalencias Unamuno seguirá siendo nuestro contemporáneo durante mucho tiempo. Lo leemos y le entendemos. Hay algo en su manera de encarar la realidad que nos sigue atrayendo con fuerza. Ya sea en sus trabajos filosóficos, en sus novelas o, incluso, en sus poemarios.
galaxia gutenberg / 308 págs.
Unamuno contra Miguel Primo de Rivera
El matrimonio Rabaté lo sabe bien. Ambos llevan décadas desempolvando cualquier fuente primaria que nos permita conocer mejor a Unamuno. Son ya unos cuantos libros los que han publicado sobre este peculiar filósofo para desentrañar momentos concretos de su azarosa biografía. Se podría decir, y Jon Juaristi lo hizo en su muy personal y sugestivo acercamiento a Unamuno (editado por Taurus hace años), que Colette y Jean-Claude Rabaté son los responsables de la biografía canónica sobre el catedrático de la Universidad de Salamanca (primero lo hicieron en Taurus y hace unos años la renovaron para Galaxia Gutenberg).
Su último libro a cuatro manos busca aproximarse al comportamiento político de Miguel de Unamuno en el marco de una dictadura. Él recibió el manifiesto que justificó el golpe de Estado de Primo de Rivera con una andanada de vituperios y maldiciones contra aquellos militares «henchidos de frivolidad castrense». Unamuno quiso utilizar la fuerza de la pluma contra el poder de las armas, aunque por el camino no se olvidó de sazonar la reflexión con vulgaridades varias.
La animadversión contra Primo es enorme y se trasluce en cada recorte que los Rabaté utilizan para construir su relato sobre estos años. Unamuno se entendió a sí mismo como un intelectual que debía estar en la primera línea de la historia para intentar reconducir los problemas del país. Probablemente, con sus virtudes y vicios, nos encontramos ante el primer intelectual español consciente de su misión. Él intentó ser el auténtico faro en una España que buscaba figuras que atesoraban ese carácter comprometido con su tiempo. Esta vocación le acompañó a lo largo de la vida desde sus primeros textos en el semanario socialista La Lucha de clases hasta sus enfrentamientos con José Millán-Astray. Le dolía España y ese sentimiento le hizo quererla aún más, según señaló en varias ocasiones.
Sus críticas al dictador le llevaron a sufrir un confinamiento en Fuerteventura. No fue un contexto fácil para él y los suyos. El impacto económico en la familia fue importante. Pero no le achantó en sus criticas hacia la dictadura. El listado de insultos con los que descalificó a Primo de Rivera llenarían varias páginas si los pusiéramos seguidos. El dictador no fue el único señalado en los textos de Unamuno. También denunció con ahínco al general Severino Martínez Anido y al rey Alfonso XIII. La situación era insostenible y se marchó al exilio francés.
Los Rabaté vienen a romper en esta obra con uno de los principales lugares comunes que hay sobre los muchos Unamunos: el Unamuno misántropo y esquivo. Su correspondencia y sus experiencias durante estos años demuestran que estuvo bien acompañado en esta aventura contra la tiranía. Especialmente destacado fue el papel de personajes como Vicente Blasco Ibáñez, que murió en los Alpes Marítimos en 1928, y el hermano del filósofo José Ortega y Gasset, Eduardo. Este trío conformó un singular comité revolucionario en la capital francesa. Allí tuvieron que zafarse de los intentos de control y censura por parte de una dictadura, que intentaba controlarlo todo hasta fuera de sus fronteras.
La lucha contra esta tiranía le hizo ser consciente de la necesidad de ensanchar su pensamiento político para responder al desafío dictatorial. Las críticas al nuevo momento político son constantes entonces, pero eso no quitaba para que el dictador lo quisiera atraer a su camarilla. En este punto los Rabaté quieren seguir desterrando otro lugar común establecido popularmente: el de un Unamuno quijotesco lleno de contradicciones y cambios de opinión. Para ellos la coherencia del pensamiento unamuniano está fuera de toda duda. Otra cuestión es que, como señaló el propio Unamuno en marzo de 1935, «acaso la historia, la verdadera historia, no es ni blanca, ni negra, ni ajedrezada, sino gris». Colette y Jean-Claude Rabaté han intentando darle color a esta lucha desigual de los años veinte. Sus últimos días en la Salamanca del inicio de la Guerra civil son fiel testimonio de estas tensiones. Los propios Rabaté nos lo narraron en un recomendable En el torbellino (Marcial Pons).