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Portada de «Historia de Roma» de Indro MontanelliDebolsillo

'Historia de Roma': una divulgación tan desenfadada que ha de llevar al lector a pedir mayor profundidad

Aunque superado por el tiempo y sus excesos, Indro Montanelli sirve como lectura que pueda abrir el apetito por conocer Roma desde una mirada humana y exenta de mitificación

El italiano Indro Montanelli (1909-2001) fue uno de los periodistas más significativos del siglo XX, en gran medida, debido a la profusión de sucesos a lo largo de su vida, y también a su carácter inquieto y productivo. Autor de docenas de libros, anduvo de joven aprendiendo y ejerciendo la profesión en Nueva York. Vio en directo la invasión fascista de Abisinia y la participación de sus compatriotas en la Guerra Civil española. Estuvo delante de Hitler en un par de ocasiones, como en el momento preciso en que se iniciaba la II Guerra Mundial. Entrevistó a Henry Ford, Winston Churchill, Francisco Franco, Juan Pablo II, Charles de Gaulle, Jawaharlal Nehru, Golda Meir, Moshe Dayan, Aldo Moro, Juan XXIII, Greta Garbo, Marlene Dietrich… Durante décadas y décadas publicó en Il Corriere della Sera, hasta que el desembarco de Gianni Agnelli en el capital del rotativo milanés acabó suponiendo su final como redactor en aquella casa. Ni corto ni perezoso, fundó Il Giornale, periódico que hubo de enfrentarse a varias amenazas de bomba. En 1977, cuando Montanelli marchaba hacia la redacción del diario, las Brigadas Rojas le descerrajaron cuatro tiros; dos de aquellos disparos le alcanzaron gravemente en las piernas. Fue entonces cuando Silvio Berlusconi adquirió más de un tercio de las acciones de Il Giornale, lo cual no supuso problema hasta que, a comienzos de los noventa, il Cavaliere entró —decididamente— en política. Montanelli abandonó Il Giornale y, a punto de cumplir los 85 años, puso en marcha otro nuevo periódico: La Voce. A pesar de su éxito inicial, el proyecto apenas duró medio año.

Durante los años 50, publicó en el dominical de Il Corriere una serie de capítulos sobre la historia de la Roma antigua. Aquello fue el germen de este libro —aparecido originalmente en Milán en 1959, traducido al español en 1960 en Plaza y Janés—, el más conocido de Montanelli, junto con su mellizo Historia de los griegos. Un vistazo a los volúmenes que escribió, y a los libros que se han editado en España, nos deja claro que su tarea es la de un periodista con gran interés por la divulgación. Y eso es lo que tenemos: no tanto un libro de precisión histórica, como de aproximación. Aquí estriban sus virtudes y sus defectos. Su mérito quizá resida en que, por aquel entonces, un estilo coloquial, directo, llano, incluso banal, era insólito: la historia era algo demasiado grave y serio. Hoy —quién sabe si continuando la estela de Montanelli e insistiendo en sus excesos— parecemos instalados en el otro extremo. En la introducción a Historia de Roma, él reconoce que no pocos lectores de Il Corriere se quejaban de que su relato adolecía de «ligereza, derrotismo e impiedad». Montanelli explica que, siguiendo el estilo de Suetonio, prefiere hablar de los antiguos romanos como lo que fueron: seres humanos con lacras, sudor, virtudes y anhelos próximos a los nuestros. Lo que no quita para que, en bastantes pasajes, el autor peque de simplista, efectista o anacrónico. Prosigue Montanelli: «Augusto no pasó todo su tiempo, como una máquina, organizando el Imperio, sino también combatiendo la colitis y los reumatismos, y por poco no perdió su primera batalla, contra Casio y Bruto, a causa de un ataque de diarrea».

debolsillo / 264 págs.

Historia de Roma

Indro Montanelli

El libro va mostrando las etapas, los cambios de gobierno, las guerras, la evolución y los aspectos sociales, institucionales y culturales de Roma de una forma irregular; la mitad del libro se centra en el siglo I a.C. y el siglo I d.C., mientras que a los cuatro siglos posteriores no se les dedica ni una quinta parte de las páginas totales. A ello debe sumarse que Historia de Roma tiende a valoraciones demasiado esquemáticas y tajantes sobre determinados personajes, como, por ejemplo, Estacio; el juicio que Estacio le merece a Montanelli casa poco con el éxito de que gozó ese poeta en su época. De Quintiliano no dice nada. Y del epigramista Marcial señala que era de «Bilbao», lo que nos lleva a suponer que Montanelli desconocía que la cuna de Marcial —es decir, Bílbilis— nada tiene que ver con la villa vizcaína; las ruinas de Bílbilis se hallan junto a la moderna Calatayud. En todo caso, el libro puede ayudar a abrir el apetito por Roma, ya que, como apunta el autor en la última página, «una de las desdichas de Italia consiste, precisamente, en tener como capital una ciudad tan desproporcionada, en cuanto a su nombre e historia, con respecto a la modestia de un pueblo que, cuando grita: ‘¡Adelante, Roma!’, sólo se está refiriendo a un equipo de fútbol».