Una treintena de narraciones donde la fantasía y los personajes populares resultan tan familiares como exóticos
Algo más que un entorno donde abunda el bambú y el arroz, donde el kimono y las habitaciones de papel sustituyen a las costumbres y hogares europeos. Una aproximación al alma nipona
La diferencia entre mito, leyenda, fábula y cuento a veces no resulta fácil de identificar. Aunque, en un principio, cada uno de estos géneros dispone de unos rasgos muy específicos, la literatura puede sorprender con una serie de hibridaciones muy suculentas en las que el mito se metamorfosea en cuento. Pudiera ser el caso de algunas de las más de treinta historias que la especialista nipona Kayoko Takagi –nacida en Okawa en 1948, afincada en España desde hace tres décadas, autora de varios libros y, en la actualidad, profesora emérita de la Universidad Autónoma de Madrid– ha reunido, traducido y comentado en este volumen, editado por primera vez en 2009. Son cuentos que, por término general, se desarrollan en un entorno rústico, cuyos protagonistas suelen ser personas humildes a quienes les viene en suerte toparse con un ser divino o fantástico: desde Buda o una deidad sintoísta o animista, hasta duendes, ogros y aves que se transmutan en mujer. Y son cuentos cuya ambientación temporal viene a coincidir con las narraciones populares europeas: una época que hoy se nos antoja pretérita, pero cuyo marco social y tecnológico igual encajaría en la Antigüedad o en la Edad Media. En este sentido, el libro nos traslada una serie de relatos que no se alejan demasiado, en estructura y desarrollo, de las colecciones europeas o rusas. La nieve, los ríos, el monte, el bosque y el mar son escenarios comunes, si bien aquí oleremos un aroma particular.
Alianza Editorial (2023), 286 págs.
Cuentos tradicionales de Japón
Precisamente en lo que este libro sí se diferencia de los cuentos europeos, detectamos algo del alma japonesa: hay otra religiosidad, otro peso de la fantasía y también de la magia –que funciona con parámetros distintos de aquellos a que estamos acostumbrados–, y una mirada sutil que sabemos que no es la nuestra, aunque nos resulta complicado explicar por qué. Una mirada sobre el ser humano y sobre la naturaleza. Y una sedimentación de todo cuanto ha ido construyendo aquella cultura, aquel êthos, aquella idiosincrasia. En ocasiones, empero, nos vamos a encontrar con moralejas que nos resultan familiares. Pero hay algo más que un entorno donde abunda el bambú y el arroz, donde el kimono y las habitaciones de papel sustituyen a las costumbres y hogares europeos. Como dice la profesora Takagi, algunas de estas historias dan la impresión de que concluyen con un final triste o melancólico –de los cuentos rusos podemos comentar algo similar–, lo cual «puede estar relacionado con la estética japonesa, que acentúa la belleza de las cosas cuando éstas no son perfectas … En la psique japonesa parece existir esa incredulidad hacia la perfección y la eternidad, y ese lamento es lo que se expresa con un final triste en los relatos populares».
Pero no pensemos que este es libro apenado; en muchos momentos nos vamos a reír, nos fascinaremos y nos divertiremos. Hay bellas princesas, gatos capaces de embrujar, madrastas malvadas, reinos submarinos, prodigios, tesoros, esposas abnegadas que traen la felicidad, ingenio casi picaresco, monos, cangrejos, zorros, niñas abandonadas al nacer, abuelos cariñosos y niños que nacen de un melocotón. Además, la edición de la profesora Takagi incluye un buen número de notas explicativas –que, entre otros aspectos, nos ayudan a una cierta inmersión en la cultura tradicional nipona– y de introducciones que nos permiten conocer detalles variados e incluso la génesis de cada cuento. Por otro lado, y citando a Baltasar Gracián –«los japoneses son los españoles de Asia»–, la señora Takagi asegura: «Si el lector se acerca a cualquiera de los cuentos reunidos en esta edición, se dará cuenta de que el pasado de la población oriental está muy cerca del corazón de los españoles».