«El atentado está muy lejos de ser un caso cerrado»

Según Ramírez, «es necesario volver a revisar múltiples hechos, indicios y nuevas pruebas que han surgido en los últimos años y que obligan a replantear buena parte de lo que se conoce públicamente, tanto respecto a la génesis como a su ejecución material. En este libro plantea casi un centenar de incógnitas, cuya solución nos acerca a lo que verdaderamente sucedió, unas claves ocultas en las que los representantes públicos no parecen querer profundizar porque el abismo que se abre en ellas puede hacer replantear a la sociedad la verdadera esencia de la democracia». Todavía resuenan los ecos de las palabras teñidas de un paternalismo insultante del juez Javier Gómez Bermúdez: «La verdad del 11M es tan terrible que España no está preparada para conocerla». Ahí están las prisas por deshacerse de las pruebas, como reconoció el Tribunal Supremo en su sentencia.

20 años después todavía se busca la verdad sobre el juego de humo y espejos que se puso en marcha justo después del estallido de las bombas. Una presunta trama de encubrimiento y campaña de intoxicación, cuyo objetivo sería ocultar la verdadera factura de un atentado que sirvió a organizaciones españolas y supuestos aliados internacionales de España para sus propios intereses. «No se trata de una teoría de la conspiración, sino de una conspiración a secas en la que existen múltiples indicios que apuntan a la participación –por acción u omisión– de personas que ocupan puestos de responsabilidad en las más altas instancias del Estado, incluidas las de potencias extranjeras». En esa línea están las palabras del presidente Aznar: «Los que idearon el atentado no estaban ni en desiertos remotos ni en montañas lejanas».

«Aunque hasta ahora nadie haya querido investigarlo a fondo, las huellas de servicios secretos extranjeros, marroquíes, franceses, estadounidenses… aparecen en momentos clave del atentado. Para llegar hasta el núcleo del 11M hay que seguirlas pues además de las consecuencias que tuvo en el plano nacional, se enmarca en una situación geopolítica en la «gran partida de ajedrez global», explica Ramírez. «Es muy posible que el diseño del 11M –e incluso la ejecución– corriera a cargo de alguno de los grupos que actúan con bandera falsa.