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Portada de La sociedad del delirio

Descripción del «cambio antropológico» que estamos viviendo y que se caracteriza por su rechazo de lo humano y del mundo

Análisis conciso y completo de los rasgos de la nueva cultura: autoritaria, estatalista, triste, justiciera, arbitraria, hostil a todo fundamento que nos vincule con el pasado y que refuerce vínculos espontáneos y naturales

¿Qué nos está ocurriendo? ¿De verdad estamos en una crisis profunda, o se trata de una de esas tantas situaciones de transición? ¿No será una «conspiranoia» tanta reticencia ante la Agenda 2030, el Pacto Verde de la Unión Europea, los «comités de expertos» y la profusión de propaganda LGTB? ¿En qué consiste eso que llamaron «gran reseteo mundial»? Estas son varias de las preguntas a que responde el señor Pereira, profesor honorario, catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Santiago de Compostela. Y no lo hace indagando si estamos ante la herencia última de los Freud, Marx, Derrida o Foucault. Aunque experto en materia jurídica, procura observar, atender al sentido común y señalar la magnitud y características de la crisis. Y la describe como «cambio antropológico», lo cual va más allá de otras consideraciones. El proceso en que nos hallamos inmersos, según este autor, es de una índole como hasta la fecha no se había experimentado, al menos en todo cuanto podemos rastrear dentro de la historia. El ser humano se ha colocado en contra de lo que supone su misma entidad, naturaleza y condición humana. Dicho de otro modo: ya no queremos ser humanos. Incluso aborrecemos de nuestra misma corporalidad y sexualidad. Que no en otra cosa consiste, verbigracia, la deriva LGTB, en especial la «trans».

Pereira sostiene que no nos hallamos ante una mera apostasía y retorno al paganismo; se trata de postcristianismo, posthumanismo, transhumanismo. «El paganismo y el cristianismo tenían más en común [entre sí] que el siglo XIX con el XXI», dice el autor. Por tanto, con su radical rupturismo, la actual mutación antropológica nos aleja de todo aquello que compartían, como gran consenso —con sus enormes matices—, el paganismo y el cristianismo, empezando por la relevancia que ambas formas de pensar concedían al hombre y su lugar en el mundo. Al mismo tiempo, estamos insertos en una aguda alteración cultural, ética y social, caracterizada, entre otros aspectos, por la intolerancia pretendidamente tolerante y pluralista, el puritanismo y, sobre todo, la ausencia de una visión común de los grandes temas, un desacuerdo intenso en lo fundamental.

Rialp (2023), 134 págs.

La sociedad del delirio. Un análisis sobre el gran reset mundial

Antonio-Carlos Pereira Menaut

Por otra parte, la descomposición de la cultura acarrea que «por primera vez en la historia, se puede llegar a ser un universitario competente y un buen profesional superior sin saber nada de Grecia y Roma». Todo ello va de la mano de una inversión en la sensibilidad estética desde 1900 —como ya advertía Ortega y Gasset en su momento—, que el autor enjuicia así: «nunca el arte había cultivado lo absurdo, lo ininteligible, o, menos aún, lo zafio». Asimismo, todo este proceso se desarrolla dentro de una honda transformación tecnológica que quiebra el ritmo humano y nos aherroja a una virtualidad cada día más presente en nuestras vidas y en la que el espacio y el tiempo son arbitrarios. Para rematar el panorama, el cambio antropológico afecta también al Derecho, que, en la práctica, desaparece y es sustituido por la legalidad y el autoritarismo administrativo, desprovisto de raíces ontológicas y humanísticas.

En este libro breve, de lectura muy ágil, sin ninguna pretensión intelectualoide, y en dialogo con pensadores como Higinio Marín —y con C.S. Lewis y su La abolición del hombre—, Pereira denuncia los excesos de los organismos internacionales y de la gestión de la pandemia covid que los gobiernos llevaron a cabo gracias a la servidumbre voluntaria en que ha caído la población occidental. Una población que ha perdido calidad humana y espontaneidad: se ha vuelto seria, triste y justiciera, sumisa a los protocolos, las multas, la supervisión y las actitudes más gregarias. La ruptura de los lazos naturales —familia, comunidad, amigos, identidad popular— nos hace más vulnerables, más dependientes «del poder público y de los tutoriales de Google». Porque, como dice Pereira, este cambio no sólo está contra Dios: está contra el hombre, contra el mundo y contra la realidad. Constituye «una postura negativa y pesimista acerca del hombre». Frente a todo ello, Pereira no sólo defiende todo aquello hoy bajo amenaza o condena, como el Derecho, la virtud, la familia, el tener hijos; no sólo nos invita a aislarnos de las pantallas y reconocer que a nadie en su sano juicio le gusta pagar impuestos —y que ninguna empresa ni persona debería romper los lazos de confianza para ser un «chivato» del Estado, convirtiéndonos todos en «Gran Hermano»—; además aventura que, si nos conducimos de este modo, el futuro será nuestro, porque el resto —todo el rebaño que acepta el cambio antropológico— se habrá extinguido al cabo de una generación o dos.