Defensa de la política como forma de cooperación social y no de enfrentamiento
Marina lanza una invitación para mejorar el modo como nos formamos en tanto que integrantes de la comunidad, ya sea para ejercer mejor el gobierno, o para ejercer mejor la ciudadanía de los gobernados
Más de medio centenar de obras, junto con docenas de colaboraciones, conforman el corpus bibliográfico que ha publicado José Antonio Marina (1939) desde hace treinta años. Si se tienen en cuenta las reediciones, el número frisa los dos centenares. A lo cual se pueden sumar un centenar y medio de artículos académicos, así como un nutrido elenco de colaboraciones en medios. Gran parte de su producción está centrada en indagar acerca de cuestiones que podrían calificarse como «políticas» en un sentido lo más alejado posible de lo partidista. Mediante una aproximación humanística en que procura espigar aportaciones desde Platón y Aristóteles hasta la Modernidad más presente –reivindica los valores ilustrados, y también una visión de respeto religioso que pueda balancearse con una mentalidad laica–, pasando por Francisco de Vitoria, el señor Marina presta su atención a la dimensión social del hombre. Este quizá sea el rasgo más destacable de su abordaje de los temas. No se desliza ni hacia una exaltación del individualismo, ni tampoco del colectivismo –extremos que hoy parecen forjar los fundamentos de la polarización ideológica. El ser humano es parte de una comunidad, y no como mero elemento pasivo ni como una circunstancia sobrevenida; es humano precisamente porque es comunitario. Esta búsqueda de equilibrio e integración va a dar pie a otra de sus pautas a la hora de localizar planteamientos y propuestas. En su anterior libro, El deseo interminable, reflexionaba e investigaba en torno a felicidad, con una mirada en que lo personal y lo comunitario se engarzan.
ARIEL (PLANETA, 2024). 336 PÁGINAS
Historia universal de las soluciones. En busca del talento político
En estas páginas, Marina diferencia, de manera neta, entre «conflictos» y «problemas». El conflicto conduce a posturas enconadas en que la vía de escape suele ser la derrota de uno de los bandos contendientes; en el conflicto, uno –o quizá ambos– debe perder. Frente a ello, los problemas se pueden encauzar para que queden resueltos –la política como pesquisa de soluciones–, de forma que el nuevo escenario no suponga menoscabo de ninguna parte implicada, sino una cooperación o consenso entre todos. Convertir los conflictos en problemas es, por tanto, una de las ideas centrales del libro. Para situarse en esta actitud, Marina abre varias rutas que se van coordinando. Una de ellas consiste en prestar atención a la historia, sacar aprendizaje de lo que el hombre ha ido haciendo a lo largo de los siglos, asumiendo que cabe admitir la existencia de progreso ético. Por otro lado, lanza una invitación para mejorar el modo como nos formamos en tanto que integrantes de la comunidad, ya sea para ejercer mejor el gobierno, o para ejercer mejor la ciudadanía de los gobernados. Aunque el libro, tal como lo califica el propio Marina, puede resultar «ultraacadémico», su lectura es asequible para un público no especializado; en todo caso, los lectores más avezados hallarán pasajes en que se sientan en discusión o en consonancia con Marina. Especialmente, en su diálogo con extenso catálogo de intelectuales, desde Edmund Husserl, Jacques Maritain o Hans Küng hasta Yuval Noah Harari, Peter Singer, Jordan Peterson, Alejandro Llano o Karl Popper.
En repetidas ocasiones, los argumentos y contrargumentos de Marina dan un aire de prudencia, como cuando señala la dificultad a la hora de evaluar las soluciones concretas que se dan a problemas políticos, jurídicos, morales, sociales. Su antidogmatismo insistente se nota en los asuntos sobre los que cavila, en búsqueda de aproximación consensuada, como sucede en el pasaje dedicado a Cataluña o en los capítulos centrados en áreas troncales, como el derecho a la vida, la sexualidad, el papel de la religión en la vida de los pueblos, o el trato que debe dispensarse a los extranjeros. En todas estas cuestiones, Marina coteja puntos que se antojan contrapuestos, para hallar una base común de entendimiento.