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Don Pedro I de Castilla consulta su horóscopo a un moro sabio de GranadaMuseo del Prado

Intrigas criminales en la España medieval

Bajo los auspicios de Pedro I de Castilla, Carlos II de Navarra y Enrique de Trastámara

Varios conjuntos desiguales de personajes se mueven por esta novela ambientada en la segunda mitad del siglo XIV, en los tiempos en que Pedro I de Castilla, por sobrenombres el Cruel y el Justiciero, mantenía inestables relaciones de simulada conciliación con Carlos II de Navarra, apodado el Malo, y procuraba mantener a raya a su medio hermano Enrique de Trastámara. Son estas tres célebres personalidades los ejes de esos grupos que campean aliados y enfrentados, según las circunstancias y según sus miembros.

Libros del aire. 321 páginas

Oscuro bajo los acebos

Borja Rodríguez Gutiérrez

La fusión de datos y figuras históricas con una trama y unos personajes inventados se adereza por medio de tópicos y motivos frecuentes en las narraciones del género negro y policíaco: asesinatos y búsqueda de los culpables, escenas de crueldad y de intriga solo comprensibles muy avanzada la acción, sin que falte la consabida cita erótica. También la estructura por capítulos parecidos a secuencias o a piezas de puzle debe sus características a tales géneros y, particularmente, a los recursos cinematográficos en su sucesión y mutua conexión, en lo visual de las descripciones. El auténtico engarce entre episodios y situaciones se despeja al final junto con los enigmas por resolver, en ese lugar oscuro, bajo los acebos, en que se viven los últimos momentos de suspense y las últimas peripecias relevantes antes del desenlace.

El primer hilo de la ficción se genera con la exigencia de investigar la aparente muerte por envenenamiento de Guillén Díaz de Mendiola a la vista de toda la corte de Carlos II, en un encuentro en que aquel actuaba como embajador enviado por el monarca castellano. El rey navarro se muestra dispuesto a colaborar en el esclarecimiento del crimen y permite la revisión de las circunstancias. Participa en las averiguaciones el que sería historiador y canciller mayor de Castilla, Pero López de Ayala, sobrino segundo del difunto. Pero mayor interés tiene para el llamado Justiciero encontrar el tesoro que ha guardado en lugar desconocido otro finado, Étienne Marcel, tesoro que, teme, esté yendo a parar a manos del rey de Navarra: en su busca había enviado el rey castellano al feroz y demoniaco Eleazar, coligado este con Peralta, pero ante la duda de si le habrá traicionado para quedarse con el botín, encomienda el asunto a un grupo encabezado por el leal Rodrigo Muriel.

Los personajes de ambas comisiones habrán de encontrarse, lidiar con las insidias y malquerencias de Enrique de Trastámara, con los recelos que genera la fama del rey navarro, con los ardides de una Leonor de Sicilia, reina de Aragón, aposentada en la corte de Navarra y con sus propios intereses y limitaciones. Pese a las licencias en la atribución gratuita de acciones no del todo verosímiles a las figuras históricas y a no faltar personajes prototípicos e incluso alguno demasiado manido en su diseño y comportamiento, como el arzobispo Pedro Luna, el autor parece haber puesto sus mayores esfuerzos en la concepción y recreación de la psicología de los distintos caracteres: delinea a cada uno de ellos con particular detención, a algunos sobre todo a través de sus emociones y pensamientos, a otros de sus acciones, palabras y silencios, cuando no partiendo de sus creencias o supersticiones, o de sus escepticismos. Todos acarrean sus propios anhelos y sus penas, sus miedos y frustraciones, sus retos y objetivos, y muchos se explican la historia desde sus personales puntos de vista o proyectan sus esquemas mentales en lo que ven.

La voz del narrador primario salta de una cabeza a otra, desmenuza las intenciones, señala los hechos históricos vinculados directa o tangencialmente con los sucesos o con los actos y las reacciones de los sujetos implicados, no duda en convertirse en cámara cinematográfica para no dejar sin describir sus gestos y movimientos… y nunca avanza más allá de lo que logran advertir o conjeturar los protagonistas, no se sitúa por encima de ellos, sino en su mismo nivel, de modo que el lector apenas puede sobreponerse a las elucubraciones sobre los móviles y modos de los homicidios a los que asiste.

Se trata esta de la tercera novela publicada por el historiador literario Borja Rodríguez, presidente también de la Real Sociedad Menéndez Pelayo y ganador con La única carta del Premio Complutense de Narrativa en 2014. Rodríguez recupera para Oscuro bajo los acebos personajes creados por él en El traidor de la corte (Barcelona, Roca Editorial, 2009) situada en el mismo reinado de Pedro I: Alfonso de Sirga, con su característica pasión por la verdad, y Rodrigo Muriel, con su no extinta pasión por María de Padilla. Quién sabe si el lector volverá a encontrarlos en alguna novela más.