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Milena Busquets, en una imagen de 2015EFE

'Ensayo general': las pequeñas virtudes de Milena Busquets

La autora de También esto pasará publica una miscelánea gratificante con retazos de memorias, sketches y semblanzas atravesadas por su inconfundible tono

Poca cosa, casi nada, distingue a un ensayo general de la representación. Todo debe encajar, todo debe trascurrir tal y como se espera en el ensayo general. Incluso habitualmente se lleva a cabo con público y hasta con prensa. La única diferencia es que no es todavía del todo la función.

Anagrama. 160 páginas

Ensayo general

Milena Busquets

En estas páginas, Milena Busquets ha ido ensayando distintos tonos, que van desde el columnismo (de revista) a las memorias, el diario o el credo estético, la semblanza y el autorretrato familiar. Por momentos parece que este libro fuese una recopilación de prensa y, de hecho, según leo en entrevistas, la propia autora los fue escribiendo en base a esa idea. Que todo suene armónico se debe a la ligereza y la falta de pretenciosidad que hace de Milena Busquets una escritora de seductora naturalidad.

Busquets (Barcelona, 1972), al igual que Natalia Ginzburg, con quien tanto comparte, conoció de cerca el gran mundo editorial, como hija que es de Esther Tusquets. Trabajó en los libros antes de lanzarse a escribir los suyos. Fue en 2015, con También esto pasará, cuando le llegó el reconocimiento. Desde entonces, ha ido prodigando obras en apariencia menores (diarios, recopilaciones de artículos…), pero muy en línea con los gustos actuales.

En este formato breve y hasta misceláneo descuella la prosa amena, aguda y disfrutable de una mujer que parece encontrar su lugar en el mundo, las palabras justas, solo cuando se sienta ante el folio en blanco. De hecho, la personalidad de Busquets, entre visceral e insegura, apasionada y cínica, trasparenta en sus páginas y llega al lector con una calidez alejada de toda solemnidad. «Me gustan la frivolidad y la ligereza, lo que ni deja cicatrices, lo que es como un soplo de aire fresco», escribe.

En Ensayo general, la memoria tiene un peso específico, especialmente los recuerdos de infancia: el Cadaqués de su niñez («Fue verano durante muchísimos años de mi vida»), los tiempos de la pérgola y el tenis, que diría Gil de Biedma, la relación con la madre, tan presente en toda su obra, los tics de un mundo, el de la Barcelona cosmopolita que fue, donde regían ciertos códigos de buen gusto, educación y apertura de miras. Busquets toma partido por una estética y una ética un tanto vintage: «Creo que ese tipo de pasotismo positivo que en realidad no es más que una forma de tolerancia extrema ha pasado de moda. Es una lástima, era gente que hacía lo que se tenía que hacer, sin enfadarse ni indignarse y sin importarles nunca lo que fuesen a pensar los demás».

Me gusta esta Milena, tolerante gruñona, que no duda en cantarle las cuarenta a los críticos del «pollavieja» Javier Marías («Ojalá no estar nunca del lado de los artistas que dan lecciones de bondad»), que habla sin resabios posmo de la maternidad y la feminidad, que azota sin llegar a hacer sangre al hombre, a los hombres, que tiene una sonrisa escondida para cada herida que muestra, que frasea con gracia y con ritmo, y navega con ligereza mediterránea sobre el trauma.

Hay páginas inspiradas en este Ensayo general y hay páginas más prescindibles, como en toda miscelánea. Lo que no sobra nunca es la manera de mirar de esta mujer de alma tonificada, capaz de enfadarse con el mundo y hacer las paces en el mismo instante, de juzgar sin acusar, de insultar con clase.