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Gay Talese, en una imagen de 2017AFP

'Bartleby y yo': Gay Talese no se resfría

El maestro del Nuevo Periodismo repasa el inicio de su carrera y su famosa no-entrevista con Sinatra y presenta un jugoso inédito

Cuenta Gay Talese (Nueva Jersey, 1932) que, hastiado durante el desfile de San Patricio de 1959 al que asistía desde la tribuna en la Quinta Avenida, concibió la idea de alejarse del foco principal y buscar su propia historia: «Pronto perdí interés en los mariscales y otros dignatarios reunidos en las primeras filas y me formulé una pregunta: ¿quién iba a cerrar la marcha?». Así fue como localizó a un chaval de dieciséis años, que nunca llegó a salir en las fotos y marchó ya de noche por la Quinta Avenida. Él era su hombre.

ALFAGUARA. 336 PÁGINAS

Bartleby y yo (Retratos de Nueva York)

Gay Talese

Esta anécdota da muy bien la nota de un periodista que, señala, siempre sintió predilección por «los donnadies»: «Procuraba entrevistar a gente que aportara una perspectiva diferente de la historia, gente nada acostumbrada a que se les prestara atención y se les consultaran las cosas». Con Talese, entre otros maestros de lo que se dio en llamar el Nuevo Periodismo, aprendimos que la perspectiva lo es todo y que un paso atrás o hacia el lado puede enriquecer una historia. Es más, que lo importante es la historia, su propia lógica, su propio encanto. Y más que los hechos, los hombres detrás de ellos o en los márgenes.

Bartleby y yo, al que Alfaguara ha colocado un subtítulo comercial en la edición en español (Retratos de Nueva York) es un libro de memorias periodísticas y, a la vez, una masterclass del propio Talese, que nos deja acceder al bloc de notas. Se divide en tres partes que podrían ser también las tres edades de un periodista: sus inicios y su afianzamiento, su madurez creativa y su senectud gloriosa. La primera parte, en la que ya se advierte desde bien pronto su interés por un periodismo de marcado acento propio, repasa sus comienzos en The New York Times y su desembarco en Esquire; la segunda recrea las circunstancias que llevaron a su crónica más famosa, Frank Sinatra está resfriado (1965), votada en 2003 como la mejor historia publicada por la revista Esquire y cuya característica principal, tan rematadamente Talese, es que se acerca al personaje, a la estrella, a través de quienes lo rodean; finalmente, la tercera parte (El brownstone del doctor Bartha) es un excelente reportaje inédito sobre un anciano que se hizo explotar con su casa entera en el Upper East Side de Nueva York tras perderla en un proceso de divorcio.

A caballo de su estilo terso y riguroso, su obsesivo trabajo de campo y esa voluntad de indagar en los pliegues de personas a menudo desconocidas pero capaces de actuar de emblema de su tiempo, Talese ofrece a sus 92 años un libro ameno que sirve de auto-homenaje sin vanidad. Es un libro que disfrutarán especialmente quienes ya hayan trabado conocimiento con el autor, los muchos lectores de sus grandes piezas de no ficción (Honrarás a tu padre, La mujer del prójimo, El puente, etc…), y los periodistas, que no pueden leer este libro sin nostalgia de un tiempo en el que un solo reportaje podía ocupar tres meses de trabajo, con desplazamientos pagados.

El encanto de Nueva York, «una ciudad de cosas que pasan inadvertidas», y de los años gloriosos del periodismo, todavía con monstruosas tiradas y con enorme influencia, se filtra por cada página de esta obra que late con vigor, reivindicando el poder de las historias sobre las meras noticias. Hoy que el periodismo languidece emparedado entre el marketing y la militancia política, consuela refugiarse en el periodismo slow de Talese, capaz de sacarle a los hechos acentos y colores puramente literarios.