Cómo evitar el naufragio de la dignidad
La trágica historia de la Polonia contemporánea ha favorecido el surgimiento de un universo intelectual propio. Hablamos de tierra, dolor y sangre
«Al este del Arbat recoge las crónicas que escribió durante su estancia en la Unión Soviética en la segunda mitad de la década de los sesenta del siglo pasado. En estos textos hay de todo: polacos emigrados que buscan mantener sus tradiciones, maestros de ajedrez, científicos geniales abandonados en los confines de Rusia para romper los moldes del conocimiento oficialista, los poetas obreros y sus debates literarios en las fábricas, una visita a la ciudad de Odesa o un recorrido por algunas sencillas biografías de mujeres soviéticas. Estas páginas debían escapar de la censura. Así que Krall necesitó usar todas las herramientas para quebrar a los censores».
La trágica historia de la Polonia contemporánea ha favorecido el surgimiento de un universo intelectual propio. Hablamos de tierra, dolor y sangre. De este pasado han surgido algunas de las voces más inteligentes y sutiles del siglo XX europeo. La dignidad como fundamento último de una mirada atenta al mundo por parte de quienes han sufrido los embates de los totalitarismos de diverso pelaje a través del tiempo. Malvivir bajo los dominios nacionalsocialista y comunista les ha curtido lo suficiente como para saber dónde encontrar los asideros necesarios. Ahí están, no nos podemos cansar de repetirlo, los nombres de Lech Wałęsa, Adam Michnik, Bronisław Geremek, Leszek Kołakowski, Czesław Miłosz, Zbigniew Herbert, Sławomir Mrożek, Wisława Szymborska o Adam Zagajewski. Se hace imposible no inclinarse ante semejante listado en señal de respeto y admiración. La literatura polaca, generación tras generación, sigue deparando muchas sorpresas.
La Caja Books, 2024
Al este del Arbat
Esta reflexión inicial era obligatoria. La Caja Books Editorial ha traducido Al este del Arbat de Hanna Krall. Lo ha hecho en su colección Caja Alta, donde hay otros títulos que bien merecen una lectura sosegada y profunda, como Diarios de Kolimá de Jacek Hugo-Bader o Bucarest. Polvo y sangre de Margi Rejmer. Necesitamos de este tipo de editoriales que arriesgan y se atreven a trasladar a nuestro idioma libros que deben seguir vivos durante mucho tiempo. Krall es una periodista, ya casi nonagenaria, que formó parte de ese nuevo periodismo de lengua polaca que tuvo como pilar a Ryszard Kapuściński y como espacio de crecimiento el popular semanario Polityka. Polaca y judía o judía y polaca, en español podemos acceder a otras dos obras suyas: Rey de corazones y Ganarle a Dios. Ambas tratan sobre el Holocausto. La primera es una delicada novela sobre supervivencia en la oscura noche de la Segunda Guerra Mundial. La segunda recoge las conversaciones que mantuvo con Marek Edelman, el único superviviente de los comandantes de la insurrección del guetto de Varsovia. No se descubre nada si subrayamos que este ha sido su gran tema.
Al este del Arbat recoge las crónicas que escribió durante su estancia en la Unión Soviética en la segunda mitad de la década de los sesenta del siglo pasado. En estos textos hay de todo: polacos emigrados que buscan mantener sus tradiciones, maestros de ajedrez, científicos geniales abandonados en los confines de Rusia para romper los moldes del conocimiento oficialista, los poetas obreros y sus debates literarios en las fábricas, una visita a la ciudad de Odesa o un recorrido por algunas sencillas biografías de mujeres soviéticas. No se podía hablar mal de la URSS en el país. Estas páginas debían escapar de la censura. Así que Krall necesitó usar todas las herramientas para quebrar a los censores. Muchos otros se cayeron en estos juegos de equilibristas. Lectores y censores sabían de qué estaba hablando Krall, a veces con una aparente y buscada ingenuidad, pero el funcionario de turno no podía pasar la tijera por sus frases. Un ejemplo se encuentra al inicio del capítulo «Mujeres de color de lila»: «Las mujeres soviéticas ya saben que necesitan perder peso, pero no tienen suficiente verdura. También saben que los vestidos adelgazan, pero en las tiendas hay pocos vestidos de calidad». Este es el tono de estas crónicas. La vestimenta de las mujeres le sirve para hacer, desde los márgenes, una ácida crítica de la planificación económica y de sus estragos sociales. Cada detalle apunta a la tiranía soviética.
Al este del Arbat fue un éxito rotundo en aquellos días. Pasados el tiempo, como las grandes crónicas, se sigue disfrutando de la misma manera. Quizá el lector actual no se aproxima a él con los mismos ojos que el polaco de 1972 (fecha en la que se publicó originalmente), pero es consciente de que sigue mereciendo la pena sumergirse en el esta obra. La traducción de Agata Orzeszek y Ernesto Rubio hace que la escritora polaca suene bien y natural en español. La periodista polaca quiso radiografiar al homo sovieticus, sin embargo, le salió un esbozo de la humanidad herida. No es cuestión pequeña. Dentro de la larga tradición polaca, Krall sabia que la única manera de evitar el naufragio de la dignidad era escuchando las voces de las personas que se encontraba por el camino. Eso es esta obra subversiva.