Ser madre, una convicción íntima que explica la identidad y brújula de la mujer
Elogio de la maternidad frente a un feminismo que ha provocado grandes alteraciones: «La mujer ha triunfado en lo público y se ha desestabilizado en lo privado; está bien formada intelectualmente, pero no se conoce a sí misma»
María Calvo es profesora en la Universidad Carlos III, ha publicado libros como Los niños con los niños, las niñas con las niñas (2005), Iguales pero diferentes (2007), La masculinidad robada (2011), La mujer femenina (2022), y ha recibido el premio Luchadores por la Familia 2024. Defiende la alteridad tanto sexual como psicológica entre el varón y la mujer –«Lo más maravilloso que tiene la mujer es la potencialidad creadora de vida»–, de ahí que se lamente: «Hemos metido a los hombres en el gineceo, y ahora el hombre tiene miedo a mostrarse masculino». Ahora Rialp le edita otro título: Orgullo de madre. Al comienzo de este libro se declara «madre maravillosamente imperfecta», uno de los rasgos que van apareciendo a lo largo de estas páginas: advierte una vez y otra contra todas las tentaciones de excesos y de supuesta perfección.
RIALP (2024). 224 páginas
Orgullo de madre
Su hubiera que resumir este libro en pocas palabras, habría que señalar que es un panegírico de la armonía, del equilibrio. Denuncia la actitud de las madres que no saben dejar solos a sus hijos, y de aquellas que creen que un hijo es la meta última de su vida, y también de las que sólo aceptan al hijo que no entorpezca su carrera profesional. Dedica varias páginas muy contundentes a criticar la tan extendida moda de mujeres que optan, de manera deliberada, por ser madres sin presencia alguna de un hombre en su vida, negando un padre al hijo, e incluso pretendiendo que el hijo sea un producto de consumo emocional. Reivindica la complementariedad que aporta el padre –que no es alguien ajeno a la gestación y la crianza– y defiende la centralidad del matrimonio: para un hijo, el padre ha de ser el hombre del que está enamorada su madre; la madre es la mujer de quien está enamorado su padre. Esa complementariedad del varón y la mujer aporta a los hijos mesura, pertenencia, identidad.
Asimismo, la autora se refiere a los aspectos tanto trascendentes como inmanentes de la maternidad, tanto la realizada como la potencial o espiritual. La maternidad ayuda a percibir la vida y el tiempo de una forma menos utilitarista, más generosa, más propiamente humana y no economicista. «El padre representa la libertad, tanto para el hijo como para la madre… El padre libera al hijo de la excesiva dominación de su madre y le permite sentirse como un ser pleno y autónomo, lo que le ayudará a su vez a madurar», escribe María Calvo. Y añade: «Madre y padre deben formar un tándem inescindible, una unión inquebrantable frente al hijo… Para que esto sea una realidad, la mujer debe comprender y respetar las características de la masculinidad». Frente al victimismo, la sensiblería y la sobreprotección, advierte: «La madre es la custodia, no la propietaria, del hijo». María Calvo apuesta por la ternura, por aceptar a los hijos cuando vienen –en este sentido, los hijos son «no deseados»– y por no encarar la vida desde la soledad. Porque nadie es madre ideal, y la maternidad no es algo fácil. Los hijos desbaratan nuestros planes.
El punto de partida intelectual de este libro es un mentís al feminismo: «El feminismo nunca se ha encargado de la maternidad… Los movimientos feministas, a partir de la década de los sesenta y hasta la actualidad, han sido sin duda los más dañinos para la maternidad», asegura. Lo cual «ha provocado una ruptura interior de la mujer, la pérdida de su esencia y un peligroso desconocimiento de una misma; pues, lo desarrollemos en acto o no, y aunque ser madre no sea en ningún caso el fin ineluctable de la mujer, todas estamos diseñadas por naturaleza para la sublime y privilegiada misión de traer vida al mundo». En este sentido, «la mujer ha ganado en derechos y ha perdido en identidad; ha triunfado en lo público y se ha desestabilizado en lo privado; realizada en lo profesional, experimenta una gran soledad en lo personal; ha perdido el rubor, pero exige respeto; todo le está permitido y, sin embargo, no encuentra satisfacción; está bien formada intelectualmente, pero no se conoce a sí misma».