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Entrevista a Alejandro Rodríguez de la Peña

Entrevista a Alejandro Rodríguez de la Peña

La integración de Atenas, Roma y Jerusalén, a la que se suma lo Germánico

Cuando Europa era una identidad profunda que no dudaba de que el hombre vive en este mundo guiado por la razón, gobernado por la justicia y con vistas a la vida eterna

El profesor Rodríguez de la Peña, catedrático de Historia Medieval en la Universidad CEU San Pablo, ha publicado una colección de libros en que se adivina una serie de líneas convergentes. Por un lado, sus títulos centrados en el conflicto que la historia ha vivido entre la crueldad y la compasión y que el autor explica, a la postre, en torno al concepto cristiano de pecado original y Redención. Por otro lado, los volúmenes enfocados en la Edad Media y en los cuales se atisba una búsqueda de un orden tanto lógico como teológico –no es un oxímoron, sino un pleonasmo– orientado a la búsqueda del bien común en este mundo. Recalcamos: «bien común» –no «interés general»– y «este mundo», pues el carácter ascético medieval no suponía un menoscabo de la conciencia cismundana. En eta ocasión, Rodríguez de la Peña parece unir ambas vertientes, pues expone una visión de cómo los medievales se entendían a sí mismos y entendían el mundo, el hombre, la sociedad, la naturaleza, Dios. Lo hace concediendo gran relevancia a un periodo que suele denominarse Baja Edad Media y que comprende los siglos que hay entre Bernardo de Chartres y su discípulo Juan de Salisbury (siglo XII) y el traslado de la sede petrina a Aviñón, prefiguración del Cisma de Occidente.

Portada de 'La Europa de Dante'

El Buey Mudo (2024). 256 páginas

La Europa de Dante

Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña

La Edad Media de que habla Rodríguez en este libro dista de ser homogénea. En primer lugar, porque nos muestra todas las disputas existentes a lo largo de aquel tiempo. Disputas en todo tipo de ámbitos: entre distintos modelos de entender la racionalidad y la fe, entre los partidarios de la primacía del Imperio o del papado (gibelinos contra güelfos), entre espiritualidades bien diversas. Lo interesante, sin embargo, no es contemplar sólo esos conflictos –que jalonan la vida de Dante y que el poeta expresa mediante su Divina comedia, en la cual manda al Infierno a algún que otro Papa de su época–, sino los fundamentos compartidos: Europa era la Cristiandad y el latín era la lengua de cultura. Antes de que aparezca la Modernidad, Europa es un territorio unido en la confluencia de lo diferente, empezando por esa compleja mixtura nunca acabada de Atenas, Roma, Jerusalén. Es decir, del poder del intelecto, del poder del Derecho y del poder de la fe.

Quizá el gran mérito del libro sea trasladar al lector actual un modelo de Europa y de sociedad que, lejos de alcanzar una paz perpetua, impostada, clónica, uniforme, respira una identidad profunda y sólida que no duda de que el hombre vive en este mundo guiado por la razón, gobernado por la justicia y con vistas a la vida eterna. Un ser humano que se desarrolla entre esa tensión del pecado original y de la Redención. En la tensión entre lo latino y el redescubrimiento de lo griego en su lengua original; entre lo cristiano y lo mahometano; entre el Cristo Soberano del universo y el Cristo que muere en la Cruz; entre Bolonia y París; entre los aristotélicos y los platónicos; entre lo germánico y lo mediterráneo; entre el monacato de Francisco de Asís, el de Benito de Nursia y el de Tomás de Aquino; entre Sócrates y los Padres de la Iglesia; entre el rey de Francia y la Orden del Temple; entre el Imperio –en sus múltiples conceptos, alguno de los cuales cuenta con el aplauso del autor de este libro–, la autoridad pontificia y los principados; entre Agustín, Averroes y la escolástica; entre lo seglar y lo laical. Tensiones que, en unos casos, resultan de enorme violencia y exclusión, pero que, de ordinario, muestran una vitalidad variopinta sumida en la discusión densa y capaz de conducir a la colaboración.

Este libro resultará de gran ayuda para quienes tengan interés en un concepto de Europa y de la sociedad alternativo al que se ha impuesto hoy, y para aquellos que deseen conocer cuál era la mentalidad medieval, sus claves, los procesos que condujeron a la Modernidad –lo que incluye el Imperio ecuménico de los Austrias españoles–, así como las pautas de su desarrollo intelectual, religioso y político. Por supuesto, será de gran ayuda para adentrarse en la obra de Dante y su contexto, tanto personal como histórico. En cambio, será una lectura incómoda tanto para aquellos entusiastas de la idealización de la Edad Media, como para quienes estén convencidos de que se trató de una era repleta de oscurantismo y barbarie.

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