Mirar es contemplar
Ser mirada, de Carmen Palomo, es un paseo en verso que nos invita a encontrarnos con la realidad, con los ojos bien abiertos y asumiendo riesgos
«Líbrame de leer sin correr riesgos». Este anhelo expresado por Carmen Palomo en su nuevo poemario titulado Ser mirada, es el ritornello que se escucha a través de sus versos. No se puede salir indemne, y ya lo consigue desde su mismo título: ¿Somos lo que vemos? ¿Somos porque contemplamos? ¿Somos porque somos mirados? ¿Quién nos mira?
Sí. Es necesario destacar que Ser mirada ha obtenido el XLI Premio Juan Gil-Albert Ciutat de Valencia, con un jurado de postín compuesto por Juan Carlos Caballero, Ramón Bascuñana, Mª Teresa Espasa, Jaime Siles y Elena Torres. Pero es que Carmen Palomo cuenta sus poemarios por premios: Premio Internacional de Poesía Francisco Aldana en 2016 con Glosas al fuego; Premio Esdrújula en 2019 por Las costuras del hambre; accésit del Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador en 2021 por Un silencio habitado; Premio Nacional de Poesía José Hierro en 2021 con DIDO; Premio de Poesía Gravitaciones en 2022 por Madre de cenizas; y Premio Leonor de Poesía en 2023 por En tu espalda el desierto.
Pre-Textos (2024). 100 páginas
Ser mirada
A esta poeta nos la podemos encontrar a diario en los pasillos de la Facultad de Derecho de la Universidad CEU San Pablo. Allí es profesora de Derecho Romano. Otro dato que reconcilia. Una vez más, en las solapas de los libros encontramos a autores que «son de Derecho», de esa carrera que amuebla tan bien la cabeza.
Los poemas de Palomo Pinel son súplicas. Se sabe hija. Se sabe mendiga de un corazón. «Líbrame del dolor de que nada me duela./ Líbrame de ser en/ o de ser para./De no ser, de no ser/ sencillamente, líbrame./ De todo lo que no seas tú/ (tal vez nada),/ líbrame.» («Oración de petición»).
Pero también son advertencias de madre y maestra. De esa conciencia del que sabe que sostiene un cabo del que dependen otros. Por eso también hay consejos: «Custodia una mirada. Tú no dejes/ que tu vida de ahora se nos muera/ del todo.» («De tu árbol y tu estrella»).
Como buena guía, Carmen Palomo ha ideado un poemario que se asemeja a un paseo junto a ella. Nos invita a un camino estructurado en cuatro pasos, en cuatro partes. La primera, titulada «Párpado abierto al mundo», arranca con una petición: «Permíteme tener los ojos grandes». Todo comienza con este acto de voluntad. Mirar la realidad. Asumiendo los riesgos, «Aceptar ser el centro/ de esa herida asombrosa que es el mundo.» («Periferias»). El segundo paso, la segunda parte, lleva por título «De lo invisible», y se abre con el poema «Spes», y precisamente es la espera y la esperanza de lo que nos habla. Más tarde nos lleva a la tercera parte, donde a zaga de la huella de San Juan de la Cruz nos habla de «La pupila interior». Para terminar el viaje en «Un amor que es visión», con poemas que gritan a un tú, un tú deseado, esperado y cuya mirada hace significar («Pero tú eres tan bello y yo tan rematadamente/ occidental,/ –es decir, /que soy una criatura de deseo–»).
Mirar es contemplar. Y contemplar es atender y descubrir. Amar es estar atento, como decía Simone Weil.