Más allá de Stalingrado: sangre soviética en el Saliente de Rzhev
El especialista en el Frente Oriental Prit Buttar sumerge al lector en uno de los episodios más sangrientos y decisivos de la lucha por Moscú, entre 1942 y 1943
Si uno quiere invadir Rusia, más le vale estar seguro de que, con los recursos de que dispone, puede llegar militar (poner soldados) y logísticamente (poner intendencia y mantenerla) hasta Vladivostok, el extremo oriental ruso, pues planear dicha invasión con el objetivo puesto en Moscú sólo ocasionará una debacle militar –otra más–. Dos han sido las ocasiones en que la época contemporánea ha presenciado la invasión de Rusia: en 1812 por la Grande Armée de Napoleón Bonaparte, y en 1941 con la Wehrmacht de Adolf Hitler. Ambos cometieron exactamente el mismo error: pensar estratégicamente en términos occidentales. Ambos ejércitos, el napoleónico y el alemán, no fueron derrotados en su avance, sino en su retirada. El primero obtuvo la victoria, aunque muy ajustada, en Borodinó, y el segundo la obtuvo de manera clara tras la ejecución, el 2 de octubre de 1941, de la Operación Tifón, que llevó a los ejércitos del führer hasta Gorki, las mismísimas puertas de Moscú. Pero Rusia es mucho más.
Ediciones Salamina (2024). 486 Páginas
Picadora de carne. Las batallas por el Saliente de Rzhev, 1942-43
Prit Buttar, consagrado especialista británico en el Frente Oriental, lo pone magníficamente de manifiesto en el libro Picadora de carne. Las batallas por el Saliente de Rzhev, 1942-43, que recientemente ha publicado la solvente Ediciones Salamina en castellano: cuantos más cuerpos conseguían vencer los alemanes en su imparable avance, más tropas conseguía poner la Stavka (Alto Mando de las Fuerzas Armadas soviéticas) en el frente. A comienzo de diciembre del 41, ni el Oberkommando der Wehrmacht (OKW, Alto Mando de las Fuerzas Armadas alemanas), ni los generales sobre el terreno, como Gotthard Heinrici, comandante del XLIII Cuerpo de Ejército, ni los oficiales y soldados, como Hermann Voss, un oficial de transmisiones, daban crédito a lo que ocurría. Para mayor desastre, el invierno estaba ya en su apogeo, y los soldados alemanas amanecían con la nada cómoda temperatura de –40 ºC. Frente a ellos habían estado dos generales puestos por el mismo Stalin: Gueorgui Zhúkov y Konstantín Rokossovsky. Ambos habían sobrevivido a la Gran Purga llevada a cabo por Stalin entre la oficialidad del Ejército Rojo desde 1937. Zhúkov había escapado indemne a las acusaciones que se vertieron contra él; Rokossovsky, en cambio, no tuvo tanta suerte: fue repetidamente torturado, y su dentadura de acero inoxidable fue un evidente recordatorio del calvario en los campos de trabajo del Gulag. Estos dos endurecidos hombres y experimentados comandantes no solo consiguieron frenar la Operación Tifón a las puertas de Moscú, sino que protagonizarían el inicio de la contraofensiva soviética de diciembre de 1941. Aun así, los soviéticos tenían frente a ellos a la infantería alemana más experimentada y a la flor y nata de las divisiones Panzer: el Segundo (sur), Tercero (norte) y Cuarto (centro) Grupos Panzer, entre los que se encontraban comandantes de la talla de Erich Hoepner y Heinz Guderian.
Si bien, como expone Buttar, la primera contraofensiva soviética no fue especialmente exitosa, lo que reconocieron los mismos mandos soviéticos, debido según Rokossovsky a las duras condiciones climatológicas impuestas por el invierno de ese año; sí fue el comienzo de un duro y largo aprendizaje de las fuerzas soviéticas, que desembocaría en la posterior Operación Bagratión, del verano de 1944. Pero, mucho antes de llegar allí, era necesario pasar por el llamado «Saliente de Rzhev», donde las tropas alemanas se parapetarían para ofrecer una tenaz resistencia. Señala Buttar que «las interminables batallas y la pérdida masiva de vidas le valieron a la región el inquietante sobrenombre de la 'picadora de carne' entre los integrantes del Ejército Rojo».
La primera ofensiva sobre el Saliente de Rzhev, liderada por los Frentes Oeste (Zhúkov) y de Kalinin (Konev), en el verano de 1942, dio el pistoletazo de salida a una de las campañas más encarnizadas del Frente Oriental. Entre ellas destaca la sangrante (y desastrosa) Operación Marte, liderada por el mariscal Zhúkov, donde oleadas masivas de soldados soviéticos chocaron cruentamente contra las sólidas defensas alemanas del Saliente. Si bien el error alemán había sido llegar a Moscú con un último impulso, y en invierno, sin reservar fuerzas, los comandantes soviéticos devolvieron el favor a la Wehrmacht, creyendo que un enemigo en retirada es un enemigo vencido. Nada más lejos. Importantes lecciones que aprender, en definitiva, gracias a la ágil y aguda pluma de Prit Buttar. Acompaña el volumen un ilustrativo mapa de situación de la Wehrmacht del Saliente, por ambas caras, a color. Tampoco está demás tener presente que el Frente Oriental en 1942 no sólo era Stalingrado.