El despotismo ilustrado español a través de uno de los principales arquitectos gaditanos
El marqués de Ureña nos permite conocer cómo era el pensamiento del siglo XVIII, tanto en Europa como, especialmente, en España. Un racionalismo cargado de fe católica que, a la vez, plantea una particular visión religiosa.
Gaspar de Molina y Zaldívar, III marqués de Ureña (1741-1806), es uno de esos tantos personajes cuyas obras jalonan y definen nuestros paisajes urbanos. A menudo, al pasar junto a una iglesia o un edificio monumental, nos admiramos de cómo en épocas pasadas éramos capaces de construir con belleza y solidez, con buen gusto y con sentido práctico. Sin embargo, no sólo hemos dejado atrás esa manera de entender la arquitectura y la vida común, sino que desconocemos los nombres y biografías de la inmensa totalidad de aquellos artífices. Para intentar remediarlo, aparece esta obra colectiva, que coordina Álvaro Cabezas (Universidad de Sevilla) y que ha contado con la colaboración de varios especialistas, tanto de la Universidad de Sevilla como de otros centros, como la Universidad de Cádiz o la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Junto con cada uno de los capítulos, firmado por sendos investigadores, se añade una edición anotada y revisada de uno de los libros que publicó este marqués de Ureña: Reflexiones sobre la arquitectura, ornato, y música del templo (1785). Son páginas muy reveladoras.
Editorial Universidad de Sevilla (2024). 364 Páginas
Teoría ilustrada y reforma neoclásica: las aportaciones del Marqués de Ureña (1741-1806)
Este volumen explica, por una parte, cómo fue la vida de Gaspar de Molina, muy vinculado a Cádiz, y, especialmente, a la Isla de León. Él formó parte de quienes, por encargo regio, transformaron una localidad minúscula en una ciudad bastante poblada y que conformaba la reestructuración de la marina española. Tras dos largos siglos con Sevilla como eje de la navegación, la conexión con América y la configuración estratégica de la Armada, Cádiz y la Isla de León pasaban a convertirse en el puerto de referencia. Para ello, se necesitaba una gran labor urbanística y arquitectónica. Pero la relevancia de Gaspar de Molina no acaba aquí, puesto que este libro sabe enmarcar bien al personaje. No es, por tanto, este volumen un mero homenaje a alguien que merece un reconocimiento local gaditano.
El marqués de Ureña nos permite conocer cómo era entonces el pensamiento ilustrado, tanto en Europa como, especialmente, en España. Junto con sus reflexiones e inquietudes estéticas, hay una visión antropológica, política y religiosa. De hecho, unas se imbrican en las otras, dentro de una mentalidad racionalista, orgánica, coherente que desdeña de los excesos de la piedad popular y que plantea todos los elementos de la iglesia a partir de una concepción que gira en torno al Santísimo Sacramento. Llama la atención el modo como afirma que deben construirse los confesionarios, habida cuenta del gran sentido que entraña el acto penitencial. Iguales consideraciones se aplican a la decoración, el presbiterio, la música. No pueden ser más actuales sus observaciones.
Al mismo tiempo, la mentalidad de Gaspar de Molina es la propia del despotismo ilustrado, de una aristocracia de enorme cultura e intereses científicos, pero también convencida de que su deber es el gobierno. Lo cual nos hace comprender mejor la formación que recibió en una suerte de colegio para nobles enfocado a una educación integral: desde los modales sociales y la música hasta el estudio de los clásicos. Una formación encomendada a los jesuitas y destinada a forjar una clara actitud de caballero cristiano. Para atisbar mejor el interés que supone este libro, a la hora de adentrarnos mucho mejor el siglo XVIII español, es de gran ayuda detenerse en los gustos del marqués de Ureña: encargó la composición de una pieza musical a Haydn y, en sus viajes por Europa para ampliar cultura y ponerse al día de los avances y progresos de la ciencia, conoció a personajes como el astrónomo William Herschel, descubridor del planeta Urano. El primer planeta descubierto en era moderna y gracias al telescopio.
En este volumen no sólo veremos anécdotas interesantes, como su análisis contrario a la construcción de una presa, debido a problemas que presentaba el terreno; a pesar de su informe negativo, la presa se construyó y, como él predijo, se rompió años más tarde causando una catástrofe. También encontramos en estas páginas un gran número de grabados de la época y de fotos actuales. Todo en alta calidad de color. Como curiosidad, podremos ver la catedral parisina de Notre Dame muy diferente a esa imagen a la que estamos acostumbrados, porque aquí aparece sin su ostentoso pináculo (la famosa aguja reconstruida en el siglo XIX).