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08 de septiembre de 2024

El general Fidel Dávila junto a Franco, durante la Guerra Civil

El general Fidel Dávila junto a Franco, durante la Guerra Civil

¿La segunda guerra civil de Franco?

«Al que pierde una batalla se le juzga; pero a quien la gana se le da la recompensa sin entrar en juicio alguno. No es fácil poner en claro si la verdad consigue siempre la victoria, o si la causa correspondiente se convierte injustamente en causa verdadera. Sólo es cierto que los siglos van borrando las creencias de los que no lograron imponerlas»

El general de división retirado Rafael Dávila Álvarez, con una trayectoria profesional destacada, se ha hecho popular en los últimos años gracias a sus apariciones en los medios como analista, a sus libros y a su blog, que acumula actualmente más de siete millones de visitas. No hay tantos que alcancen esas cifras. En Generaldavila.com, donde colaboran también otros autores, da a conocer textos, reflexiones y videos breves sobre historia de España, cultura militar y la actualidad política internacional.

Portada de La segunda guerra civil

La Esfera de los Libros (20024). 512 Páginas

La Segunda Guerra Civil de Franco

Rafael Dávila

La Esfera de los Libros, que es una editorial que está siempre atenta a estos fenómenos mediáticos le publicó La Guerra Civil en el norte, luego El nuevo arte de la guerra y ahora La segunda guerra civil de Franco.

Si bien no nos hallamos ante la obra de un historiador, la idea que le da cuerpo es relevante. El autor invierte el conocido planteamiento de Carl von Clausewitz. Si para el militar prusiano la guerra es la continuación de la política por otros medios, la política posterior a 1939 fue para Dávila una continuación de la guerra avant la lettre. La victoria, está claro, tiene más padres que el combate. Sin duda, muchos lectores habrán evocado de inmediato los sucesos ocurridos en la Basílica de Begoña, del verano de 1942. Aquel día unos falangistas atacaron a los carlistas con dos bombas, causando numerosos heridos. Son muchos los protagonistas de la intrahistoria del franquismo. El propio Francisco Franco, Queipo de Llano, Varela, Kindelán, Serrano Suñer, Manuel Hedilla y Don Juan de Borbón, por citar sólo algunos de los primeros que adquirieron notoriedad. Las prisas de algunos de los vencedores por hacer realidad sus propios proyectos políticos dieron al traste o retrasaron el éxito de los mismos.

De ahí que estudiar la pugna de poder entre los vencedores del 1 de abril de 1939, entre los cortesanos del general Franco a partir del 1 de octubre de 1936 y entre las distintas facciones agrupadas tras el 18 de julio de 1936 es algo trascendental para comprender el régimen que se construyó en España y su evolución. Pero esto solo lo encontramos parcialmente en el libro. El retruécano de Clausewitz no termina de funcionar.

La cronología y los temas exceden al título. Por ejemplo, la concesión de la Laureada a Franco no se relaciona con esa pugna soterrada entre los vencedores. La perspectiva del libro tampoco es la de Franco, sino que este queda relegado por momentos frente a las cuitas políticas entre monárquicos, falangistas y militares o entre las diversas potencias de la Guerra Fría. La batalla política ocurrió durante la propia guerra y se alargó unos años, pero no llega hasta el presente, como propone el autor en el epílogo. ¿Pugnan aún hoy y entre sí los vencedores del 1 de abril? En palabras de Dávila, esa guerra posterior al 1 de abril sería una «silenciosa pero cruel segunda guerra civil». ¿Fue más cruel la posguerra que la guerra? La paz del 1 de abril fue relativa, especialmente para los vencidos, pues una parte de ellos siguió albergando la esperanza de hacer caer a Franco durante la Segunda Guerra Mundial y puso los medios para ello a través del maquis. Otros sufrieron en carne propia las consecuencias de la derrota. Dávila plantea que esa derrota «como siempre» anudó los lazos entre los perdedores. ¿Realmente ocurrió así con los vencidos en 1939? El Frente Popular se fraccionó durante la guerra y permaneció dividido más allá de 1975. De ahí mi regusto amargo como historiador con esta obra. Se trata de una lectura libre y especulativa de la historia reciente de España.

Eso no significa que sea un ensayo que no aporte cosas al que esto escribe. Fernando García de Cortázar presentó en 2006 Los perdedores de la historia de España. Al llegar al franquismo aparecían en esa lista los exiliados, los carlistas y los falangistas. Rafael Dávila añade a los militares, que después de comandar las operaciones fueron quedando relegados progresivamente en el ejercicio del poder. Hay en ello algo de lectura personal o familiar, pero también extensible a otros compañeros de armas. El pasado militar y la proximidad al ejército fue una ayuda para el ascenso social, pero tenía sus límites.

El general Fidel Dávila perdió protagonismo en la victoria, pero no dejó de estar entre los vencedores. De hecho, pocos de entre ellos ejercieron una oposición incompatible con Franco. No obstante, ese sinsabor fue compartido por casi todas las familias en algún momento del franquismo y no ha terminado de explicarse bien. Los que tuvieron la experiencia de la guerra desde otras posiciones también vieron cómo fueron apareciendo nuevos intérpretes de la victoria, en la que habían tenido un protagonismo mínimo.

Muchos de los textos que recoge y que le sirven de hilo conductor de cada capítulo a Rafael Dávila, como un artículo escrito por Marcelino Domingo al término de la guerra, o los informes de los servicios de las divisiones, son elocuentes por sí mismos, difíciles de encontrar e incluso desconocidos. Algunas frases, leídas en su contexto, sorprenden por su contundencia y por la concepción provisoria de la victoria: «Los militares ganamos a la Patria, tenemos la obligación de impedir que los políticos la pierdan una vez más», dijeron unos capitanes en 1940. El hambre resuena como el verdadero problema de la posguerra, junto a la parálisis de la industria y la falta de trabajo. Es una pena que esos documentos no estén referenciados o citados, para poder consultarlos. Escribir un libro de más de quinientas páginas sin notas al pie puede ser muy adecuado e incluso necesario para un lector medio, pero desarma un trabajo para cualquier profesional.

Otro punto interesante es todo lo que guarda relación con los servicios de información, que es uno de los puntos donde más está avanzando la investigación sobre la época. «Todo estaba bajo control o al menos se logró crear un ambiente en el que todos se sentían controlados», dice Dávila. El Servicio de Información del Cuartel General del Generalísimo se convirtió en septiembre de 1939 en el Servicio de Seguridad e Información y destacó entre los múltiples servicios que actuaron en España, incluyendo a los vencidos. El general afirma que «Está demostrado que la mejor información la tiene el que consigue fraccionar los órganos encargados de obtenerla y mantenerse como único receptor de todos ellos, cada uno por separado, algo que Franco supo construir con gran habilidad», y prosigue, «nunca dudó en utilizar con habilidad la del uno contra el otro, y viceversa, si era necesario». Esa visión maquiavélica de Franco, que no es nueva, contrasta con la de quienes han tratado de presentarle como un hombre carente de capacidad para el liderazgo y la acción política.

El colofón de la cita que usamos como entradilla, «Sólo es cierto que los siglos van borrando las creencias de los que no lograron imponerlas» no es del propio Dávila, pero sí aparece en su libro. Está en la primera página de La segunda guerra civil de Franco y procede de un artículo de Carlos Martínez de Campos en la Revista de Estudios Políticos en 1948. Carlos fue el jefe de artillería del ejército del Norte, liderado por Fidel Dávila. De la misma se deduce el fracaso de los vencedores del 1 de abril de 1939.

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