Todas somos la señorita Kim
Cho Nam-joo hace un retrato de la sociedad surcoreana, mostrando sus luces y sus sombras. En Lo que sabe la señorita Kim encontramos ocho relatos sobre lo que verdaderamente significa ser mujer en Asia
El apellido Kim es el más común de Corea, con casi 10 millones de personas que lo comparten. Esto se debe a que hasta el siglo XVI solo podían tener apellido los yangban, la nobleza, pero a después de la crisis que sufrieron durante el siglo XVII algunos nobles empezaron a vender sus apellidos y registros genealógicos. Así, comerciantes y agricultores ricos que aspiraban a mejorar su posición comenzaron a comprar los nombres de las familias más poderosas de aquel entonces. Ahora, uno de cada cinco coreanos tiene el mismo apellido, sin necesariamente compartir sangre.
Alfaguara (2024). 232 Páginas
Lo que sabe la señorita Kim
Con esta píldora de historia comprendemos un poco mejor a quién hace referencia la «señorita Kim» del título de este libro. La señorita Kim no es alguien concreto, sino un nombre simbólico que señala y dirige nuestra atención a casi todas las mujeres coreanas, de cualquier edad o condición social.
Tras su anterior éxito, Kim Ji-young, nacida en 1982, Cho Nam-joo regresa a las librerías españolas de la mano de la editorial Alfaguara con una recopilación de cuentos, en los que reflexiona sobre qué significa ser mujer en la Corea del Sur de hoy. Detrás de lo que vemos desde Occidente, que son su cine, sus series, su música, o su potente industria tecnológica, se esconde una sociedad que aún conserva unos valores profundamente patriarcales.
Los ocho relatos, escritos a lo largo de diez años, cuentan tanto experiencias personales de la autora como los testimonios de otras muchas mujeres que han sufrido discriminación laboral, acoso, o cualquier forma de violencia. Estas experiencias, a través de la pluma de Cho Nam-joo nos parecen a la vez retorcidas y extrañamente familiares, porque al margen de que son historias particulares en un contexto cultural ajeno, siempre hay espacio para la universalidad.
En «Bajo el ciruelo» y «Noche de aurora boreal» se reflexiona sobre la vejez y la enfermedad, y por encima de ello sobre la responsabilidad de cuidar de los familiares. «Ausencia» fue escrito tras la muerte del padre de la autora, y en él toca distintos aspectos del duelo y de la pérdida. «Estimado ex» y «Y la niña creció» abordan las relaciones de abuso, mientras que «Primer amor» nos ofrece la mirada de una niña que ve su vida patas arriba por la llegada de la covid.
Son fragmentos de la vida de personajes muy distintos, pero que comparten una misma voz, y eso hace trascender sus experiencias a algo universal. Es imposible no verse reflejado en ellas, o ver la sombra de una madre, una abuela, o una amiga que parece haberse escapado para dar también testimonio en estas páginas. Todas las voces son únicas, pero en todas ellas hay una complicidad propia de las mujeres que viven experiencias similares.
El estilo sobrio y llano de la autora, propio de la literatura asiática que no presume de florituras ni grandes metáforas, es igualmente expresivo. Los objetos cotidianos se transforman en símbolos discretos que dan color a una narración donde el foco está en lo que significa verdaderamente ser una mujer en la sociedad asiática. Los matices que a nosotros se nos escapan, como la importancia que dan a tener hijos varones antes que a chicas, son descritos con la naturalidad de quien lo vive en su entorno, y solo a un lector extranjero puede resultar perverso.
Esto no implica que uno no pueda sentirse apelado al leerlo. La literatura nos transporta y nos hace conocer realidades, pero a través de obras como esta aprendemos que siempre hay espacio para reconocerse en las vivencias del otro, pues hay un poso de universalidad. Lo que sabe la señorita Kim es un ejercicio de empatía con todas las mujeres que han vivido algo similar.