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El surf, «una belleza libre y gratuita»Max Ravier

Arrastrados por la resaca

Libros del Asteroide edita Respira, del novelista australiano Tim Winton. Una surfera novela de formación que explora las consecuencias del riesgo y la adicción

«Un instante de gracia divina». Con estas palabras describe Bruce Pike, el protagonista de Respira, ese momento de kairós, de instante justo, que supuso para él aprender a cabalgar sus primeras olas. Esta novela aprovecha el surf como motivo para explorar el riesgo y las distintas formas en que es explotado, algunas, socialmente aceptadas; otras, marginales; otras, explícitamente censuradas o repudiadas. Y, de esta manera, asistimos a un proceso de formación social y afectiva indeleblemente marcado por el mar y sus misterios.

Libros del Asteroide (2024). 257 Páginas

Respira

Tim Winton

La novela de Tim Winton es, efectivamente, una Bildungsroman, una novela de formación que sigue a dos amigos (el narrador, Bruce Pike, y su inseparable amigo Loonie) desde su preadolescencia hasta los años de una adultez marcada (condenada, en cierto sentido) por el ansia del riesgo y la adrenalina inherente al surf. Igual que la resaca marina, el autor nos arrastra con su prosa honesta, delicada y sencilla –unas cualidades que salvaguarda la traducción de Eduardo Jordá–, hasta que nos damos cuenta de que ya estamos atrapados por la marea, que todo se ha precipitado y ya no hay vuelta atrás.

Sin duda, se podría hacer una lectura de Respira en clave psicoanalítica, pues el desencadenante de la novela es el desplazamiento de la autoridad paterna hacia otro principio de lo superior: el mar. La figura del padre, estable y aburrida, es sustituida para el adolescente Bruce Pike por el enigma divino del océano; y el chico encontrará en el surf un ritual sagrado, y en el enigmático surfero Sando un líder espiritual para esa nueva fe que profesa:

«Pero no se trata de que lo hayamos visto o no, dijo Sando. Es algo que tiene que ver solo contigo. Es algo entre el mar y tú»

Frente al vulgar pragmatismo del hogar y de su pueblo, Sawyer, Bruce encuentra en el surf una belleza libre y gratuita: «Qué extraño fue ver a unos hombres que hacían cosas bellas. Porque aquello era algo elegante y sin sentido». Y es en ese ejercicio de la belleza que el chico descubre un criterio de valor para toda su vida: «Todavía comparo cada nuevo momento de júbilo y cada victoria y cada revelación con aquellos escasos segundos de mi vida».

Pero, como hemos dicho, la resaca arrastra hacia el peligro de lo profundo, y el joven pronto se ve atrapado por una espiral interminable de búsqueda de la adrenalina. Incapaz de recuperar el equilibrio de su vida, busca con ansia animal el placer y el dolor, deseoso de poder sentir algo tan genuino como ese primer momento de gloria en la cresta de la ola. Sin embargo, la pérdida del padre, y la pérdida de su sustituto Sando, hacen casi imposible mantener la fe y recuperar la estabilidad.

La posible salida a ese samsara viene dada por el título (originalmente, Breath, sustantivo, no imperativo). En esa apelación de Winton a la respiración –que no sólo aparece en el título, sino que vertebra temáticamente la obra–, se apunta a una clave que no sólo habla del universo de la novela, sino que la hace interpretable desde nuestro contexto, el de los lectores: en un mundo carente de principios de valor, y arrastrado por la frenética búsqueda de la adrenalina, crece la inestabilidad y, con ella, el miedo. Y ese pánico es el que justifica el éxito de fenómenos como Wim Hof o la popularidad del yoga. Quizá eso explique el éxito internacional que ha cosechado la novela de Tim Winton: su análisis del riesgo resuena en la experiencia que los lectores tenemos de un mundo que tiembla bajo nuestros pies como la más inestable de las tablas. Tal vez, respirar sea la única forma de recuperar el control y volver a maravillarnos ante la gratuidad de lo divino.