‘La velada del Pardo – Franco y Azaña’
En este diálogo, cargado de fuerza dramática y de tensión escénica, José María Marco sitúa frente a frente a dos hombres cuya relación, vidriosa, compleja y retorcida, marcó la historia de la España del siglo XX
La editorial Monóculo, cuyo catálogo es como una tienda de bombones para el intelecto, acaba de publicar La velada del Pardo – Franco y Azaña, del profesor José María Marco (Madrid, 1955). Marco es ya un veterano de los estudios sobre Manuel Azaña, a cuya figura ha dedicado varios libros: Inteligencia republicana: Manuel Azaña 1897-1930 (Biblioteca Nueva, 1988), Azaña: una biografía (Mondadori, 1990) y La libertad traicionada (Planeta, 1997), entre otros. Además, en general, el político y escritor alcalaíno está muy presente en la obra ensayística y periodística de nuestro autor.
Monóculo (2024). 338 Páginas
La velada del Pardo – Franco y Azaña
En La velada del Pardo – Franco y Azaña, Marco vuelve sobre quien fuera presidente de la II República Española para ponerlo en diálogo ficticio con Franco. No es la primera vez que recurre al teatro para alumbrar con luz nueva la figura del político. Ya en 1990 Marco colaboró con José Luis Gómez, príncipe de los dramaturgos de España, en la conmovedora Azaña. Una pasión española, que se estrenó en el Teatro María Guerrero ese mismo año.
El texto que ahora nos ocupa, sin embargo, dista de aquel que se llevó a escena hace más de treinta años. En esta nueva obra, Marco conserva un profundo respeto por el proyecto de radical transformación de España que la II República pretendió, pero da voz también a aquellos que se opusieron a él por la deriva violenta y radical que padeció casi desde sus inicios. Las tensiones que llegaban desde la Restauración –e incluso desde antes– y que se exacerbaron desde el desastre del 98, estallaron en la violencia política de la España de comienzos del siglo XX. El anticlericalismo, el laicismo y, en general, el ideario masónico que inspiraba el proyecto republicano terminó chocando con los defensores del orden tradicional encarnado en la Iglesia, el Ejército y cierto modelo de sociedad que la República pretendía reemplazar.
Todo el texto está atravesado por esas preguntas terribles que resuena en nuestra historia de los últimos dos siglos. ¿Era imposible la paz? ¿Era inevitable la guerra? ¿Es posible la reconciliación? Marco da voz no sólo al Azaña intelectual defensor de la modernidad –mejor dicho, de cierta modernidad–, sino también al político decidido a emplear todos los recursos del Estado no para convencer, sino para vencer y aun para erradicar la resistencia. Esta mirada crítica sobre Azaña se manifiesta a través de la voz del general Franco, que a su vez debe escuchar al presidente de la República. Es un choque de trenes.
Se trata, como dice el propio autor, a través de un inteligente recurso teatral, de que los espectadores entiendan «los motivos de cada uno de los personajes». Hay en esta obra un afán de devolver el rigor histórico a la reflexión sobre el final de la Restauración, la dictadura de Primo de Rivera, la II República y la Guerra Civil porque, «como se había hecho de Azaña un santo y de Franco la encarnación de Satanás, cualquier planteamiento distinto parecía sesgado». Añade uno de los personajes que «a lo mejor lo que hay que hacer es recordar lo que pasó de verdad. Entre otras cosas, para no repetirlo».
El texto tiene momentos de un dramatismo sobrecogedor. A partir de los propios textos de Franco y Azaña, este último un escritor muy notable, Marco va retratando a los dos hombres a la luz de su tiempo. Dice Azaña: «Franco… Franco es el único temible». Dice Franco: «usted es un símbolo. Resulta difícil fusilar a un símbolo. Aunque sus hombres, en el Cerro de los Ángeles, sí que fusilaron la estatua de Cristo». Cuando el general afirma que «morir era nuestro deber», Azaña lo corta: «Nadie obliga a nadie a empezar una guerra civil».
El diálogo se complementa con una segunda parte del libro que recoge textos originales de los autores y que, al igual que hicieron Marco y Gómez en Azaña. Una pasión española, permiten rastrear el texto teatral hasta sus orígenes.
Es urgente que alguna compañía de microteatro se atreva a representar este diálogo, que va soltando cargas de profundidad a cada frase. Mientras eso sucede, los lectores pueden ir degustando esta conversación de dos hombres irreconciliables a quienes la literatura ha convocado sobre el escenario como hacen los chamanes con los espíritus. Nada sobra en este libro, que enriquece la obra con sus fuentes y las fuentes, con la fuerza teatral del montaje.
El título sirve no sólo como pórtico de la obra, sino también como cierre majestuoso. En La velada en Benicarló (Cátedra, 2022) Azaña revisó, con dolor y lucidez, el camino que condujo a la guerra. Este libro de José María Marco arroja nueva luz sobre esa espantosa deriva.