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18 de septiembre de 2024

Praça de República, en Fuseta

Praça de República, en FusetaTill Niermann

‘Un inspector en Fuseta’, de Gil Ribeiro

El autismo se consolida en la narrativa literaria y cinematográfica

El éxito de ventas del que goza la novela negra, revitalizado en las últimas décadas, fomenta que cada vez sean más sus cultores. Barrunto que en todos los países, incluso en los más pequeños, hay una legión de escritores de novela negra que están trabajando en su última ficción noir mientras redacto estas líneas.

Portada de Un inspector en Fuseta

Maeva (2024). 336 Páginas

Un inspector en Fuseta

Gil Ribeiro

Hablando de países, hoy nos vamos a Portugal. El libro que centra nuestra atención, Un inspector en Fuseta, lleva la firma de Gil Ribeiro, seudónimo del guionista alemán Holger Karsten Schmidt, que al parecer se enamoró de El Algarve tras recalar en él de casualidad en su época de mochilero, cuando un compañero de viaje cayó enfermo.

El libro, traducido por Ana Guelbenzu, tiene como personaje principal al inspector Leander Lost, que se desplaza a Fuseta gracias a un intercambio entre los Departamentos de Policía de Portugal y Alemania. Es decir: los portugueses envían como colaborador a un inspector a Alemania y, en correspondencia, los alemanes envían a uno suyo a Portugal.

Lo que no esperaban es que Leander Lost, del que nada sabían hasta entonces, resultara ser tan extravagante (a su pesar). Vestido con traje negro, camisa blanca y corbata, «el alemão», como lo llaman, mantiene una actitud indescifrable que no parece encajar con la dinámica del grupo, y se diría que con la de nadie. Pronto se nos revelará que Lost tiene síndrome de Asperger, lo cual le inhabilita, por ejemplo, para captar ironías, contextualizar ciertas conversaciones o para mentir, por mucho que él trate de mejorar en estos aspectos.

No es la primera vez que un personaje literario o televisivo es presentado con algún trastorno. Ahí está la célebre película Rain Man o la serie tan de moda The Good Doctor, y cabe suponer que la Lisbeth Salander de Los hombres que no amaban a las mujeres también tenía el síndrome de Asperger, al igual que Sheldon Cooper (The Big Bang Theory), por no hablar de la bipolaridad que sufre la agente de la CIA Carrie Mathison en la serie televisiva Homeland. La diferencia es que en la novela de Gil Ribeiro, al contrario que en los ejemplos citados, no se limita a sugerir, sino que se describe el autismo del personaje con todo detalle, sin escatimar apuntes de psicología conductual.

Pero volvamos a la trama. Bien escoltado por los subinspectores de la Policía Judicial Graciana Rosado y por el pintoresco Carlos Esteves, que viste de manera festivo-informal (pantalones cortos, alpargatas, camisa ancha de color azul cielo y unas Ray Ban de cristales finos), el equipo de la Policía Criminal ha de esclarecer el asesinato de un detective privado sin escrúpulos. Y lo que podría haber sido una tarea relativamente sencilla, acaba por complicarse, pues entran en juego intereses espurios sobre la gestión municipal del agua.

La novela profundiza en las relaciones del inspector alemán con sus compañeros, sus jefes y otras personas de su entorno, y nos ilustra cómo es el día a día en esta pequeña población portuguesa, consiguiendo así cierto aroma localista.

Leander Lost tiene memoria fotográfica y gran capacidad analítica, pero basta que le cambien de sitio algunos objetos de su dormitorio para que se derrumbe. En cualquier caso, es lo que se ve a primera vista: un tipo sincero, honesto y sagaz, y en algunos asuntos un auténtico desastre. Sus compañeros, que nunca han conocido a alguien semejante, acaban sintiendo por él cierta fascinación, similar a la que experimenta el lector por este personaje sin dobleces, antítesis del inicuo psicólogo criminalista Sebastian Bergman, de los escritores suecos Michael Hjort y Hans Rosenfeldt, sobre cuya saga escribí recientemente en este diario.

Un inspector en Fuseta es una novela blanca (aun siendo negra). Quiero decir con esto que es muy digerible: rebosa encanto, mezcla humor con alguna que otra situación trágica, es de fácil lectura y no se recrea en escenas escabrosas que, para bien o para mal, tanto gustan a ciertos autores modernos. Y la parte detectivesca está muy bien conseguida.

Para aquellos lectores que deseen adentrarse en el género de la novela noir, Un inspector en Fuseta, recreado en amistosos paisajes del sur de Portugal, se antoja una elección ideal.

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