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Dibujo para «Lo que cabe en un instante»Andrea Reyes

Solamente algunas historias verdaderas sobre la vida

La escritura de Abigail Thomas es tan sencilla, graciosa y aguda que convierte su vida, llena de ilusiones y derrotas como cualquier otra, en una historia que apetece seguir leyendo. Y memorizar sus sabias y humildes apreciaciones

¿Qué puede provocar que una historia normal, tan feliz y triste como cualquier otra, tan feliz y triste como la nuestra, nos interese, enganche y conmueva? Nada extraordinario sucede, ni tampoco nada extraordinario une las palabras que cuentan lo que sucede. Una mujer convoca su pasado, lo mira a los ojos desde sus ojos tranquilos, y lo describe: una madurez acelerada, tres perros, tres maridos, cuatro hijos, un carácter resiliente e ingenioso. Una vida que va aprendiendo a vivir cruzándose con otras personas para quienes cada día, cada edad, cada experiencia son también algo que atravesar por primera vez.

Errata Naturae (2024). 224 Páginas

Lo que cabe en un instante

Abigail Thomas

«Cuando era joven –escribió la mujer resiliente e ingeniosa, Abigail Thomas, en Una vida de tres perros (Errata Naturae, 2023)–, el futuro era donde se guardaban todas las cosas buenas. El futuro era una tierra propia y no podíamos esperar para llegar allí. No es que la juventud no fuera genial, pero recuerdo la sensación de que me estaba perdiendo algo realmente bueno que estaba sucediendo en otro lugar, en algún lugar donde yo no estaba. No me siento así ahora. Si algo interesante está sucediendo en otro lugar, bueno, espero que nadie me llame». Siempre la amabilidad, pizcas de ironía, una conciencia que se ha perdonado y consolado. En ese libro es protagonista el duelo por la pérdida de Rich, su segundo marido, de quien ya se había separado y a quien le unía una gran amistad y un afecto infinito. El mundo de él se detuvo desde el accidente, cada nuevo día acontecía lento e improbable, y ella se esforzó por acompasar el frenético e inconsciente ritmo habitual al que nos sometemos por la mayor y más dolorosa de las incertidumbres. «Son los paréntesis dentro de los cuales he vivido la mayor parte de mi vida. No conocerte, conocerte y tu muerte».

La belleza espontánea, sincera y amistosa de Una vida de tres perros se repite en Lo que cabe en un instante, que podría ser tanto su continuación como su antesala; las memorias de su juventud, su temprana maternidad, cómo conoció y cómo fue vivir con sus tres grandes amores («tres apellidos para una sola persona»), el crecer de sus hijos, las mudanzas, encontrar su propia identidad, la posterior llegada de sus nietos. Nada extraordinario que sin embargo se cuenta y se lee con una gran luminosidad. Y con intercalados diálogos con su hermana, que de forma igual de simpática pregunta o aclara situaciones, como si fuese un lector más que tiene la suerte de intervenir.

Hay mérito en esa luz porque en sus textos y recuerdos hay más dolor que alegría. Se abrió paso en un mundo que cambió muy rápido mientras ella, con desparpajo, frustración y tenacidad, lo atravesaba. La relación con sus hijos es en la que menos se adentra, pero bastan unas líneas, unas anécdotas mencionadas, para saber que son, sin duda, las personas fundamentales en su vida. En la misma página se encuentran dos de las frases más duras del libro: «A la hora de cenar sacaba el último cajón del mueble de la cocina y lo ponía bocabajo, porque no teníamos mesa. Me sentía una mujer de recursos». A continuación, evoca la memoria de una de sus hijas: «Dice que lo hacía noche tras noche a pesar de sus protestas. Eso no es verdad, me apetece replicar, pero creo que tiene razón. Quizá quería ser una niña más, y no la madre. Perdonadme. Cuántas cosas no volvería a hacer nunca más».

Hay grandes y vitales momentos y decisiones, pero sobre todo hay pequeños momentos y decisiones que, a la larga, siempre acaban constituyendo lo significativo. Y apreciarlos en la vida de otros puede hacer que los valoremos más en la nuestra. Instantes, como el que da lugar al título en español, en los que cabe mucho dentro. A lo largo de estos breves capítulos llenos de sentimientos y reflexiones precisas, leerla produce la sensación de estar ante su presencia, con su voz vivaz, su agudeza, su entusiasmo y su honestidad, la sensación de estar junto a una amiga que se sincera y hace tuyos sus aprendizajes. Y es ahí, en esa mezcla de detalles corrientes y peculiares, donde se descifra la maravilla del lenguaje (y de la personalidad): de Abigail Thomas interesaría leer todo lo que ella pudiera desear compartir. Porque todo lo narra con sencillez, humildad y gracia, sin artificios, sin querer ser o haber sido lo que no ha sido, sino comprendiendo y defendiendo el por qué cada día actuó y se enfrentó a la vida como pudo o supo hacer.

«Habría sido más fácil si le hubiera dicho que la quería, pero no, él era científico». Y aun así, claro, ella le amó. Como se ama la vida y el recorrerla, como se ama observar la vida y recorrerla a través de la escritura de Abigail Thomas. Con un brillo de fe, humor y compasión en la mirada.