Fundado en 1910

D. G. Hogarth con T.E. Lawrence en El Cairo (1918). National Portrait Gallery, LondresLowell Thomas

De Oxford a Karkemish: accidentada vida de D. G. Hogarth

Conocemos los yacimientos pero ¿conocemos a sus descubridores? ¿Y a sus excavadores? Con Accidentada vida de un anticuario, Ediciones del Viento nos acerca un testimonio fundamental para la arqueología, en el tránsito del siglo XIX al XX

En el gran cajón de sastre que es el género de memorias se pueden encontrar numerosísimos tipos de libros, así como modos de escribirlos. Por ejemplo, dentro de las «memorias de guerra» se halla el libro Victorias frustradas del mariscal alemán Erich von Manstein que, siendo una obra interesante, se puede decir que es ardua, cuando no árida, de leer. Lo mismo ocurre con el libro Memorias de otro famoso mariscal de campo alemán, Erwin Rommel. Por otra parte, en ese mismo género, aunque desde una perspectiva distinta, encontramos las obras de Winston S. Churchill La Guerra del Nilo y La guerra de los Bóers, que no sólo narran una serie de acontecimiento bélicos históricos vividos por el autor, sino que además atrapan al lector en cada página. Podría pensarse que esa diferencia es debida a la posición que ocuparon von Manstein y Rommel, así como Churchill, en los conflictos que vivieron: aquellos, mariscales de campo; este, militar aventurero, integrado en la tropa. Pero si tenemos en cuenta que la Segunda Guerra Mundial le valió a Churchill el Nobel de Literatura en 1953, donde narra el conflicto en el que ocupó el puesto de máxima responsabilidad del Reino Unido, entonces la cosa cambia. ¿No será que los británicos tienen un talento especial para contar sus aventuras, de tal manera que a todos interesen? Pues, teniendo en cuenta que obras como la del español Enrique Meneses Puertas La cruz de Monte Arruit no tienen nada que envidiar (si no superar) a las narraciones de Churchill, también tenemos que replantearnos la situación.

Ediciones del viento (2024). 224 páginas

Accidentada vida de un anticuario

D. G. Hogarth

El protagonista y autor de la obra que nos ocupa fue británico y militar, por tanto bien parece que el entretenimiento del lector ha de estar asegurado. Pero además, por si aquello fuera poco, fue también arqueólogo. Y esto sí que ya augura una obra digna de leer. No hay más que fijarse en las famosas (y divertidas e interesantes) memorias de Agatha Christie en sus viajes como acompañante de su segundo marido, Max Mallowan, a campañas arqueológicas, Ven y dime cómo vives, una obra maravillosa.

En esta misma línea encontramos a D. G. Hogarth, un académico salido de la Universidad de Oxford, donde primero estudió lenguas clásicas (su manejo del griego sería fundamental en sus viajes), y más tarde fue elegido fellow del egregio Magdalen College. Pero, pese a la obtención de dicho grado en uno de los colleges más prestigiosos de Oxford, en 1887 Hogarth fue seleccionado para ser el aprendiz del ya por entonces famosos viajero Martin Ramsey. Esta nueva misión le hará visitar lugares como Chipre, Creta, Egipto, Siria, Melos y Éfeso hasta el año 1907. Durante la Primera Guerra Mundial (aunque esto no se registra en el presente volumen, que fue publicado originalmente en 1910) organizó, junto con T. E. Lawrence (el «de Arabia») la famosa Revuelta Árabe contra el dominio otomano. Pero esa es otra historia.

Hogarth pertenece a una generación de pintorescos intelectuales tardovictorianos y eduardianos que, procedentes del cómodo sillón de su despacho en Oxford o Cambridge, eran capaces de «echarse al monte», en compañía de guías turcos bastante poco fiables y dormir a la intemperie sobre la silla de su caballo para llegar a aquellas ciudades escondidas que sólo la arqueología (aun como esta se encontrara en aquella época) podía desvelar. «Junto al hermoso lago de Egirdir sufrí el primero de los muchos ataques que la fiebre emprendería contra mí. […] tuvimos que pasar la fría noche a la intemperie, con el estómago casi vacío y tendidos en el suelo con nuestras sillas [de montar] bajo la cabeza». Esta, entre otras, es una de las inconveniencias que muy a menudo sufrió Hogarth en sus viajes.

De manera muy similar a la que el genial Leonard Wooley reunió sus experiencias arqueológicas, Hogarth, cuya obra llega por primera al español, nos ofrece toda una plétora de aventuras al más puro estilo Kipling. Una obra fundamental para los entusiastas de los relatos arqueológicos, y, más específicamente, para los que gusten de relatos de viajes y aventuras.