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Madrid, Carabanchel (1973) DetalleLuis Bartolomé Marcos

'Memoria del descampado': una novela para soñar o para ser soñados

Novela de sueños espejados que aborda temas como el poder de la memoria y la capacidad creativa de la desmemoria

«Soñé que era una mariposa. Volaba en el jardín de rama en rama. Solo tenía conciencia de mi existencia de mariposa y no la tenía de mi personalidad de hombre. Desperté. Y ahora no sé si soñaba que era una mariposa o si soy una mariposa que sueña que es Chuang-tse».

La Discreta (2024). 112 páginas

Memoria del descampado

David Torrejón

Sirva este breve y estremecedor texto de Chuang-tse, escrito en el siglo IV a.C., en esta versión u otra similar, para demostrar que el interés del hombre por la metafísica no es, ni mucho menos, nuevo.

Los filósofos Platón, Aristóteles y Descartes, sin ir más lejos –o, mejor dicho, yendo tan lejos–, ya reflexionaron en su día sobre la realidad de nuestra existencia bajo el tamiz de los sueños, por no citar a Calderón de la Barca y su inolvidable La vida es sueño, que a través de su personaje Segismundo insufla en la literatura española, en pleno Barroco, la idea de que toda vida es sueño.

Intuyo que el libro que ocupa estas líneas, Memoria del descampado (La Discreta, 2024), de David Torrejón, con ilustraciones de Isabel Pérez Jurado, nació no tanto con la voluntad expresa de entretener, sino más bien de inquietar, de abrir interrogantes. Aquí nos enfrentamos –creo que el verbo es el adecuado– con una novela que le pide al lector toda su atención y que se atreva a salir de su zona de confort para adentrarse en desafíos filosóficos a los que solemos dar la espalda.

En el plano narrativo, Memoria del descampado se desmarca del habitual trinomio presentación-nudo-desenlace y, a cambio, va sembrando imágenes, escenas, reflexiones a modo de sueños o contrasueños al principio arduos de desentrañar. Conviene explicar que la novela tiene como personaje central a Enrique, que pierde la memoria a raíz de un accidente, hasta el punto de que no recuerda nada de su vida previa al fatídico suceso. Por otra parte, comienza a soñar con un niño que se llama Alfredo, a quien le gusta deambular por un descampado cercano, donde vive experiencias con otros chicos y donde conoce a un gato que se encarna en una niña y viceversa. Este concepto, el de viceversa, subyace en todo el texto. Porque ¿es Enrique quien sueña a Alfredo o es Alfredo quien sueña a Enrique? Así las cosas, los recuerdos del niño soñado (Alfredo) se acaban convirtiendo en los recuerdos de Enrique, o ¿es al revés?

El resultado es una novela de sueños espejados que aborda temas como la transposición de identidades, la búsqueda del yo, la difusa autobiografía, el poder de la memoria y la capacidad creativa de la desmemoria.

Por fragmentos, Memoria del descampado se lee con sencillez, pues David Torrejón sigue trabajando una prosa de línea clara, como ya hiciera en novelas como Tango para un copiloto herido o Escríbeme una foto, que son, de entre las suyas, las que he leído. Pero, vista en su conjunto, estamos ante una narración compleja, exigente y perturbadora que nos obliga a transitar territorios dominados por el subconsciente y los sueños inasibles.

Damos por hecho que el libro está ambientado en Madrid (se cita La Castellana, El Retiro, Cibeles, la Puerta del Sol, la Gran Vía) en una época relativamente reciente (posterior a la Movida madrileña), pero elementos como el lugar y el tiempo no son aquí vitales. La poética de imágenes de Memoria del descampado casa más bien con las propuestas poco convencionales de autores como Samuel Beckett, Franz Kafka o, por citar a un autor en castellano, Fernando Arrabal.

«Fly», el décimo capítulo de la tercera temporada de Breaking Bad, más conocido por los espectadores como «el capítulo de la mosca», narra la irrupción de dicho insecto en el laboratorio de metanfetamina del inolvidable Walter White, que termina desesperado por culpa de semejante compañía. Dicho capítulo, el más rupturista de toda la serie, considerado por algunos seguidores como el más genial, hace un impasse radical en la trama y aboca al espectador a una historia anexa, tan metafórica como inesperada.

Todos los artistas deberían tener al menos un capítulo de la mosca propio, con el que sortear sus habituales límites a la hora de crear. Memoria del descampado, lo diré ya, es ese libro rupturista y atrevido que marca un antes y un después en la carrera literaria de Torrejón, es esa mosca perturbadora en forma de novela que puede agradar mucho a esos lectores avezados que se hacen preguntas metafísicas sobre nuestra existencia.