Entrevista
Dolores Redondo: «Todos sabemos que podríamos llegar a matar»
La escritora y creadora de la novela negra mística vuelve con una nueva entrega inspirada en casos reales de brujería y asesinatos contra mujeres que tuvieron lugar en la historia reciente del país
Siguiendo los pasos de varios crímenes reales ocurridos en la zona del Baztán (Navarra) y volviendo a sus orígenes, Dolores Redondo crea Las que no duermen NASH (Planeta), una novela que forma parte de un cuarteto que se inició con Esperando al diluvio y que atrapará de nuevo a su legión de lectores. Una sima y leyendas de brujas envuelven el crimen cometido contra la joven Andrea Dancur, la paciente del nuevo personaje de Redondo, la psicóloga forense Nash Elizondo, quien indagará en la mente de la víctima para resolver su asesinato a través de las huellas que fue dejando en vida. Para lograr con éxito esta tarea se rodeará de otras mujeres, entre las que destaca la conocida inspectora de la policía foral Amaia Salazar, quien Redondo recupera para regocijo de sus fans. El Debate se traslada al lugar donde ocurrió todo para charlar con la escritora sobre su obra y el género al que pertenece.
–Es la creadora del mystic noir. ¿Por qué cree que la sociedad siente fascinación por los crímenes?
–Psicológicamente, nos identificamos con esos casos. Todos sabemos que en una situación extrema podríamos llegar a matar para defendernos o proteger a alguien. Eso nos fascina porque, en el fondo, nos preguntamos si realmente seríamos capaces.
–Uno comienza a leer su novela y puede ver en ella similitudes con casos como el de Diana Kerr o el caso Warnickoff... ¿Qué le ha inspirado para inventar el caso Andrea Dancur?
–En Legarrea hay una sima… Toda esta zona, desde el Pirineo hasta Huesca y la región norte, está llena de lugares con una cierta atmósfera mágica. Hay cuevas de la Mora, sorginkobas (cuevas de brujas), caminos y molinos del infierno, rutas del averno… En Legarrea, en particular, hay una sima vinculada a una leyenda de brujas. Se decía que en el pasado arrojaron a varias mujeres acusadas de brujería en ella. Pero, según una historia más reciente, a principios de la Guerra Civil, alrededor de 1916, tiraron a Juana Josefa Goñi, una mujer de Gastelu, embarazada y a sus seis hijos aprovechando la ausencia de su marido e hijo mayor. La historia no cuadraba y no parecía real, así que años después, un grupo de espeleólogos bajó a la sima para desmentir la leyenda. La sima tiene unos 60 metros de profundidad, lo equivalente a un edificio de 15 pisos. Lo que se encontraron al bajar en un primer momento no fue a la madre con sus seis hijos sino un cadáver reciente, de alguien de la población que llevaba años desaparecido. Esto desencadenó una investigación muy dolorosa para el pueblo. Y de ahí parte mi historia de ficción en la novela.
–En el caso real, ¿la búsqueda de Juana Josefa y sus hijos siguió?
–Así es. Los encontraron dentro de la sima. El profesor Paco Echevarría, un forense famoso, identificó los huesos y realizó la investigación. Al parecer la mayor parte del pueblo participó en este crimen. Primero los expulsaron de su casa, y se refugiaron en una borda de ovejas en el monte, pero fueron allí de noche y los llevaron hasta la sima para arrojarlos uno a uno. En un pueblo tan pequeño, era difícil que no hubiera rumores sobre los responsables. Pero se optó por el silencio.
–¿Por qué todo un pueblo decide perpetrar este terrible asesinato?
–Al parecer la arrojaron porque la consideraban bruja. Decían que practicaba la antigua religión, no iba a misa, hacía pócimas con hierbas y era muy hermosa, a pesar de tener ocho hijos. Se decía, además, que una de sus parientes había sobrevivido a un rayo sin sufrir daños, algo que alimentó las leyendas de brujería. También se le acusaba de pequeños hurtos a familias del pueblo, como una gallina o ropa de los tendederos... Quizás fue la envidia... no se sabe con certeza.
En nuestro país, el asesinato de Juana Josefa y sus hijos es probablemente la ejecución más reciente por brujería
–¿La novela busca hacer justicia a todas esas mujeres que han sido acusadas de brujería simplemente por salirse de la norma?
–Sí, desde el título de la novela, que homenajea a todas las mujeres que no se conformaron y desafiaron su destino. Antiguamente, las mujeres que no podían dormir no podían levantarse y deambular por la casa. El hombre sí. Ellas debían rezar hasta dormirse, porque se pensaba que eran más vulnerables al demonio a esas horas. Y en el imaginario de todos tenemos a las brujas trabajando de noche, cocinando y reuniéndose en sus aquelarres de noche.
–Dice de su obra que es un homenaje «a la rebeldía y al espíritu crítico de todas aquellas mujeres que decidieron seguir despiertas cuando nos mandaban ir a dormir». Se incluye en ese homenaje. ¿Qué tiene Redondo de bruja?
–Soy una de esas que no duerme, de las que no se va a la cama sin más. Tengo noches en que me despierto y me siento más lúcida que nunca, y siento que debo levantarme a escribir. Es una inquietud que necesita una salida.
–En el imaginario colectivo el tema de los aquelarres y las brujas parecen viejas historias... ¿qué tienen de actualidad?
–Sí, parecen historias de hace cientos de años, pero hace apenas 80 tiraron a una mujer a una sima por bruja, que podrían haber conocido nuestros abuelos. La condena hacia las mujeres brujas sigue latente. Es curioso cómo brujo tiene una connotación de poder y sabiduría, mientras que bruja es algo mezquino. En nuestro país, el asesinato de Juana Josefa y sus hijos es probablemente la ejecución más reciente por brujería. Aunque no está del todo comprobado, no hay otra explicación para lo que le hicieron.
–Con este título regresa al territorio que le hizo una escritora de renombre, el Baztán...
–No me he ido nunca. En la anterior novela ya estaba claro que mi vínculo con esta tierra es fuerte. Quiero contar historias distintas, explorando nuevos ángulos.
–En todos estos años, tras el pelotazo de la Trilogía del Baztán y el premio Planeta 2016 por Todo eso te daré, ¿qué ha cambiado en Dolores Redondo?
–A nivel profesional, muchas cosas. Sigo fiel al género que inauguré, mezclando novela negra con mística sustentada en hechos reales. A nivel personal, no he cambiado mucho. Sigo en mi pueblo en Navarra, cerca de mi gente, disfrutando del tiempo y conociendo a personas maravillosas, como Ana María Matute o Carlos Ruiz Zafón, quienes desde siempre me inspiraron muchísimo.
–¿Qué anécdotas puede contar con estos dos aclamados escritores?
–Fueron generosos y cercanos. Carlos, por ejemplo, me mandó una novela firmada con una dedicatoria preciosa, que aún me da vergüenza reproducir. Para mí, conocerlos fue un regalo de la vida.
–El apoyo entre mujeres es relevante en el libro. El matriarcado ha sido siempre una estructura importante en el norte de España. ¿Cree que ha cambiado?
–Todo ha cambiado, pero la esencia sigue. En Navarra, las mujeres siguen teniendo ese rol fundamental en la familia, una relación intergeneracional fuerte entre abuelas, madres e hijas.