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El archivo de los sentimientos y de la pequeña vida

Una novela breve y preciosa sobre el miedo a vivir, la maravilla de apreciar los detalles y, quizá, atreverse a vencer ese miedo a través de ellos

El personaje más corriente y anodino toma una decisión insospechada, extraña, quizá incluso estrafalaria, movido por sus circunstancias o porque sí. Y de pronto, el punto de vista que tuviera sobre el mundo, que antes probablemente a nadie hubiera interesado, se vuelve un lugar fabuloso e inesperado que deseamos recorrer siguiendo sus tímidos, asustadizos y sorprendentes pasos. Peter Stamm (Weinfelden, Suiza, 1963) es de primeras, como sus personajes, un nombre desconocido, discreto; pero una vez se descubre no puede regresar nunca más a la indiferencia. Muy al contrario, su narrativa cautiva e invita a adentrarse en ella y profundizar, desde su calidez, en los temas que más le interesan y que como sociedad también más nos interpelan hoy: la soledad, los frágiles pilares de nuestra actualidad, la melancolía que produce la confrontación entre la realidad que se ha vivido o se vive y los sueños, las ilusiones.

Traducción de José Aníbal Campos.
Acantilado (2024). 152 páginas

El archivo de los sentimientos

Peter Stamm

La psicología maravilló a Stamm pero no quiso dedicarse al estudio académico o al trabajo terapéutico. Lo que adoraba era escribir. Así que condujo y profundizó en esa fascinación, con su indudable talento para observar al otro y comprenderlo, a través de los libros. Un don que de esta forma llega mucho más lejos, a muchos más lectores. Acantilado, su casa editora en España, acaba de publicar la bellísima novela El archivo de los sentimientos, cuyo protagonista es un hombre que, tras ser despedido como archivista, decide llevarse consigo toda la información recopilada durante tantos años –no solamente la suya, sino casi la de toda la empresa–, y convierte su casa en una réplica de aquella rutina que llevaba tanto tiempo reproduciendo. Y lo hace tan resignado como feliz, convencido, impulsado por un movimiento hoy día contracorriente: por amor a conocer, conservar y cuidar las cosas.

«Renuncié a Anita como he renunciado a otras tantas cosas en los últimos años, y con ello renuncié tal vez a mi última oportunidad de llevar una vida normal, una vida como la que se espera de cualquiera. Pero de mí ya nadie espera nada, y yo el que menos». Un hombre entregado a un anacronismo que se refugia en el pasado, en volver a vivir en la casa de su infancia cuando fallecen sus padres, en rememorar su vida corriente, a ratos alegre a ratos triste, a inventar catálogos sobre el canto de las aves o cómo huele el sueño, porque en su lenta y delicada rutina, ahí, muy al fondo de sus cajas y carpetas, oculto, está el miedo al dolor que le puede provocar el futuro. Darse una oportunidad más, dársela al mundo. Aunque quizá se atreva, quizá un desorden surja de entre su meticulosa existencia.

Pero que no engañe el tono pesimista o derrotado que se intuye. Este libro es, a pesar de ello, luminoso, acogedor y profundamente tierno. La carpeta dedicada a Franziska, llena de entrevistas y artículos por su carrera como cantante, es lo que despierta al protagonista en su encierro, y le revuelve todos los sentimientos, recuerdos, dudas e inquietudes que su larga relación de ¿amistad? le ha ido provocando a lo largo de los años y de los diferentes caminos que ambos fueron tomando. En cada recuerdo de ella, de ambos, desde la niñez, se cuelan pensamientos muy bellos acerca del miedo, las relaciones humanas o de cómo los momentos más irrelevantes pueden acabar por convertirse en los más importantes de una vida.

«Quizá yo tuviera miedo de perder de nuevo a Franziska una vez la hubiese conquistado. En cambio, mi amor no correspondido, mis sueños, mis fantasías nadie podía quitármelas, ni siquiera ella». Unas veces la tortura del «y si...» se combate con la excusa del destino y, otras, con el cobarde acomodo en que esa otra vida paralela que tantas veces creamos junto a la persona amada nos hace más extrañamente felices de lo que probablemente la realidad, siempre amenazante con su decepción, nos hubiera hecho. Dar por sentada la derrota, la parálisis de perder lo que se tiene por desear algo más. Esta dualidad se refleja con gran delicadeza en la historia, y mientras él recuerda a Franziska y comienza a preguntarse si contactarla o no, tanto tiempo después de su último encuentro, nosotros recordamos esos nombres, esas carpetas particulares, en las que vivimos algo similar.

Y entretanto se cuelan escenas de una vida pequeña entregada, sí, al miedo, pero también a una pasión, y desde una actitud que entre líneas se percibe como lo protagonista y lo más bonito del libro: querer mirar la vida con ojos abiertos y dispuestos. «Me asombra la cantidad de lugares que desconozco, a pesar de que he pasado mi vida entera aquí. Siempre he transitado caminos sin mirar a ambos lados». Miremos a ambos lados, abramos las carpetas, no nos quedemos con nada pendiente dentro del corazón.

Y leamos todas las pequeñas vidas, las pequeñas maravillas de Peter Stamm.