‘Yo Agamenón’: Una Ilíada extensa, racionalista y en prosa cabal
Relato riguroso y ágil de la guerra de Troya contada por su más infeliz protagonista
De todos los héroes de la poesía homérica no hay ninguno tan desdichado como Agamenón, rey de Micenas. En la Ilíada es el caudillo incompetente y prepotente que envidia y deshonra a un inferior jerárquico muy superior en fuerza, como el rey Euristeo hizo con Heracles o nuestro Alfonso VI con el Cid. En la Odisea es el ingenuo engreído que en cuanto regresa a su patria sucumbe a manos de su mujer Clitemnestra y su amante Egisto. Aun sin mención explícita en los poemas de Homero, el poeta y el público probablemente ya conocían el episodio que antecedía y que ya marcaba el carácter torturado de Agamenón: tuvo que sacrificar a su propia hija Ifigenia para que la flota griega pudiera zarpar hacia Troya. La tragedia griega amplificó en diversas obras de Esquilo y Eurípides este retrato de un rey que recibió innumerables dones pero que nunca pudo ni supo disfrutar de su poder.
Traducido por Blanca Gago
Gallo Nero (2024). 216 páginas
Yo, Agamenón
A este personaje da voz la obra del reconocido helenista italiano Giulio Guidorizzi. Salvo en soliloquios puntuales, no es una narración en primera persona, pero la perspectiva sí es la del rey de Micenas, que cuenta su propia historia desde la maldición que afecta a todos los descendientes de su abuelo Pélope entre los que él se cuenta. Morir a manos de sus propios familiares y causar uno mismo la muerte de los seres queridos es el destino típico de un héroe trágico, y Agamenón cumplía ya todas las condiciones para serlo antes del nacimiento mismo de la tragedia. Pero además, el melancólico relato que Homero nos dibuja de él en su enfrentamiento con Aquiles ha quedado fijado para siempre en la tradición literaria, de la que este libro es el más reciente eslabón, pero a buen seguro no el último. En diversos capítulos titulados con conceptos clave de la épica griega (mythos, eros, polemos, Moira…), la narración va contando los episodios del mito heroico con sujeción absoluta a lo que cuentan las fuentes antiguas, pero con libertad expresiva y soltura narrativa adecuada al lector moderno: el rigor del filólogo y la habilidad del novelista se complementan con naturalidad.
No es el primer libro de este tenor, pues la épica homérica ha sido novelada con frecuencia desde hace siglos. Desde las versiones antiguas de Dictis y Dares a las modernas de Alessandro Baricco (Homero. Iliada, 2004), la historia de Troya ha sido contada y adaptada una y otra vez. Tampoco es novedad adoptar la perspectiva de un personaje de la mitología griega: Mémoires de Zeus de Maurice Druon contaba en 1963 los mitos griegos en una narración continua como había hecho ya Robert Graves en 1955, pero desde el punto de vista del rey de los dioses en primera persona. Lo que Guidorizzi osa hacer por vez primera en la narrativa contemporánea es adoptar la perspectiva del infortunado rey de Micenas y transmitirnos sus emociones, ansiedades, arrepentimientos y esperanzas, desde su infancia hasta su infeliz final, con un epílogo incluso en el Hades que recoge, con el prurito de precisión propio del filólogo, la conversación que en el último canto de la Odisea tiene el alma de Agamenón con la de Ulises.
Aunque la narración se extiende a los sucesos de antes y después de la Ilíada, su núcleo son los acontecimientos contados en el poema homérico. Con notable habilidad estilística, Guidorizzi inventa escenas y recrea conversaciones, pero permanece fiel al espíritu del poema. Como en otras versiones noveladas o cinematográficas –la película Troya de 2004 es la más célebre– prescinde de los dioses como personajes, aunque los mortales aluden a ellos con frecuencia. Quizá es porque los dioses homéricos nos resultan extraños a la hora de adaptarlos con credibilidad para un lector moderno, y obligan a racionalizar la cosmovisión heroica igual que los versos épicos del griego homérico se trasplantan a la prosa novelada. En toda esta traslación se pierden rasgos preciosos del mundo homérico, lo que se gana en familiaridad con el nuestro.
Para quien no se atreva con una versión directa de la Ilíada –la de Emilio Crespo en Gredos es modélica en su precisión– este Yo, Agamenón es una estupenda introducción a la épica griega. A quien ya se haya atrevido, leer este libro le hará volver a pensar en aquella guerra primordial desde la perspectiva de su más infeliz protagonista.