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'En lugar seguro' (1987) de Wallace Stegner

En lugar seguro (1987) de Wallace Stegner

El Debate de las Ideas

Una novela segura

Ante nuestros ojos despliega el complejo juego de la amistad, que no se puede dar sin admiración, pero que, por tanto, no cae muy lejos, ay, de la envidia, serpiente en el paraíso

En lugar seguro (1987) de Wallace Stegner (1909-1993), es una grandísima novela, entre otras cosas porque suma varias: una novela conyugal, otra de amistad, otra de campus, un implícito bildungsroman y un escondido misterio. Todo con una prosa magistral que fluye en la traducción de Fernando González para Libros del Asteroide con una naturalidad que nadie diría que no es nativa.

De rebote, es un manual de un taller literario. Wallace Stegner, que durante toda su vida fue profesor de técnicas narrativas, escribió ésta, su última novela, y la mejor, con 78 años. Volcó toda su sabiduría vital y toda su sabiduría literaria. Hay tanta metaliteratura como metabiografía. La historia, que es muy paralela a su vida, está magistralmente montada.

Ante nuestros ojos despliega el complejo juego de la amistad, que no se puede dar sin admiración, pero que, por tanto, no cae muy lejos, ay, de la envidia, serpiente en el paraíso. No es el único ofidio: está el riesgo de juzgarse unos a otros, casi imposible de evitar. O las diferencias sociales y económicas. O los distintos éxitos y fracasos profesionales. O la delgada línea que separa la gratitud de la suspicacia. Las ambiciones también tienen su papel protagonista, ya sean las literarias, las académicas, las familiares, las de legítimo ascenso social… Se sale de esta novela aprendiendo que incluso los mejores corazones y las vidas más transparentes requieren mucha sensibilidad e inteligencia para gestionarse bien. En lugar seguro funciona como antídoto en este mundo de amistades a puñados en las redes sociales y de frivolidad acelerada de conocidos y saludados. Nos presenta un modelo de amistad auténtica, con sus peligros, sí, y con sus goces.

Stegner quiso escribir una gran novela sobre la gente corriente y las vidas cotidianas, sobre el trabajo y la amistad. Y lo logró, pero demostrándonos por el camino que no existen vidas ordinarias ni dramas pequeños. El interior de cada hijo de vecino es muy complejo y se merece el análisis, el canto y la reflexión de una gran novela.

En cierta manera, es hermoso ser joven y pobre. Con la esposa adecuada, y yo la tenía, las privaciones se convierten en un juego.
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¿Recuerdo a lo largo de toda mi vida a alguien que me fuese simpático sin que previamente él hubiese dado muestras de encontrarme simpático a mí? [Se pregunta el protagonista, Larry Morgan.]
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Todos éramos del tipo de personas para quienes leer poesía en voz alta —fiestas del lirio, las solíamos llamar— no es algo raro ni de mariquitas.
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Una magnum de champán. (Yo nunca había visto ninguna, pero como soy persona leída, la identifiqué.)
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Y las veo allí y pienso que en esas dos mujeres [embarazadas] laten cuatro corazones y eso me deja impresionado.
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Las escenas ante el buzón son los momentos dramáticos de nuestras vidas totalmente faltas de dramatismo.
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[En el entorno universitario, donde rige el adagio: «Publish or perish».] ¿Sabes qué dijo el decano de Jesucristo? «Será un buen maestro, desde luego, pero ¿qué ha publicado?»
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Avanzó la teoría de que el mejor camino para ser un caballero era dedicarse a la vida académica.
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La amistad es una relación que no tiene una forma establecida, no hay reglas ni obligaciones o lazos como en el matrimonio o la familia, y no son la ley, ni la propiedad ni la sangre quienes sostienen la unión, no hay en ella más adhesivo que el aprecio mutuo. Y, por consiguiente, es algo muy raro.
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Sid y yo tenemos mucho en común. Trabaja tanto como yo y eso, en lo que a mí respecta, es una compulsión superlativa. […] prepara las clases como si cada una de ellas fuera un examen oral.
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Pero llevar un diario entonces hubiera sido como tomar notas mientras se bajan las cataratas del Niágara en un tonel.
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Coincidimos en que hasta que no tiene su poeta, un sitio no es un sitio.
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…el barco escora y se mueve como un perro que tira fuerte de la correa.
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Pero el beso que dirigí a su mejilla apenas si le rozó. No era de muchos besos. Tenía una habilidad para girarse en el último instante y ofrecer un blanco en movimiento.
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Cantábamos mucho, andando o en la canoa, porque cantar era lo máximo que podíamos expresar.
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Lo que es difícil de escribir, es fácil de leer. [Cuando se queja de sus atascos literarios.]
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Lo que tenían, y tenían mucho, era nuestro antes de que se lo pudiéramos envidiar o pedir. [En ese «antes» está la mejor generosidad.]
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Él [Sid Lang] se acercaba a la tradición como un peregrino; yo [Larry Morgan], como un ratero. […] Yo trabajaba por las noches y utilizaba hasta el último cuarto de hora de la semana.
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Tú eres un productor, y él un consumidor, una especie de gran entendido. [Otra comparación más entre Larry y Sid]
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Todo lector, hasta el que viene del remoto suroeste, al final de una tradición atenuada, es hasta cierto punto ciudadano del mundo, y yo había sido un lector hambriento toda la vida. No podía contemplar el Arno sin sentir agradecimiento, como si en algún punto corriente abajo el río acabase desembocando en el río Grande.
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Sexualidad y desconfianza van juntas muy a menudo.
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Pensábamos más cosas de las que estábamos dispuestos a decir. [Ante la enfermedad de la amiga.]
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La oportunidad de ayudar y de ser ayudada era buena para ambos.
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Yo era, probablemente, la persona en quien él más confiaba, y esa confianza me daba cierto miedo.
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Si empatía significa literalmente «sufrir con», éramos los reyes de la empatía, desde luego.
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Escribir es la única cosa aparte de Sally que da significado y pone orden en mi vida.
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«La generosidad tal vez sea el mayor de los placeres que existen». William Maxwell
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